La pobreza en Argentina no puede ni debe ser entendida exclusivamente como una situación eventual o circunstancial frente a la pérdida de ingresos. Abordarla con esa mirada allana el camino hacia una trampa que permite al flagelo extenderse en el tiempo y en el tejido social.
La pobreza en Argentina es estructural y por tanto debe ser analizada y combatida bajo esa mirada.
Dos semanas atrás, en esta misma columna, referimos que más allá de la parafernalia discursiva de la dirigencia argentina que se debate en internas y formas de retratar la crisis, lo real y urgente hoy no es el crecimiento, sino la pobreza… y los datos oficializados ayer por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) lo confirman.
Una vez que se reconozca el sentido real de la pobreza cabe escudriñar seriamente dos cuestiones: la primera es el masivo crecimiento de la pobreza en el Noreste que, de acuerdo a los registros oficiales, vuelve a ser la región más pobre del país.
La segunda cuestión, no menos grave, es que la medición del INDEC se encuadra en una foto “vieja” porque corresponde al año pasado, un período que cerró con una inflación récord con pérdida de salario y caída del consumo. Y este año no comenzó distinto. Por el contrario, los precios se aceleran mientras más trabajadores registrados y/o informales caen en el temido flagelo.
Observarlo de esa forma permite advertir con contundencia la tesis inicial: la pobreza en Argentina es estructural.








