Un proverbio español dice: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. El gobernador radical de Corrientes, Gustavo Valdés, indudablemente es un ejemplo de un mandatario que no administra conforme a razón y, por el contrario, parece mostrarse orgulloso de su torpeza.
Corrientes es conocida como la Capital Nacional del Carnaval pero el empeño que está realizando Valdés para desatender las previsiones que logren evitar grandes incendios que fueron pronosticados por científicos expertos en clima, terminará por quitarle esa denominación para trocarla por el Carnaval del Fuego, una famosa celebración que actualmente se realiza en la localidad de Tumaco, en los Andes colombianos.
Solo por esta explicación puede comprenderse que en medio de las millonarias celebraciones del carnaval correntino, realizado con la colaboración de la iniciativa privada pero con fondos, logística, contactos y habilitaciones de los gobiernos municipal y provincial, la administración de Valdés enseñe, por segunda vez consecutiva, que la provincia no está preparada para combatir los gigantescos focos ígneos que causan enormes pérdidas ambientales y productivas.
¿Desidia?
Durante enero de 2023 se contabilizaron 641 focos de calor y en lo que va de febrero 234 focos. En enero de 2023 ascendió a 27.882 hectáreas las áreas quemadas, en su gran mayoría humedales.
A continuación algunos datos fundamentales que permiten comprender la gigantesca crisis producto del cambio climático y la desidia de muchos funcionarios que en un año electoral solo buscan que los carnavales no se paren nunca porque les aseguran una marquesina para sus futuros laborales.
En Corrientes, solo el 17% de la superficie tiene cuerpos de agua, es decir un poco más de 1.000.000 de hectáreas, según los últimos monitoreos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
Como sucedió hasta hace muy poco en La Pampa y en parte de Buenos Aires, hay sequía. Noticias Argenntinas (NA) consultó al Comando de Operaciones de Emergencias (COE) y explicaron que “el fuego llegó a los Esteros del Iberá y declaramos a la zona como crítica por la magnitud de los focos ígneos y la carencia de lluvias”.
El Servicio Meteorológico Nacional no prevé precipitaciones para los próximos días en los que las comparsas seguirán desfilando.
Presupuesto sin previsión
En Corrientes el presupuesto del año pasado que cerró el 31 de diciembre, ascendió a cerca de 233.181.305.360 pesos.
Aun así, lo destinado para combatir los incendios no fue el correspondiente y hasta hubo críticas porque para los carnavales de hace un año, la provincia iba a destinar $140 millones, mientras que para los bomberos solo fueron 68 millones. La difusión periodística de estos gastos carnestolendos posibilitaron que Valdés no destinara ese dinero al carnaval.
Para el año 2023, se anunciaron inversiones en equipamiento por $300 millones para el Servicio Nacional del Manejo del Fuego. Para los científicos expertos en clima se trata de una inversión insuficiente porque, desde hace meses, se aguardaba que el 2023 sea igual o peor de trágico que el año pasado.
El COE informó que a partir de las condiciones actuales de sequía, calor y otras características, “el comportamiento de propagación del fuego en terreno de pastura baja se estima de 10 hectáreas cada 30 minutos”.
El trabajo a destajo y heroico de los bomberos y operarios de un avión hidrante, un avión anfibio, un helicóptero con helibalde, o bambi bucket utilizado por algunos modelos de helicópteros para el transporte del agua durante la extinción de los incendios forestales, y un helicóptero Chinook, pertenecientes al Servicio Nacional de Manejo del Fuego, han logrado contener las llamas en las localidades correntinas de Ituzaingó y Santo Tomé.
Es sencillo suponer que con una inversión mayor en helicópteros y aviones hidrantes, la tarea hercúlea de los encargados de combatir los incendios, hubiera sido más sencilla y los costos ambientales y productivos hubieran sido menores. Pero el gobernador Valdés estaba más preocupado en promocionar los carnavales.
Pérdidas millonarias
Los ganaderos correntinos estiman que las pérdidas provocadas por la sequía superarán los $28.000 millones este año.
En un reporte elaborado por la Asociación de Sociedades Rurales de Corrientes, se proyectan pérdidas del 15% en la producción de carne. “Considerando la superficie ganadera provincial, su stock de hacienda, la producción media de carne por hectárea, el precio promedio de la hacienda y proyectando pérdidas en el orden del 15% en la producción de carne, más un posible incremento del promedio de la mortandad general habitual en un 50%, podemos estimar una pérdida superior a los $28.000.000.000”, consigna el informe.
