“De mi mamá Juana, heredé la pasión por el fútbol, y por eso debe ser que mi hijo Antonio también fue un importante futbolista”, manifestó Francisca Ema “Chinoca” Martínez, quien a fines de abril del año pasado pudo visitar la Bombonera gracias a la invitación de su nieto Matías. La emotividad se multiplicó por dos porque, además de alentar al club de sus amores, que se midió ante Barracas Central y le ganó 2 a 0, realizó su primer viaje en avión. Pero, lejos de llegar a su Candelaria natal y poder descansar de semejante travesía, “Chinoca” tuvo que atender a los medios de comunicación para contarles su experiencia, ya que su historia trascendió ante las cámaras del programa “Paso a Paso” de TyC Sports y se volvió viral.
La apodada “Abuela Xeneixe” manifestó que su nieto siempre le decía: “Abuela, un día tenemos que ir a la cancha. Y ese día llegó. Me llamó y me dijo ‘aprontáte’, y me preguntó si me animaba a viajar en avión. Acepté, y ese fue mi bautismo de fuego. Anteriormente tenía que volar, pero se había reprogramado por una tormenta muy fuerte. Cuando volvimos al aeropuerto, en horas de la tarde, pasó lo mismo; entonces le dije a mi hija más chica, Mercedes, ‘sáquenme un pasaje en colectivo nomas’ ”.
Aseguró: “Ir a la cancha me encantó. No veía la hora de estar adentro. Era una paz, una tranquilidad para entrar y salir. Como sabían que yo iba a ir, me agarraron los de Paso a Paso, que estaban en la calle. Justo estaban tomando imágenes de quienes pasaban. Me separaron y me llevaron a la sala de transmisión, y me sacaron fotos con las figuras de los jugadores. Ese día había llevado una camiseta de (Juan Román) Riquelme. Cuando regresé, empezó la recorrida por algunos medios y el llamado de otros. Cuando estuve en los estudios de Canal 12, el conductor llamó a Riquelme. Él me veía y me mandó saludos, pero yo no pude verlo”, agregó mientras acariciaba la prenda azul y oro que había colocado sobre su falda. Y acotó que a la camiseta “me la regalaron hace mucho. Hay que renovar, pero no consigo una como quiero, porque a mí me gusta con escote en V”.
Sobre su aparición ante las cámaras, apuntó que el video de la cancha “había tenido 75 mil reproducciones, en un principio. Era impresionante. A raíz de eso, cuando salgo por ahí, la gente viene y me saluda como si me conociera desde siempre. Pero es solo porque me vieron en la tele y en las redes sociales. Me dicen, ‘no puedo pasar sin abrazarte y darte un beso’. Las muestras de afecto son incesantes”.
Madre de ocho hijos: Antonio, Jorge, Sara, Hugo, José, Mirta, Elvio y Mercedes; abuela de 25 nietos, 39 bisnietos y cinco tataranietos.
Anteriormente había pisado la cancha durante el último partido de Diego Maradona. “Fui con mi sobrina Norma Blanco. En esa ocasión había cumplido 45 años de casada (me casé a los 17 años). Estábamos bien detrás del arco contrario. Hubo un penal y asignaron para que Maradona pateara, pero el arquero atajó y la tribuna casi se vino abajo. En ese partido no hubo gol del Diez”, contó. Al tiempo que insistió: “Mi mamá era la fanática. Cuando jugaba Boca Juniors decía que nadie la molestara. No había televisión, pero se sentaba delante de la radio y se concentraba para escuchar el partido. Éramos diez hermanos, cinco mujeres y cinco varones. Unos cuantos, de Boca, y otros tanto de River Plate. Yo, que ahora ya me quedé sola, sin hermanos, salí por mi mamá, y siempre fui fanática también. Cuando juega Boca estoy frente a la tele. La primera que tuvimos era en blanco y negro. Apareció allá por el año 1973, y la compramos enseguida, apenas apareció en el mercado. De paso, también mirábamos las novelas”.
La segunda vez que “Chinoca” volvió a la cancha fue en compañía de Matías, uno de sus nietos. Pero en esa ocasión el espacio era solamente para los simpatizantes de Boca. “La cancha estaba llenísima. Nosotros estábamos en la platea, arriba, bien detrás del arco en el que boca tenía que hacer el gol. Así que vi perfectamente los dos goles que hicieron a Barracas Central y el ganador por dos puntos contra cero. ¡Y cómo gritaban!”, recordó, ayudando con gestos de las manos a la exclamación.
