Después de cantar su primera canción en el escenario mayor de la Fiesta del Inmigrante, “María va”, de Antonio Tarragó Ros, Rubén Claudio Bustos (59) se dio cuenta que podía ser ese un modo de comunicación con la gente. “Con el miedo lógico del momento, me enfrentaba a cuatro mil personas que estaban sobre las gradas del complejo deportivo “Ian Barney”, de Oberá. Pero después del aplauso, dije que a partir de ahora quiero cantar y dedicarme a eso. Por eso siempre menciono esa fecha y ese momento como el inicio de mi carrera”, de la que el 4 de septiembre se cumplieron 40 años.
De familia riojana, nació en la capital cordobesa por una cuestión del momento. Llegó a Misiones pisando la adolescencia cuando su madre, Manuela Teresa “Lita” Suárez, buscaba un mejor lugar para ejercer la docencia.
Un primo hermano de la mujer, César “Coco” Suarez, que vivía en Aristóbulo del Valle, le decía: “‘Venite a Misiones, qué vas a hacer en La Rioja, siempre vas a ser suplente, acá hace falta maestros’. Tal es así que, en 1975, tomó a mi hermana Victoria y a mí, y nos instalamos en Aristóbulo del Valle porque consiguió trabajo en Colonia Mavalle, Pindaytí. Hice séptimo grado y primer año en el pueblo, pasé por el Instituto Gentilini, de San José, y a mi regreso, fuimos a vivir a Oberá porque a mamá, por cuestiones de salud, le asignaron tareas pasivas en varias escuelas de la Capital del Monte”, contó.
Terminó el secundario, comenzó a cursar cerámica en la Facultad de Artes de la UNaM y, en 1984, empezó a hacer en LT 13 “Canciones para comentar”. Con la llegada de la democracia, pasaban temas que les llamaban la atención, de Silvio Rodríguez, César Isella, Cuarteto Supay, Víctor Heredia, hasta que Hugo Amable, que era el director, preguntó a Bustos si le interesaba hacer una suplencia como locutor durante diciembre y enero. En enero de 1985 comenzó a trabajar como ante los micrófonos y, al poco tiempo, vino a Posadas a rendir con profesores del ISER, como Juan Ramón Badía, papá de Juan Alberto, que tomaban examen en LT4.
Estuvo en LT13 hasta 1986 hasta que se “mudó” a LT17 Radio Provincia y a Canal 12, y “comencé a hacer suplencias en LT4 hasta que se abrieron las FM. Cumplía tareas en distintas radios, me incorporé al grupo de locutores de Canal 5, que era de Alberto Selva, que después me llevó a Classic, y desde ahí no paré”, añadió, y agradeció a su madre, ahora radicada en Puerto Iguazú, que “siempre nos inculcó que había que leer mucho y, gracias a Dios, mis hijos: Camila, Rafael, Luciana y Alfonsina, también son buenos lectores”.
La veta de la música
Músico, poeta, escritor, trabajador de los medios, confió que la música estuvo siempre presente, y que en casa siempre lo alentaron a cantar. Recordó que tenía ocho años cuando cantaba parado en una silla en Navidad u otras fiestas que se hacían en su hogar de La Rioja. La primera vez que subió a un escenario tendría 10 años. Era para cantar canciones de Sandro, vestido igual que el artista y acompañado de un grupo de amigos que habían confeccionado una símil orquesta -estaba hecha de cartón y guitarras de madera. Ponían el disco y hacían mímica. Con los años aprendió a tocar la guitarra, y sus compañeros de la secundaria lo empezaron a “empujar” a cantar en los actos de las escuelas, en todo tipo de actividades, “como siempre se empieza”.
En 1982, el Polivalente de Artes, de Oberá, organizó junto a LT 13, un festival para seleccionar a quienes iban a participar de la III Fiesta del Inmigrante que, por ese entonces, era provincial. “Me presenté al concurso con mi guitarra como solista vocal. Se elegía solista vocal, grupo instrumental y grupo vocal. Entiendo que fue un sábado de fines de agosto porque el sábado siguiente, el 4 de septiembre, ya estaba en el escenario de la fiesta. Empatamos con el “Negro” Rojas que también era estudiante del colegio, entonces el jurado decidió hacer un desempate el domingo. Cada uno llevó su hinchada, y terminé ganando”, evocando la fecha del puntapié inicial.
