Me parece que debería ser una pregunta a la que deberíamos responder más a menudo. ¡Pero hay que hacerla con cuidado!
“¿Qué enriquecería mi vida?”. Para responderla nos encanta soñar, imaginar, darnos permiso para desear incluso, lo que creemos que tal vez sea más difícil de conseguir.
Pero esa pregunta tiene una trampa. Observa. Primero hace que te sitúes desde donde puedes ver todo lo que no te gusta, todo lo que crees que no está bien. Te ubica en la “carencia”. Y segundo, cuando te la plantea,s te hace pensar en todo lo que crees que enriquecería tu vida y que no tienes.
Pero, ¿quién te asegura que eso que imaginas que enriquecería tu vida, lo haría de verdad?
Recordábamos una conversación de dos amigos. Uno de ellos le decía al otro: “¡Qué dichoso que tienes casa en la playa, frente al mar!”. A lo que el otro respondió: “Yo también creía que sería muy bonito tener una casa en la playa. No niego que hemos pasado momentos lindos, pero no te imaginas el gasto que es mantenerla, la usemos o no. Muchas veces he pensado que tal vez no fue tan buena idea”.
¿Estamos seguros de que eso que creemos que nos enriquecería realmente lo hará?
Por eso, hoy quiero que te formules la pregunta correcta. Te la vuelvo a escribir: “¿Qué enriquece tu vida?”. Ya viste la diferencia. Sé que sientes lo distinto de la pregunta, que aterrizaste en tu presente y que tu mente comienza a buscar todo eso que de verdad y con certeza, ya enriquece tu vida. ¡Qué hermoso darte cuenta de que ya tienes cosas que te enriquecen!.
¿Qué pasaría si fueras capaz de comenzar a verte a ti misma(o) -tu cuerpo, tus habilidades, tu manera de ser, tu historia, tus experiencias, etc.- como ese algo que te enriquece?
Imagínate que cuando te hagas la pregunta, en lugar de ver hacia afuera, lo primero que hagas es voltear hacia ti. Que seas capaz de apreciarte en toda tu grandeza, en toda tu riqueza, en todo tu Ser.
Imagínate que, en lugar de estar constantemente notando lo que tú crees que son tus “defectos, carencias e imperfecciones”, puedas contemplarte lleno de amor, ternura, gratitud y dicha.
¿Logras ver cómo esto impactaría todos los días y todas las áreas de tu vida? Contémplalo por un instante. ¿Cómo te relacionarías con otras personas? ¿Cómo realizarías tu trabajo? ¿Cómo entrarías a una tienda o caminarías por la calle? ¿Cómo te verías al espejo?
Comienza día tras día a apreciar, valorar y agradecer todo eso de ti que te enriquece. Sí, tal vez haya cosas que no te gusten o con las que te has peleado toda la vida. Con mayor razón es importante hacer este ejercicio y reconocer que no necesitas amar profundamente algo para saber que te enriquece y qué es. Cuando comienzas a darte cuenta de eso, empiezas a amarlo.
* De Tuti Furlán.