El poder de los pequeños detalles

Un gesto de apenas unos segundos, una sonrisa sin esperar nada a cambio, transformó mi día y se me vino a la mente: el poder de los pequeños detalles.

Son esas pequeñas cosas, las que suceden muy rápido, en un momento cualquiera, las que transforman nuestro día.

Eso pensé cuando manejaba por la Ruta 12 apresurada, con el calor de la siesta, el parabrisas lleno de tierra porque esa tarde llevaría el auto a lavar. De repente veo un muchacho en el semáforo que, sin que yo le dijera nada, comenzó a limpiarlo.

Me apresuré a decirle que no llevaba dinero, para que no trabajara por nada pudiendo limpiar a otro y me sonrió. No importa, me dijo. El parabrisas quedó limpio, toco la luz verde, le agradecí, me sonrió y arranqué.

Ese gesto de apenas unos segundos, esa sonrisa sin esperar nada a cambio, transformó mi día y se me vino a la mente: el poder de los pequeños detalles.

Todos tenemos ese poder para hacerle la vida más feliz a otro, o más sencilla; y ese poder tiene escondida una magia porque, cuando lo usamos, cuando sonreímos por la mañana al que nos saluda, cuando ayudamos sin que nos pidan, cuando contestamos al que en la calle nos ofrece algo para vender, la cara del otro se ilumina; y esa luz deja llenito nuestro corazón.

Los elogios sinceros son el mejor de los regalos y no importa si la persona es conocida o no: el elogio es una caricia para el que lo escucha y si es sincero ¿Por qué no decirlo?

Si lo callamos, nada pasará; pero si lo decimos, habremos alegrado un corazón y, sin quererlo, esa alegría también acogerá el nuestro.

¡Qué linda te ves!, ¡qué bien has hecho esta tarea! ¡este trabajo te quedó hermoso! ¡me encanta la forma en que ves las cosas!, esto y mucho más llena de alegría y fuerza al que lo escucha; y es justo decirlo porque de verdad lo sentimos, y es el segundo que tenemos en nuestra mano el poder de hacer feliz a otro con tan solo un detalle.

Parecen pequeños detalles, pero otra vez la magia aparece y lo que parece pequeño no lo es, porque se queda en nuestra mente y en nuestro corazón y, cada vez que lo recordamos, nos pescamos sonriendo otra vez.

Como afirma la madre Teresa de Calcuta: “Las palabras amables pueden ser cortas y fáciles de decir, pero sus ecos son realmente infinitos”.

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