A la música y a los discos que vinieron después, Bustos siempre los relaciona también con su trabajo de locutor. Al explicar el porqué, contó una anécdota, con la que, quizás, se orientó su carrera artística. Relató que, cierto día, trabajando en Canal 5 y en LT17, Alberto Selva mencionó que el fin de semana Litto Nebbia venía a Posadas a tocar a uno de los boliches bailables y sugirió llevarlo a su programa “Americanto”, que este año cumplió 35 años. “Le dije que era un honor. Hablamos dos horas con el artista y, al finalizar, Litto preguntó: ¿venís esta noche? Mi turno iba hasta la medianoche, por lo que le dije al operador: hagámoslo sencillo, grabame los anuncios que van desde las 22 en adelante, para poder ir al boliche. Antes, pasé por casa y rescaté un cassette que tenía de un concierto que habíamos hecho en la Facultad de Ciencias Económicas –por calle san Lorenzo-. Cuando terminó de tocar Nebbia, me acerqué y le recordé que era el que le había hecho la entrevista. Me invitó a su mesa, comenté que también era músico y le entregué el material. Lo puso en el bolsillo, y no quise imaginarme adonde iría a parar”, expresó.
Dos meses después, llegó a la radio, que estaba en el subsuelo del Hotel de Turismo, y Marta Tamis, que era la telefonista, comunicó que lo llamaron de Buenos Aires. “Me entregó un papel con la anotación del nombre y el teléfono. No teníamos un aparato disponible, así que fui hasta la cabina. Al atenderme, Nebbia me dijo: te llamé porque escuché tu cassette y quería saber si te gustaría grabar con nosotros. Mientras me flameaban las piernas, contesté que me interesaba, que la semana entrante debía viajar a Buenos Aires. Colgué y corrí hasta la emisora, me encuentro con Chango Coria, que era mi jefe y le confié lo sucedido. Como le dije que no tenía un mango, empezó a juntar entre los compañeros y me consiguió 700 pesos”, agregó. Finalmente viajó, fue a su casa y planificaron las actividades. “Me hizo pasar y me dijo si quería tomar mate. Fue a la cocina y comenzó a prepararlo. No podía creer, entonces me ofrecí a hacerlo. Con los años me confesó que quería romper el hielo porque me vio muy tembloroso. Una vez que me tranquilicé, fuimos a la sala donde estaba el piano y me mostró cual era la idea. Eso fue en septiembre y el 6 de marzo de 1990 tenía turno para grabar el primer disco que se llamó “Amanecer en Misiones”, tarea que se extendió por dos semanas”, acotó.
Fue así que “hicimos el disco en Melopea, que es el sello que tiene aún, en el propio estudio que estaba en casa de su mamá, Marta. Fui a grabar ahí mi primer disco, con Edgardo Rapetti que era técnico y Mario Sobrino, otro técnico que sigue estando. Eran siete canciones de Ramón Ayala y dos de Karoso Zuetta. La idea era cantar cosas de Misiones porque anteriormente había ido a grabar Hugo Guardaviento, pero eran sus propias canciones. Y lo que Litto buscaba era armar un mapa de la Argentina con las referencias musicales de cada región. Así fue que grabamos gualambao, rasguido doble, chamamé, fue muy linda la experiencia. Litto hizo los arreglos y participó de todos los temas, además de grandes invitados como Bernardo Baraj y César Franov, “Cacho” Bernal (batería), Julio Lorman y el cuarteto Enarmonía”.
“Soy muy entusiasta para todo, me anoto en todas. En los últimos años decidí no cantar más en los festivales. Quiero cantar canciones que la gente quiera escuchar, no me interesa hacer mover las palmas, me interesa hacer mover las neuronas. Que los que están escuchando, así sean tres, salgan con una idea para mejorar su vida y no sea solamente la música un divertimento. Estoy en contra de quienes dicen, gracias a los músicos que nos alegran la vida. No toda música alegra la vida, hay cosas que te despiertan sentimientos”.
