Vivimos rodeados de una red de comunicación permanente, a cuyos estímulos visuales y auditivos nos acostumbramos, explica la guía espiritual, Isha Judd.
Y dice: que nos llenemos de tanta información no significa que nos sepamos comunicar. Generalmente nuestras respuestas son automáticas, casi robóticas porque no nos hemos tomado el tiempo de parar. Parar y ver, parar y sentir, parar y ser.
¿Escuchas realmente?
Cuando nos comunicamos rara vez escuchamos y a menudo estamos respondiendo antes de que el otro haya terminado de hablar.
En cada interacción o relación ocupamos distintos roles: el que escucha pasivamente y es sólo una oreja para el que no para de hablar, el que se comunica emotivamente pero el otro no lo tolera, en fin, hay una multitud de formas, y todas tienen un punto en común: ninguno se está escuchando a sí mismo, y por ende, no sabe cómo escuchar ni cómo comunicarse con el otro.
Aprende a escuchar:
Tener orejas te permite oír, pero al escuchar, ya involucras la conexión interna para verdaderamente recibir y especialmente para sentir. Entonces el primer paso es aprender a escucharte y cuando logras eso, puedes profundamente escuchar a todos.
Entonces, ¿cómo abrir las avenidas para escucharnos cada vez más y mejor? ¿Cómo lograr cambiar y poder escuchar lo que los otros te quieren comunicar?
El primer paso
Darnos cuenta de que la repetición de nuestras acciones, de nuestras actitudes, nos llevan siempre al mismo lugar automático e inconsciente, que se puede cambiar. ¿Cómo? Se cambia cuando parás y dejás de realizar las mismas acciones robóticas y repetitivas. Entonces vas a empezar a saber, a conocerte, a vivir conectado, experimentando esa diversidad y variedad tan única y singular que es cada individuo.
Actuar desde el amor a ti:
Comenzarás a ver que no había confianza en ti mismo, que no te respetabas, que te forzabas a hacer cosas en pos de los “deberíamos” aunque te hicieran daño. Nuestras acciones no coinciden con nuestro sentir porque no nos escuchamos. Después de este reconocimiento tan importante, la próxima vez podremos optar por actuar desde el amor y el respeto interno a uno mismo, y notaremos la diferencia, en la respuesta y en los sentimientos.
Esa sensación nos acompaña y nos enseña a fortalecer la brújula interior:
Nuestro corazón, y podremos comenzar a percibir y decidir desde allí. Cuando nuestras acciones e interacciones están guiadas desde este lugar, podemos estar presentes: presentes con nosotros mismos y con los demás.
Estaremos dispuestos a escuchar para poder evolucionar y podremos conectarnos con la otra parte imprescindible de este escuchar, que es decir y expresar siempre lo que uno siente, la propia verdad en cada momento.