En el marco del Día del Amigo que celebramos en julio, es oportuno que reflexionemos sobre el valor de la amistad. En medio de tantas situaciones que dividen a personas, familias, pueblos y naciones, es necesario que destaquemos el valor de la amistad y la convivencia armónica que es nuestra verdadera esencia como seres humanos.
El receso invernal es un tiempo valioso, para fortalecer la amistad dentro del seno de cada hogar. La amistad nos permite vivir en comunión uno con el otro, desde la confianza y el compartir generoso. Nos admite vivir juntos los momentos felices y el apoyo mutuo que se siente alivia las cargas en los momentos difíciles.
El mismo Jesús en la palabra de Dios nos recuerda del valor de la amistad. En el evangelio de San Juan nos dice: “Ustedes son mis amigos” y “Los llamo mis amigos” (Juan 15, 14- 15). Nos comparte lo más precioso de su vida y la comunión que Él mismo vivió con su Padre Dios. A la vez nos anima a ser personas de amistad y amor incondicional. Es lo que Él mismo nos enseña con su ejemplo de vida: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Juan 15, 12-13), un amor capaz de dar vida.
Para poder crecer en amistad necesitamos cultivar los vínculos interpersonales a partir de la confianza, que es la base de toda amistad. Tanto en la familia como en nuestra sociedad, necesitamos recuperar la confianza que nos permitirá vivir desde el respeto mutuo, donde podremos expresar nuestros pensamientos y puntos de vista… La confianza que se genera en el compartir, crea un ambiente amable y seguro… tanto en la familia como en los ámbitos de aprendizaje. Esta confianza nos permite crecer en un ambiente de certeza y seguridad.
Toda relación de amistad parte del respeto mutuo. Es que el respeto a las desigualdades, nos enriquece y las diferencias son oportunidades para seguir construyendo desde la individualidad de cada uno.
Estamos rodeados de situaciones de intolerancia tanto a nivel social, como dentro del seno familiar, lo que genera dolor y sufrimiento. La educación tiene el desafío de trabajar para lograr mejores personas – más alegres y amables– en lugar de lograr que sean mejores que los otros.
Cada vez que reflexionamos sobre la amistad, también es importante tener en cuenta la necesidad de cultivar la amistad con Dios en la fe. Esta amistad con Dios se fortalece cada vez que nos acercamos a su Palabra con la lectura y meditación. Los momentos de silencio, escucha, oración personal nos ayudan a crecer en la amistad con Dios. Ese encuentro de amistad con Dios y la entrega del corazón a Dios en la fe, nos regala el temple que necesitamos para vivir en alegría, paz y serenidad.
Que la celebración del día del amigo, sea una verdadera oportunidad para conectarnos con nosotros mismos y con nuestro Dios para crecer en esta amistad. Que podamos encontrar en el otro la presencia de un Dios cercano que nos ama y sostiene. Y juntos logremos la transformación de nuestra sociedad que necesita una verdadera amistad que nos una y fortalezca como personas y comunidades.
¡Felicidades y bendiciones para todos, en el día de la amistad!