María Alejandra Benítez, la madre del joven asesinado a puñaladas el pasado jueves en esta localidad, encabezó la marcha que unificó este martes el reclamo de esclarecimiento y justicia. Más de mil personas caminaron por las calles principales hasta la comisaría para dejar en claro, de manera pacífica pero clara y directa, que buscan una respuesta urgente y concreta para que los mantos de la impunidad no asomen.
La manifestación sorprendió, la mayoría de los participantes con carteles en cartón con la imagen de “Ema” Portillo y la coincidencia como rugido: “Justicia”.
Pocas horas después, pasado el mediodía, el juez de Instrucción 4 de Apóstoles, Miguel Ángel Faría autorizó allanar nuevamente una vivienda de Azara y detener a un amigo (20), ligado sentimentalmente a Portillo.
El viernes 30 de diciembre, ese inmueble fue revisado por los investigadores que intervienen en la pesquisa, un grupo formado por efectivos de la Unidad Regional VII y las direcciones Cibercrimen y Homicidios de la Policía provincial, pero el juez mencionado decidió que se le tomara declaración como testigo sospechoso al joven y se lo supeditara a las actuaciones, pero en libertad.
Ayer, presuntamente por el aporte de un nuevo testigo, de 19 años, el presunto amigo de Emanuel Portillo fue detenido efectivamente y será indagado en las próximas horas bajo la imputación provisoria de “homicidio agravado”.
Fuentes consultadas por PRIMERA EDICIÓN adelantaron que la aprehensión se aceleró luego de la declaración de otro amigo o conocido de Portillo quien replicó la supuesta admisión del crimen por parte del ahora detenido, por un mensaje de texto.
En el procedimiento del viernes 30 por la tarde, al muchacho próximo a ser indagado, le secuestraron el teléfono celular para ser peritado por expertos de Cibercrimen. De este dispositivo habrían surgido datos clave para resolver el caso.
“Lo encontré yo”
María Alejandra Benítez (38) dialogó ayer con este Diario tras la manifestación multitudinaria. Resaltó, entre varios puntos, su molestia por el tratamiento inmediato que los integrantes de la comisaría de Azara le dieron la semana pasada cuando ella y una amiga desesperadas y sin saber donde más buscar a Emanuel se presentaron a pedir ayuda: “Me preguntaron cuántos años tenía mi hijo, cuando lo dije la respuesta fue ‘ah, espere que es mayor, ya volverá’ (…) Al otro día seguimos buscando y lo encontramos entre el tacuaral a cinco cuadras de mi casa”.
“De todas maneras hoy (por ayer) me dieron más explicaciones y aseguraron que los investigadores tienen presuntas pruebas de quién fue el que mató a mi hijo, pero que no podían dar detalles”.
Recordó que el jueves 29 de diciembre por la tarde se alarmó “porque Emanuel mandaba siempre mensajes o los respondía de inmediato a mí o a su abuela. Siempre sabíamos dónde estaba. Él trabajaba mucho ofreciendo productos de cartilla o en el vivero que montó en la casa de la abuela para que crezcan orquídeas y cactus, que también vendía. Él se sustentaba solo, laburaba todo el día para pagar su alquiler y comprarse sus cosas”.
Agregó que, entre sus sospechas, el ataque y muerte a su hijo fue un “crimen de odio, de mucho odio, de alguien que no quiere a nadie. Me cuesta creer que haya sido una sola persona el que lo mató de esa manera”.
“Emanuel era un muchacho fuerte, robusto, no sé con precisión pero de 1,80 metros de altura. Uno solo no lo pudo apuñalar y golpear tanto”.
“Alejo”
Emanuel Portillo, vivió entre los 5 y 15 años con su padre en Azara pero separado de su madre. Cuando logró revincularse con María Alejandra comenzó a comunicarse a través de redes sociales sin su segundo nombre, Rosendo, el de su progenitor.
Adoptó el nombre de Alejo en referencia a Alejandra, su madre y como “Emanuel Alejo” se identificó en sus perfiles de las conocidas redes. Los resultados de la autopsia encuadran lo sucedido con las características de un crimen con alevosía.
En su cuerpo se registraron 42 rastros de estocadas de cuchillo o puñal. Seis de ellas en zonas vitales determinantes como el corazón y pulmones. Pero también traumatismos de cráneo, de golpes que habría sufrido para no resistirse al crimen.