Cuando salió el disco, Bustos invitó a Nebbia para presentarlo en Posadas. “Me dijo que buscara un lugar, y conseguí un espacio en Leandro N. Alem, en Oberá y en el Instituto Montoya, donde actuamos el 6 de diciembre de 1990 con Bernardo Baraj, Enarmonía y Cacho Bernal”. Como el presupuesto era escaso, Litto vino en tren con un ayudante del sonido. “Fui a buscarlo a la estación y bajó con todo el equipamiento, lo que demuestra su nivel su generosidad. Después de tocar conmigo, aprovechó para hacer lo propio con Guardaviento, que no había presentado su disco. Lo hicimos en la Casa Paraguaya, y se quedó casi una semana conociendo Misiones y tocando en algunos lugares. Esas fueron las consecuencias del primer disco”.
Esa puesta en escena entusiasmó a Bustos que, al año siguiente, se embarcó en una gira por Brasil. Integró una delegación de 27 artistas e intelectuales de la Argentina que viajaron a un encuentro que se hizo en La Casa de Cultura Mario Quintana, un centro cultural en Porto Alegre, regenteada por Sergio Napp. Este hombre hizo un convenio con José Gabriel Ceballos, de Alvear, Corrientes, que seleccionó junto a Olga Zamboni, a los artistas que iban a concurrir. “Fueron de Entre Ríos, de Corrientes, y de Misiones: Olga Zamboni, Marisil Ceccarini, Numy Silva, Ramón Ayala y yo. En ese diálogo con América Latina, que duró diez días, conocí a otros artistas, al acordeonista Renato Borghetti, a Pery Souza, a quienes invité a grabar conmigo una canción. ‘Gostosos de mais’, me dijeron. Cuando vuelvo, escribo a Litto contándole que quería grabar otra cosa con los brasileños. Me dijo que le mandara la idea y los nombres de los artistas. En 1992 grabamos el disco ‘Orillas’, diálogo de orillas entre Posadas y Porto Alegre”, manifestó.
“Muchas cosas quedan pendientes. Me sentí muy cómodo haciendo teatro. Hice dos obras en la Sala Tempo, me gustaría seguir pintando, escribiendo. Tengo un libro terminado de poesía que es una especie de regalo que pensaba darme para algún momento. Tengo una especie de antología de mi poesía traducido a 14 idiomas. Mi hija está haciendo el diseño de tapa así que en algún momento lo pienso publicar. Es un sueño tener publicada mi obra en distintos idiomas”.
Al poco tiempo fue a vivir a Francia, donde salió una recopilación de un trabajo que se llama Natural, que se distribuyó por los países franco parlantes. Y ya no se detuvo. “Fueron surgiendo cosas, un disco llevó al otro y hoy estoy presentando el N°15 ‘Cuando llueve en Misiones’, que tiene que ver con esa estadía en París”, reseñó.
Experiencias enriquecedoras
Viajó a Francia en un momento que se había retirado de la radio porque quería dedicarse a la música. “Cuando llegué, me puse a estudiar teatro con Oscar “Cacho” Sisto, actor, director de teatro y director de escena posadeño, que ganó el Premio Molière, que es el Oscar del ámbito teatral, con la obra “Mortadela”, junto a Marilú Marini y Alfredo Arias. Me dio clases, y fuimos trabajando en algunas cosas, conociendo gente, y me entero a través de un amigo suyo que, artistas de todo el mundo, de todas las disciplinas, tenían la posibilidad de ganarse una beca para quedarse en Paris, gratis, por un año”.
Se puso a trabajar sobre la música del Litoral Argentino, y presentó un proyecto. “No podía escribir en el pentagrama porque me chocaban algunas cosas de una canción que había compuesto que era ‘Cuando llueve en Misiones’. Le pedí ayuda a Raúl Barboza. Iba a su casa, le tocaba la guitarra, le silbaba la melodía, le escribía, y al día siguiente nos volvíamos a encontrar para ver cómo sonaba. Tres o cuatro días estuvimos probando hasta que me dijo: mirá, cerramos acá porque cada vez que venís me cambias la melodía y tenemos que hacer de vuelta la partitura. Me hizo la partitura de esta canción y la presentamos junto a otras dos más. No gané, pero me quedó la sensación de haber estado en ese lugar y de haber hecho algo con Raúl”, rememoró.