Desde el 28 de noviembre último, cuando se realizó el anterior reporte, hay zonas de la provincia donde no llovió nada. “En general, el déficit hídrico se agravó radicalmente, multiplicando la escasez de aguadas naturales (lagunas, esteros, ríos), aguadas artificiales (tajamares, represas) y la pérdida de napas en toda la provincia”, explicó.
En ese sentido, “la falta de humedad no permite el crecimiento de los pastizales. O peor aún, en algunas zonas se está en niveles críticos, donde directamente no hay más pasto y el suelo está desnudo”.
En general el ganado presenta una mala condición producto de la situación descripta y esto se traducirá en menos preñeces, terneros más livianos y pérdidas de peso en los engordes y recrías.
Los productores van ajustando sus cargas conforme la menor oferta forrajera. El stock ganadero provincial está en riesgo de sufrir una fuerte disminución, producto de la liquidación forzosa y pérdidas por mortandad.
Se afrontan inversiones extraordinarias en aguadas, alimentación (henos, balanceados, granos y/o subproductos) e infraestructura para destete hiperprecoz y precoz, suplementaciones, entre otros.
Además, el valor de la hacienda, no obstante los recientes incrementos, está lejos de acompañar la inflación y muestra un fuerte retraso comparativamente con otros bienes e insumos. “Las posibilidades económicas y financieras se van agotando”, señala el estudio.
Y advierte que “de cara al futuro, si no se dan lluvias importantes en el corto plazo, el invierno próximo será letal para muchos productores correntinos”.
Incendios hambrientos
Los científicos que analizan las variables climáticas concluyeron que para el presente verano de 2023, el pronóstico para la región no era el mejor, ya que se aguardaba que en enero y febrero continuara el fenómeno de La Niña, responsable de las sequías y las inundaciones en todo el mundo y que generó, en el Litoral nacional, que haya un 54% menos de precipitaciones que el promedio.
A pesar de estas alertas tempranas, la administración del gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés no tomó las medidas necesarias para intentar frenar un nuevo mega-incendio, que puede ser similar al del 2022, y continúe priorizando otros temas como el festejo del carnaval.
Para los expertos en medio ambiente y manejo del fuego existe un índice conocido como indicador de Haines que mide la temperatura en diferentes capas de la atmósfera, la humedad relativa, el aire seco, producto de la sequedad y el calor ambiental, condiciones que pueden provocar lo que se denomina como un gran incendio conectivo.
Norma 30/30/30
Las voces populares lo nombran de una manera más gráfica: incendios hambrientos. Se producen cuando se rompe la norma 30/30/30. A más de 30 grados de temperatura, con vientos superiores a los 30 kilómetros por hora y humedad relativa de menos del 30%, se establece el escenario perfecto para un incendio.
Esto ocurrió el año pasado en Corrientes y, muchos científicos, temen que ocurra nuevamente.
Si a estas condiciones climáticas se le suman falta de precipitaciones, sequía prolongada, vegetación baja sin humedad, explotaciones forestales de pinos y eucaliptos a gran escala que han cercado los humedales y una pobre inversión en recursos y formación de brigadistas para controlar los primeros focos ígneos, las condiciones para que se produzca el incendio perfecto estaban servidas y cualquier chispa logró crear la tragedia que hoy se lamenta.
El gobernador Valdés y su ministro de Producción, Claudio Anselmo, conocían esta situación desde hace dos años. Desde antes del mega-incendio de 2022.
Lo sabían por la sequía histórica que afectó al Litoral del país desde el 2020 y que ha permitido que, el año pasado, las llamas devoren una quinta parte de los Esteros del Iberá, el mayor humedal de la Argentina.
Sin las barreras naturales del agua que suele actuar como cortafuego, los pastizales altos, los bosques nativos y los implantados por la industria forestal, los pueblos de la zona y las tierras ganaderas ardieron sin control.
La tierra arrasada que dejó el fuego el año pasado puede volver a tener un nuevo capítulo ante la mirada carnavalesca de muchos funcionarios que prefieren el pan y el circo antes que las obras que generan tranquilidad en la población pero que no se ven ni se inauguran con fuegos artificiales ni grandes comparsas.