El último verano, el caso de “Tuki” el perro que esperaba por su dueño en el Hospital Madariaga conmovió a miles de personas que conocieron su historia a través de las redes sociales. A partir de este acontecimiento, una segunda historia salió a la luz, que tiene como protagonista a Marcelo Cybek y a su hija Lara de 16 años, quien falleció a fin del 2022 a causa de una leucemia mieloide fulminante que en cuestión de un mes terminó con su vida.
La adolescente era amante de los animales y uno de sus mayores anhelos en vida era rescatar perros desprotegidos y asistirlos. Esto fue lo que movilizó a su papá a adoptar alguna mascota e incursionar en el mundo de los refugios, rescatistas y toda actividad destinada a resguardar a los más vulnerables. En principio, luego de enterarse de la situación de “Tuki”, consultó sobre la posibilidad de poder ser quien le brinde un hogar, pero otra persona ya había iniciado el proceso de adopción
Sin embargo, este antecedente fue el puntapié inicial para que otras dos perras abandonadas y maltratadas puedan hoy en día vivir en un lugar seguro, rodeadas de cariño y respeto. Porque gracias a que Marcelo mantuvo el contacto con otras rescatistas de animales, supo de la triste historia de “Uma” y “Lola”, dos callejeras que merodeaban a la intemperie y eran maltratadas por una persona que eventualmente las tenía en el patio de su casa.
Este capítulo se resume en que una vecina que estaba atenta a esta situación, presentó la denuncia por maltrato animal y logró que la Policía se haga presente en el lugar y que el I.Mu.S.A rescatara a ambas, para garantizarles el proceso de recuperación que necesitaban. Fue así que una de las rescatistas le comentó este caso a Marcelo y él, sin dudarlo, se acercó a la institución para gestionar la adopción.
En ese momento, Lola estaba preñada y debía esperar a tener las crías para poder ser adoptada. Por eso, el hombre vino desde Virasoro -donde reside- a buscar a Uma, que había recuperado el peso ideal y estaba lista para formar parte de una nueva familia.
Era un día entre semana, pleno enero y atravesado por el calor intenso, cuando Marcelo se hizo un tiempo en su ajetreada jornada laboral y viajó hasta el Instituto Municipal de Sanidad Animal. PRIMERA EDICIÓN lo acompañó en ese momento tan significativo para él, porque no sólo se trataba de adoptar a un perro, sino que era una acción que su hija hubiera apreciado de tal manera, que era imposible no cumplir su deseo de proteger a los animales.
Segundas oportunidades
“Uma está muy bien y a mí me hace muy bien también. Reconoce mi voz, me salta, se pone contenta cuando llego del trabajo, se sienta alrededor mío y de mi mamá cuando tomamos mate. Se nota que era una perra maltratada, porque le costó bastante acostumbrarse. Al principio se escondía, ante cualquier ruido se asustaba, cuando yo agarraba una escoba le tenía terror, y así varios indicios de un pasado triste”, contó Marcelo Cybek en una entrevista con este Diario días atrás.
Marcelo siempre tuvo en cuenta que Lola y Uma se criaron y vivían juntas en el sitio donde eran maltratadas y por eso, junto a los colaboradores, coincidieron en que sería ideal que vuelvan a encontrarse.
Apenas pasaron dos meses de la adopción de la primera perra, recibió una muy buena noticia desde el I.Mu.S.A: Lola ya había dado a luz a sus cachorros, los cuales fueron amamantados, cumplieron las primeras etapas de cuidados y cada uno había sido ubicado con una familia. Es decir, ahora estaba esperando conocer a su nuevo dueño y reencontrarse con Uma.
De nuevo, permitiéndose un margen de tiempo en su rutina para dedicarle a las mascotas, durante las primeras semanas de marzo Marcelo Cybek visitó el Instituto y cerró los trámites correspondientes para adoptar a Lola y llevarla a Virasoro. “En mi casa tenemos un terreno amplio con pasto, plantas y árboles, ideal para que se dispersen”, destacó, sobre la misma suerte que ahora está del lado de Lola.