“Me gustaría volver a la cancha. Justo mi nieto me recordó que tenemos que regresar. En la Bombonera me tenía del brazo, de la mano. Mientras me hacían la nota para Paso a Paso, un montón de chicos se colocaron detrás de nosotros y cantaban ‘abuela’, ‘abuela’. Yo disfruté muchísimo esos momentos, no me cansé nada. Los días previos estuve entusiasmada, ansiosa”, rememoró.
Corajuda y fanática de Los Palmeras. Sobre el Mundial de Fútbol de Qatar, señaló: “Sufrí mucho. Sobre todo, con el último partido. Mirábamos todos los días. A veces me despierto a la madrugada, enciendo la tele y veo fútbol y boxeo, me encanta. Las novelas de ahora, no me gustan. Prefiero el fútbol. A Qatar no me animé a ir, me pareció muy lejos. Son muchas horas de viaje. Igualmente, con la edad que tengo, disfruté muchísimo”.
Se describió como una “agradecida a la vida. Anduve mucho por todos lados, conocí mucho. Todos me reclaman la visita. Durante unas vacaciones con mi hija conocimos 21 provincias, y tantas cosas lindas. Antes no podía, por el trabajo y, además, no había tantos medios”.
La modista más buscada
“Chinoca” nació el 9 de marzo, en el barrio 20 de Junio, de Candelaria. Allí se crió y asistió a clases a la Escuela N° 8, en el horario de la tarde. También en esta localidad conoció a Marciano “Machino” Solís, el padre de sus ocho hijos, y se casó a los 17 años. Los hermanos Solís y los hermanos Martínez, se casaron de manera “cruzada”, por lo que el parentesco se volvió más sólido: Francisca contrajo enlace con “Machino”, y Bielsa Solís, con Ricardo Martínez.
“Era modista, no estudié. Empecé a practicar y, casi sin darme cuenta, tenía muchísimos clientes. Hacía vestidos de novia, de recepción para las hijas (sobre todo a las que cursaban en el Polivalente N° 5) y para las mamás. También los uniformes para los jardines de infantes. A veces amanecía sentada frente a la máquina”, explicó. Muchas veces el cansancio la vencía y prefería rechazar los trabajos, pero muchas clientas preferían esperarla porque “decían que no había otra modista prolija como yo”.
Sostuvo que “no era fácil con tantos chicos y cumplir con los pedidos. A veces pienso cómo yo me arreglaba, porque tenía que lavar, cocinar, atender a mis hijos, y me desenvolvía bastante bien. Me pedían por favor que no dejara de coser. Cuando dejé, le regalé a mi nieta mi máquina de coser eléctrica, y esta Singer quedó en la casa. Mi mamá y mi abuela Francisca también eran modistas. Esa máquina era de ella”.
“Nunca puedo estar quieta. Siempre tengo que estar haciendo algo. Lavo y plancho mi ropa por la mañana. Tengo todo en orden. Después cocino y no termino nunca de limpiar. También puedo rastrillar el patio o podar las plantas”, dijo quien, hace unos años, acompañó a su nieto Nico quien viajó a Brasil para hacer un curso de buceo. “Estuvimos diez días, de los cuales siete navegamos en el mar. Cada vez más lejos. Me colocaron el buzo, pero no bajé”.
Celebrar la vida
A “Chinoca” le gusta festejar su cumpleaños. “Siempre los festejé y son multitudinarios. Es una manera de agradecer la vida. Siempre me salió todo bien. En el cumpleaños, durante la pandemia, me mandaron un video con un saludo los jugadores Ibarra, Krupoviesa y Bataglia. Eso me produjo una emoción tremenda, al igual que la presencia de los Mariachis. Como el último cayó a comienzos de la semana, lo hice el fin de semana, y de esta manera pude festejar en tres oportunidades: primero con mis nietos. Después una hija me llevó a su casa. Y luego hice sola con mis amigas, que me llegaron de sorpresa. Estuvo lindo, nos divertimos mucho”, manifestó.