“Este año, en que se cumplen los 40 años, tuve la alegría que el Concejo Deliberante de Posadas, me otorgara una distinción fabulosa como lo es la de Ciudadano Ilustre. En Oberá también me dieron un reconocimiento a la trayectoria. Son pequeños mimos que fui logrando. En 2017 recibí la máxima distinción que entrega el Senado de la Nación. Es la Mención de Honor Senador Domingo Faustino Sarmiento. Aclararon que no es un premio al artista más famoso, sino a la gente que hace cosas por los demás, como el programa Americanto, el encuentro Ava mba’e. No es un premio a la fama. Los siete que lo recibieron fueron: Jaime Torres, Víctor Heredia, Teresa Parodi, Leo Dan, Los Chalchaleros, Lito Nebbia, Ramón Ayala y yo. Eso es un verdadero orgullo”.
Cuando empezó a buscar las canciones para grabar a modo de premio “para darme a mí mismo por estos 40 años, dije, a esta no puedo perderla, la tengo que recuperar porque significa un momento muy lindo en mi vida. La escribí frente al Sena y me imaginé una situación de amor entre la lluvia, el viento, las hojas, el monte, el Paraná, y un pescador en el medio, peleándole al temporal con su canoa, buscando su pan del agua, como dice Ramón Ayala”.
Ya viviendo en Asunción conoció a la poeta paraguaya Nila (Petronila) López, quien era actriz, periodista y presentadora de televisión. “Leí un poema suyo y le pedí que me lo pasara para ver si me surgía alguna música. Me salió una zamba. Se enfermó y falleció antes de la pandemia por lo que no pudo ver la canción terminada. La incluí en este disco junto a otro poema de Gustavo García Saraví, que musicalicé, que es un homenaje a Belgrano. Mercedes, su hija, publicó en las redes el soneto, lo leí y dije, que manera maravillosa de decir lo que significa el creador de la enseña patria, sin caer en palabras batalla, lucha, enarbolar, bandera, y lo que uno se imagina. Él escribió un poema diciendo todo eso, con otras palabras. Me animé a ponerle música y la grabamos con un cuarteto de cuerdas (viola, chelo, violín, contrabajo). Y el resto de las canciones del disco, son propias”.
Admitió que siempre se mostró entusiasmado en conocer y trabajar sobre la poesía. “Eso, sumado a la caradurez, me llevó a musicalizar, por ejemplo, a Augusto Roa Bastos. Cuando llegué a Asunción, en 2003, lo primero que hice fue contactarlo. Conocía su literatura, sus cuentos, sus relatos, su Hijo de hombre, El trueno entre las hojas, como todo el mundo, pero no conocía su poesía. Una amiga me regaló una agenda con todos sus poemas, fotos y frases. Agarré la guitarra y empecé a musicalizar. En 2005, falleció y no pudo escucharlas grabadas, pero tuve esa posibilidad de saber que estuve trabajando con uno de los más grandes de América. Cuando mando las canciones a Nebbia para que me las arreglara para el disco Coplas Americanas, Litto me dijo: ‘Mándame a mí también, yo también quiero musicalizarlo al escritor’. Le envié dos poemas más, los musicalizó, y los grabé también. En ese disco hay poesía de Roa Bastos musicalizada por mí y por Litto”.
En ese disco también aparecen cosas que hizo con Nicol Guillen, poeta cubano, y “una perlita, que para mí es un orgullo, que fue cantar con Patricio Manns, uno de los pilares del nuevo canto chileno junto a Violeta Parra y Víctor Jara. En una ocasión me dijo ningún argentino me invitó a cantar una canción, a formar parte de un disco. Grabamos la base en Buenos Aires, agarré la pista, y me fui a Santiago donde él puso la voz para El cautivo de Til Til, que es un homenaje a Manuel Rodríguez que es el padre de la patria chilena. A pesar que todo el mundo habla de O’Higgins, el verdadero fue Rodríguez, el chasqui de San Martín. Esto está en un disco que se llamó Coplas Americanas, grabado en 2007. Paralelo a eso, estaba grabando en Asunción, en un pequeño estudio que yo mismo armé, un trabajo sobre la Guerra de la Triple Alianza, que es uno de los orgullos de mi carrera discográfica”.
