Limpiarnos tanto por dentro y por fuera que nuestra energía quede pura como la miel de colmena, retirar escombros, maleza, vegetación muerta, sedimentos, vidrios y plásticos, sacar todo lo que no le pertenece a este cuerpo maravilloso que poseemos.
Capaz de autorrepararse, de encontrarse y rejuvenecer con el solo hecho de reconocerse a sí mismo en su eje, alineados con la fuente de vida, creadora de conciencia, conciencia que está dentro de cada célula replicándose, como si fueran las hojas de un ciprés calvo que nacen todas juntas simulando una larga y suave aguja.
Acuminada presencia que se despliega retirándose de encima de la otra, para ocupar un lugar propio, en sí misma. Folíolos turgentes pero flexibles que desprende perfumadas resinas. Hojas que son dos, el espacio que ocupan y el que no.
Luego, la sombra de las hojas que también representan una tercera presencia, la que observa desde distintos ángulos, según la posición del sol.
Cupressaceae que en policromía foliar posee al arcoíris, cuales chacras están presentes durante las estaciones del año que van ascendiendo desde el suelo al cielo como una kundalini que sube por el fuste para, en caída libre, entregarse y desarmarse. Integrarse en la sucesión ecológica que cicla otoño tras otoño, madurando en colores, que limpian tanto que dejan ver a trasluz la energía que poseemos para reconocernos en un vaivén de vida. Sin miedo a la senescencia, confiando en la próxima primavera, aunque no sintamos todavía la temperatura y la luz en la piel y los ojos.
El ciprés muestra esto por fuera y lo hace sentir por dentro, porque una cosa es en respuesta a la otra, hoy lo vemos verde y radiante con sus conos madurando al sol, pero en la escala de colores hasta junio o julio podremos ver cómo se entrega confiando fuertemente en el equilibrio ecosistémico universal cuyas influencias planetarias convergen en vida.
¿Y nosotros, seremos capaces de entregar todo, sabiendo que la estación siguiente nos devolverá eso y más?, porque el ciprés al igual que nosotros crece extendiendo sus ramas y alargando su tronco cada año un poco más.
Paradójicamente, el ciprés crece en los pantanos y humedales al borde del Misisipi y desde hace 8 millones de años en Europa. Reflexiono, no está empantanado sólo crece ahí, otra vez señalando creencias y memorias adoptadas, que no serían verdad.
Estar empantanado, ¿tal vez represente algo sobre no querer crecer? La verdad no sé, habría que ver.