Cuando cumplió 80 hicieron una fiesta grande. Y previsora como es, ella misma fue comprando todo el cotillón (variados disfraces, caretas, pelucas, antifaces) desde mucho tiempo antes. “Cuando llegó el día, yo tenía todo. No me gusta salir a las apuradas. Lo mismo me pasa cuando me pongo a cocinar”, aclaró quien se está “aprontando” para recibir a sus bisnietos que llegarán desde Buenos Aires.
La abuela no entiende cómo puede haber familiares que no se ocupen de sus mayores, porque ella nunca necesitó llamar la atención para que sus nietos la tengan en cuenta. Es más, “cuando voy a Buenos Aires, donde está la mayor parte de la familia, no quieren que vuelva. Los chicos me abrazan a cada paso y me dicen ‘abuela te quiero, te amo’. Me siento muy querida. Adónde voy, me dicen que soy la reina de la casa. Me quieren llevar a vivir a Buenos Aires, pero no quiero moverme de Candelaria. Cuando viajamos con Matías para presenciar el partido, fuimos a la casa de mi nieta Analía, y ahí me esperaban todos los nietos, quienes hicieron un derroche de las muestras de afecto. No puedo entender cómo hay nietos que no quieran a sus abuelos. Cuando voy a la casa de los míos, no saben cómo hacer para atenderme. No sé qué tengo que todo el mundo me aprecia, pero, en principio, no soy de hablar mucho, ni de llevar chismes”, acotó, orgullosa de su numerosa descendencia.
Quienes la conocen más de cerca, afirman que los platos que prepara “Chinoca” son muy sabrosos. Dedicación, paciencia y amor, son parte del secreto de la elaboración de sus comidas. “Siempre que cocinaba, mi esposo decía, ‘vamos a invitar a fulano, al otro’. Y alrededor de esta mesa se llenaba de gente. Él no podía comer solo. Cualquier día se nos ocurría un asadito a la olla con mandioca, y preparaba. Y así, se fueron agregando otras mesas. Incluso cerca del aljibe que aún conserva esta casa –que debe ser centenaria- y en la que la propietaria vive desde hace más de 40 años.
Lavar ropa en el arroyo o el río
A pesar de vivir en cercanías del Paraná, “nunca me metí al río. Pero cuando era joven y había mucha seca, con mi atado de ropa me iba hasta el río o al balneario sobre el arroyo Garupá para lavarla. Tenía un hijo, y tenía que llevarlo a cuestas. A veces iba caminando, con otras mujeres, cada una con su atado de prendas. La última vez que fuimos, nos agarró la lluvia. En ese arroyo hay barro ñaú, que es resbaloso. Cuando mojamos toda la ropa dentro del cauce, que quedaba en un bajo, comenzó la lluvia. Teníamos que subir esos barrancos de barro con los fardos de ropa mojada. Pisábamos y nos íbamos hacia abajo. Nos teníamos que empujar para darnos fuerza. Fue muy cómico. Después nos fueron a buscar”, recordó entre risas.
En esa oportunidad, “fuimos en auto porque mi marido era mecánico y siempre disponía de un vehículo. En esa ocasión él estaba arreglando una camioneta y acercó al grupo de mujeres. Él se volvió, y nosotras nos quedamos a lavar. Apenas regresó al taller, se largó una lluvia fuerte. Por eso, a veces digo a mis hijos, ‘si ustedes tuvieran que hacer el sacrificio que yo hacía’ ”.
Con esa lluvia se juntó agua en los pozos, “y pude terminar de lavar en casa, y nunca más volvimos. En la semana dejaba un día asignado solo para lavar y planchar absolutamente todo. Me gusta hacer las cosas bien, de forma prolija y limpia”. Su hija Mercedes contó: “Como mecánico, papá usaba solo alpargatas blancas; además le gustaba que su ropa de trabajo fuera blanca. Y ella lavaba, no le dejaba una sola manchita de grasa y siempre le preguntaban cómo hacía. Ella contestaba que solo fregaba, ni siquiera usaba cepillo”.
A la abuela le encanta jugar a las cartas. “La loba es mi preferida porque jugaba desde chica con una familia conocida. En ese momento me olvido de todo porque solo me concentro en el juego”. Esa es una de las cosas que mantiene su mente activa y lúcida. “Si ella no recuerda, es porque el hecho no existió”, bromeó su yerno Raúl.