Desde que empezó febrero, en el consultorio se escuchan frases como: “Hace tanto tiempo que no escribo que me sale la letra diferente”. Otros entre la angustia y la fiaca se dan coraje: “Ya tengo que ponerme las pilas porque me quedaron tres materias y si no meto por lo menos una, repito”.
En esta época, aumenta la ansiedad en estudiantes y en sus familias debido a los cambios en los ritmos que se avecinan. En breve llega el final de las vacaciones, del tiempo del ocio, de estar más al aire libre, de los tiempos sin horarios, de estar compartiendo más horas en familia. Pero además, hay que realizar el chequeo bucodental, el apto físico, ver los horarios de hockey, averiguar por el transporte escolar, comprar el uniforme y los útiles, entre tantas otras cosas.
Todas estas modificaciones son acompañadas de distintos sentimientos: el miedo a lo desconocido, la alegría de crecer, el reencuentro con los compañeros y compañeras, la intriga por cuál será la maestra, la preocupación por las exigencias escolares.
Tenemos que saber que ese incremento en la ansiedad es esperable hasta cierto grado, y aprender a tolerar es parte del crecimiento. Por eso, en las primeras semanas de clases es posible observar que pueden estar más sensibles, menos tolerantes e irritables.
Ser pacientes, escuchar y darles confianza ayudará. Es muy importante no recargarlos con nuestra propia ansiedad. Cuando comienzan las clases, los padres también tenemos temores y nos preguntamos si los entenderán, si los cuidarán bien, si será buena la escuela que elegimos. Ese desprendimiento genera en la familia fuertes temores, pero es necesario ser conscientes de ellos para no transmitírselos.
Como adultos tenemos que saber que si estas ansiedades no disminuyen con el correr de la semana y detectamos excesivas preocupaciones o surgen problemas físicos como vómitos, cefaleas, problemas intestinales o insomnio es importante consultar con un profesional.
Debemos adaptarnos despacio a lo que va a pasar en los próximos días y es muy importante el apoyo y la alegría que los adultos transmitimos dentro de un entorno que permanezca lo más estable posible sin sumar más nerviosismo.
Algunas sugerencias
1 Hablemos y anticipemos lo que va a pasar en los próximos días, contándoles cómo va a ser el nuevo ritmo en la época escolar.
2 Mostrémonos con entusiasmo, optimismo y confianza en nuestro hijo o hija.
3 Acompañar, escuchar y no exigir de más es fundamental.
4 Comencemos la transición de los horarios de manera paulatina. Vayamos generando ritmos de comidas, de ir a la cama y de levantarse cada día más temprano antes del inicio de clases.
5Con los más pequeños podemos jugar a la maestra o el maestro.
6 Contemos nuestras propias historias escolares: las más graciosas anécdotas de nuestros propios compañeros y docentes.
7 Transmitir que si todos pueden, ellos y ellas también. Con nuestras particularidades y nuestros tiempos, todos tenemos la posibilidad de lograrlo.