Red de buenas voluntades
Desde el comienzo de esta historia, siempre predominaron la empatía y la intención de mantenerse en contacto para alcanzar los objetivos.
Marcelo Cybek relató que a partir de la primera publicación en el diario que tuvo como protagonistas a Tuki y a Uma, fueron muchas las personas que se contactaron con él, “de Posadas, Corrientes, hasta de Buenos Aires”, porque les había conmovido su historia, atravesaban una situación familiar similar o simplemente querían colaborar con su incipiente proyecto de crear un refugio para animales.
“Por ejemplo, el otro día una señora que supo de mi caso a través de otra persona que se enteró por las redes sociales y le contó, se comunicó conmigo para ofrecerme bolsas de alimento y otros insumos, que había dejado su perrita que falleció hace pocos días, y por eso la movilizaba esta situación”, describió.
A su vez, remarcó que a través de la repercusión pudo conocer testimonios sensibles que le recuerdan a su hija y todo lo que significó para él su pronta partida. “Me habló gente contándome que también había perdido a un hijo con leucemia o casos parecidos, compartimos experiencias. Entonces me di cuenta que la vida de alguna manera te va mostrando esos caminos para hacerte saber que ‘no estás solo’ y que hay personas que están transitando el mismo dolor, buscando salir adelante”, contó con una clara voz de emoción.
“Me gustaría un cambio en mi vida”
Marcelo reconoció que la presencia de Uma en su vida -y ahora la de Lola- está ayudándolo a mantenerse enfocado en algo y sentirse reconfortado cada vez que sus mascotas le demuestran cariño.
“Cada día que pasa desde la pérdida de Lara es aún más difícil, no sé si esta angustia tendrá fin algún día, pero digamos que el proceso de dolor a través de concentrarme en ayudar a los animales hace que todo se vuelva un poco más llevadero; y a pesar de que estoy bajo tratamiento psicológico, estas perritas también son mi mejor terapia”, explicó conmovido.
En este sentido, el hombre aclaró que sigue en pie su idea de fundar en un futuro un refugio para animales en Virasoro. En la actualidad su trabajo le demanda prácticamente todo su tiempo semanal, entre viajes e intervenciones -se desempeña en Seguridad e Higiene y realiza supervisión forestal en una empresa de servicios forestales- y por tal motivo no puede emprender todavía ese proyecto.
No obstante, opinó que “parece que el tiempo todo lo acomoda”, porque dijo que recibió una propuesta laboral que aún está evaluando y que implicaría mudarse al campo. “Quizás es eso lo que necesito hoy en día, estar en calma, experimentar otra forma de trabajo y de vida, con mi esposa estamos considerando las opciones y ella me apoya”, destacó.
Firme en su compromiso por cumplir el anhelo de su hija Lara, Marcelo aclaró que permanece en contacto con rescatistas de Posadas y de otros puntos de Misiones y Corrientes para aportar a la causa desde su situación actual.
“Ahora, por falta de tiempo, me involucro al menos ayudando a difundir y buscarle hogar a perros y gatos. Además estoy en una etapa de aprendizaje, porque sé que no es fácil sostener un hogar de tránsito, implica tiempo, dinero, insumos, recursos y muchos otros aportes; de manera que hoy en día estoy viendo como trabajan rescatistas y colaboro, para el día de mañana estar preparado”, contó con entusiasmo acerca del proyecto que enorgullecería a su hija.
Podría decirse que este es el el primer cierre de esta historia que más allá de su faceta conmovedora, más bien abre paso a la reflexión sobre cómo una persona puede, de a poco, intentar transformar su dolor en acciones y aportes prácticos que cambian la vida de otros seres, dejando abierta la puerta a un sinfín de oportunidades que están por venir.