Al referirse a ese tema, mencionó que hacía muchos años Daniel Larrea y Fermín Fierro habían escrito una cantata sobre Francisco Solano López, Mariscal de América. La habían presentado en la Embajada Argentina y en la Casa Paraguaya, y quedó en un cassette que nunca se pudo grabar.
“Trabajando en una radio, un domingo de 2002, Larrea me dijo el primero de marzo es el día en que lo matan al Mariscal López, te traigo este cassette grabado en vivo para que lo puedas pasar. Lo pasé íntegro y quedé impactado con esa obra. Cuando llegué a Asunción busqué la manea de presentarla en vivo y no fue posible, era muy costoso. La grabé durante dos años. Invité a grandes artistas paraguayos como Lisa Bogado, José Antonio Galeano, Carlos Pettengill de Vocal Dos, emblemas del nuevo cancionero paraguayo. Como tardamos dos años en grabar, por falta de recursos, en el medio surgió la grabación con Litto sobre Roa Bastos. Grabamos Coplas Americanas y en 2008 terminé la cantata. Fue muy lindo porque la presentamos en varios lugares de Asunción, y fue uno de los discos más vendidos”, aseveró.
Aseguró que quien lo formó musicalmente fue Ramón Ayala. En Wandacol, en la precordillera, al límite con San Juan, donde creció, su maestro de música, de apellido Vega, le enseñó una zamba que se llama “Zambita de la Oración”. Nunca supo de quien era, hasta que en Misiones descubrió que la zamba que cantaba desde los diez años era de Ramón Ayala. “Él venía a casa, con mucha paciencia, me enseñaba el gualambao, compartí escenarios, pero fundamentalmente, me mostró junto a otro maestro de música que tuve en Aristóbulo (Tito Salinas), la música misionera. Y debo ser uno de los defensores de la música misionera mucho más que los nacidos acá”, subrayó.
Para Bustos, “Ramón es Misiones, es quien mejor nos define, nos cuenta, es el poeta fundamental, a pesar que es un hombre de todas las disciplinas (pintor, músico, dibujante, un decidor, y un poeta). Puede escribir en una pequeña frase a toda Misiones y decirlo de una manear única”.
“Ramón es el formador, el que pone la semillita del crecimiento, y Litto es el que abrió la puerta. Llegar al primer disco de la mano de Lito Nebbia, producido por él y con su asesoramiento, no es tan fácil. Soy un privilegiado de alguna manera de haber sido tocado por esa varita mágica. A ese primer disco lo vuelvo a escuchar cada tanto para ver si no estoy saliendo mucho de la línea”, sintetizó, quien lleva publicados varios libros de poesía.
La misma utopía que lo movió durante todos estos años, las ganas de hacer cosas, el espíritu de aventura, de buscar el crecimiento y avanzar en la formación, “la sigo teniendo intacta”. Tal es así que “subo al escenario con el mismo entusiasmo que subí la primera vez. No tengo achaques emocionales sino mucha más experiencia que me dejó la manera de manejarme, de saber, de entender, de aceptar las distintas respuestas de la gente. No todo el mundo piensa y siente lo mismo, y no a todo el mundo le interesa que uno saque la cabeza del tarro. Como sociedad somos una especie de lata con cangrejos, que cuando uno busca salir, llega arriba, y se cuelgan todos los otros, y de nuevo todos para abajo. Y eso es lo que siento que pasa en este ambiente, por lo menos en el cultural. Cuando uno quiere sacar la cabeza, buscan agacharla para que sean más del montón. Y yo nunca acepté ser del montón. Siempre me gustó hacer lo mío y diferenciarme en la medida de lo posible. No pertenezco a ningún movimiento de emparejamiento. Ni asociaciones, ni grupos, siempre trato de hacer mis cosas, de la mejor manera, en la medida de lo posible y crecer”, reflexionó, quien pudo haber heredado algunas cosas de su abuelo, el periodista e historiador Welindo Bustos.
Se define como un cantante de raíz folclórica pero muy comprometido con la música latinoamericana, “pero siempre a partir de la palabra y de la poesía como eje fundamental de mi canto. Canto siempre algo que tenga más importancia en la poesía a veces que en la música, por eso, a veces las canciones no son tan alegres o dicharacheras, pero si son canciones que te dejan un mensaje”.