Todos sabemos respirar, pero ponerle calma a nuestra respiración es un punto necesario para la recuperación de la salud mental de muchas personas.
Cuando respiramos lento y profundo de manera consciente, enseñamos al cuerpo a desacelerarse.
Es importante prestar atención al principio y final de la respiración, y esperar un momento antes de la siguiente inspiración.
Si conseguimos notar cómo el aire sale y entra por nuestro cuerpo, será fácil adquirir consciencia de lo importante que resulta este “acto vital y natural”.
Prestar atención a nuestras sensaciones corporales facilita que aprendamos a reconocer los altibajos de nuestras emociones y por tanto, a ser más conscientes de lo que sentimos. ¿Qué cosas hacen que perdamos la paciencia?, ¿qué nos enoja o nos entristece?, con el único fin de conocernos.
Practicar la respiración consciente calma el sistema nervioso simpático y reduce las probabilidades de responder luchando o huyendo.
En este sentido, la conciencia corporal nos permite liberar sensaciones que se bloquearon en su momento, quedando atrapadas en nuestro cuerpo.
Si no le damos espacio no van a aparecer, por eso es tan importante detenernos y animarnos a sentir.
No podemos recuperarnos por completo sin sentirnos seguros en nuestra piel. Cuando se libera tensión física también pueden liberarse sentimientos.
El movimiento ayuda a que la respiración sea más profunda y se liberen tensiones.
Para eso podemos agregarle a la respiración movimientos de elongación, estiramiento, todos suaves, sintiendo cómo cada parte del cuerpo nos quiere decir algo.
Una tensión en el cuello nos avisa de la mala postura o de nuestras preocupaciones excesivas, que quizás sea el momento de soltarlas. Así cada parte del cuerpo nos avisa lo que necesita, solo tenemos que “darle tiempo” para que aparezcan.
Hoy te invito a detenerte, sentir tu respiración y cada parte del cuerpo. ¿Qué sucede? ¿Hay tensión? ¿Hay dolor? ¿Hay ansiedad?
Solo escucha, deja que se manifieste y abraza tu ser que está ahí necesitándote.
Bendiciones.