El arte en la “formación docente” la consideramos acorde a las expectativas actuales, para enriquecer y posibilitar el despliegue de todas nuestras capacidades expresivas, indispensables en todo proceso de aprendizaje, siendo además un elemento eminentemente de integración social.
El arte como lenguaje (sonoro, corporal, plástico visual, dramático, literario) posibilita todo esto. Las diferencias y grandes dificultades emocionales encontradas, en los niveles medios de enseñanza, más precisamente en la adolescencia nos impulsa a pensar que la incorporación tanto cualitativa como cuantitativamente de esta materia, en sus diversas manifestaciones, tiene un papel fundamental en la dinámica de las relaciones humanas.
¿Cómo comprender al otro sin comprenderse a sí mismo? Desde lo colectivo, arte “es experiencia y encuentro con el otro”, es un aporte a la construcción de un saber, ofrece un espacio donde a partir de una construcción plural y compartida, puede comenzar a edificar con el otro, brindando:
• Una estética de la región, de lo local.
• Una propuesta desde diferentes miradas.
• Se promueve el trabajo en grupo.
Y es en el encuentro de intercambio de producción de imágenes y palabras donde aparecen diferentes sensibilidades, diferencias del hábitat, del paisaje, de la comunidad. Considerando así al arte como una actividad múltiple e integradora, ya que tiene todas las posibilidades de enriquecer su formación con la riqueza de sus lenguajes propios.
Podemos considerar el arte como una práctica social dentro de la escuela, la salud, lo cultural y ambiental, en la búsqueda de proyectos personales, que enriquecen las autodisciplinas, con sus distintos significantes, constituyen una trama (lenguaje más vida cotidiana) en un reencuentro con un tiempo del hacer, crear, un tiempo de disfrute.