Si se observan las condiciones necesarias -que exige el mundo empresarial- para alcanzar los puestos donde se toman las decisiones relacionadas al poder, son que las mismas sean representadas por alguien que tenga dedicación exclusiva, que inmediatamente excluye a personas que tengan a cargo responsabilidades extras, que nada tengan que ver con lo laboral.
Es decir, sería muy complejo que se elija a una mujer embarazada o con niños pequeños en un puesto donde se toman decisiones de poder. Ello, como consecuencia de que el directorio consideraría que la madre o futura madre no podría estar 100% conectada con las exigencias laborales.
Pero, a veces, no se dan los requisitos del embarazo o hijos pequeños en una mujer y, sin embargo, a pesar de su excelente trayectoria laboral, no es tenida en cuenta para ejercer los cargos de poder, y esto es por el hecho de pertenecer a un género distinto que el masculino.
Los primeros relatos que se oyen al respecto son, por ejemplo: que las mujeres no pueden realizar determinados trabajos físicos y otros roles como el ejercicio del mando y la toma de determinadas decisiones que están asociadas al hombre, y por ello los cargos jerárquicos son en su mayoría desempeñados por varones, porque el género masculino representa, en el imaginario social y en el mundo empresarial, lo más cercano al poder.
En la actualidad, algunas empresas, PyME u organizaciones privadas y públicas se están reorganizando y generando espacios de género y diversidades, que permiten, según algunos especialistas, generar espacios de trabajo más equitativo, que aportan al ambiente laboral y al bienestar de trabajadores y trabajadoras, convirtiéndose en espacios que pueden erradicar las situaciones de violencia y acoso laboral. Además, permite aportar al tejido social la habilitación de puestos de trabajo, de los cuales antes históricamente, estaban excluidos por estereotipos que se vinculan al género.
Como consecuencia de lo expuesto y para fomentar el desarrollo de estos nuevos espacios de inclusión para beneficio de la organización empresarial y del conjunto social, el rol del Estado debe convertirse en un eje fundamental, fomentando políticas de beneficios o recompensas a las empresas que puedan incorporar estos cambios para erradicar las desigualdades.
Como también debería hacerse con las personas que sufren algún tipo de discapacidad.
Siempre va a ser necesario el rol de un Estado presente en políticas de género y diversidades en las empresas como en cualquier otro organismo. Como así también, de talleres que sean útiles para la comprensión de temas vinculados al género.
Y, esto es importante porque todo aquello que se puede hablar en los talleres va a ser útil para el mejor desenvolvimiento de los trabajadores y la empresa.
Si leemos detenidamente este informe, notamos como la mujer ha tomado la posta en la construcción de su propia marca personal, empezando de esta manera a emerger nuevos liderazgos en el mercado.
El Ministerio de Desarrollo Productivo, presentó el informe “MiPyME lideradas por mujeres”, que concluyó que una de cada tres micro, pequeñas y medianas empresas contaron con liderazgo femenino en 2020 en el país. A su vez, las mujeres llevan adelante emprendimientos y empresas más jóvenes. Asimismo, las micro, pequeñas y medianas empresas (MiPyME) lideradas por mujeres presentaron un porcentaje más elevado de participación entre los empresarios y empresarias de menos de 30 años (37,1%), que en las franjas etarias más avanzadas.
De acuerdo al trabajo presentado, refleja que el porcentaje de participación femenina en la conducción de las firmas fue del 35,3% en el caso de las empresas registradas como personas jurídicas (es decir, 85.500 empresas) y, en las empresas constituidas como personas físicas (94.700), del 31,7%.
En las empresas conformadas como personas jurídicas, las mujeres generalmente acceden a los puestos de liderazgo mediante un recorrido paulatino de ascenso en los niveles jerárquicos hasta alcanzar espacios en los directorios y puestos de conducción. Por su parte, en las MiPyME creadas como personas físicas, las mujeres generalmente emprenden y conducen su propio negocio.
Según los resultados del informe, las mujeres llevan adelante empresas más jóvenes. El liderazgo de mujeres fue mayor entre los emprendimientos y empresas con menos de 7 años de antigüedad (39% de las de ese segmento) y entre las empresas jóvenes de entre 7 y 15 años (37%), que entre las de más de 15 años de existencia (30%).
Este informe nos revela como la mujer se está abriendo camino en el mundo de la actividad privada.
Como también deja en claro, que un liderazgo no tiene que ver con la pertenencia a determinado género, sino que se encuentra vinculado a la capacidad de administración del tiempo. Y, no se trata de quien tiene más tiempo sino de quien administra mejor y más objetivamente el trabajo en el tiempo que tiene para hacerlo.
Podemos observar en este análisis que la mujer puede alcanzar fácilmente los puestos de poder cuando ella misma construye su marca.
Y esto se da, como se mencionó anteriormente, porque el poder está vinculado a lo masculino.
Ahora bien, en Argentina, solo el 18% de los puestos de más alta decisión están ocupados por mujeres: es decir, 2 de cada 10. El dato surge de la segunda edición de la investigación “Sexo y Poder”: realizado por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), el informe relevó en 2020 los puestos de mayor jerarquía en once áreas claves: política, economía, sindicatos, sociedad civil, salud, educación, ciencia, cultura y artes, defensa y seguridad, medios y deportes.
Por ello, se debe seguir trabajando minuciosamente en la elaboración de estrategias que en un futuro -no muy lejano- permita lograr la paridad de género en las distintas áreas.