Juan Rubén Haurech (76) nació en el barrio El Palomar, en el seno de una familia “tradicional”. Pedro, su padre, de origen ucraniano, oriundo de Azara, contrajo matrimonio con Ofelia Leiva, una entrerriana, que introdujo a su hijo al deporte desde pequeño. “Detrás de esto hay una historia muy hermosa que viene por el lado de mi madre, ya que todos sus hermanos corrían en bicicleta en Entre Ríos, después vinieron acá y siguieron compitiendo”, manifestó el hermano de Hugo Guillermo, Nilda Ofelia y Yolanda Clara.
Ofelia le dijo que cuando tuviera 14 años, le iba a armar una bicicleta de competición para que empezara a correr. Y así fue. “Ella misma me armó una bicicleta y me entrenaba, porque conocía mucho de ciclismo. Salía de Posadas e iba hasta La Garita, por ejemplo, y ella me controlaba la hora de salida, de llegada, cómo bajaba los tiempos. También me controlaba la parte física, porque veía en los hermanos el trabajo de masaje, musculación, aprendió, y lo hacía también conmigo. A los quince años tuve mi primera carrera de bicicleta acá en Posadas, era en ruta, de la Garita hacia el lado de Apóstoles”, agregó.
Paralelamente, como alumno del Colegio Roque González se inició en atletismo y hacía lanzamiento de bala, disco y jabalina, lo que lo llevó a ganar campeonatos estudiantiles. Después, “incursioné en otros deportes adicionales como la natación”.
Cuando ingresó a la Escuela de Prefectura Naval apareció el tema del remo, “que para mí fue novedoso porque no estaba en mis cálculos hacer ese deporte. Pero se dieron las circunstancias desde el lugar y se conformó un grupo del que tuve el privilegio de integrar. Así surgió esto, que es una historia muy hermosa del remo. Soy el único misionero campeón argentino de remo”. Dijo que, en su oportunidad, presentó escritos sobre su historia a la Dirección de Deportes y brindó sus datos, “pero nunca hubo un revisionismo. Nunca se tuvo en cuenta, quizás porque es un deporte medio raro. No lo hice para que me destacaran sino para que se considere, se tenga conocimiento. Incluso, con la capacidad y experiencia que tengo puedo dedicarme a enseñar remo, que es una de las cosas que me encantan”.
Haurech ingresó a la Prefectura Naval Argentina porque su padre pertenecía a esa fuerza de seguridad. Era una de las opciones después de odontología y “tuve que decidir, a instancias de mi padre, por haberlo visto tantos años trabajando en esto. Durante 35 años permanecí en la PNA, que fue mi actividad profesional neta, y terminé mi carrera con el grado de prefecto principal”.
Docencia desde la bicicletería
Esa afinidad marcada con el deporte es lo que lo lleva a estar en su bicicletería de avenida Rademacher, donde se siente a gusto, porque el ciclismo es su deporte favorito. Esa es, sin dudas, una de las causas “por las cuales todavía sigo metido en este deporte, y hago docencia desde acá. Me apasiona volcar mis conocimientos sin ninguna clase de interés”, señaló quien exhibe en el mostrador del comercio unos 500 trofeos, aunque aclara que “no todos son de primeros puestos”. Los hay de ciclismo, triatlón, natación y “de una tarea que es concomitante con la de Prefectura, que es tiro. Participé mucho en tiro de armas cortas, tengo el título de campeón entrerriano de tiro de armas cortas. Eso entra en el rubro de la actividad más profesional”.
Aseguró que “lo hago simplemente porque, como me encanta el deporte en general, creo que todos tienen que, al menos, conocer los beneficios que brinda”.
A raíz de eso, cada vez que una bicicleta aparece en su local, o van a realizar alguna actividad con la bicicleta, “asesoro en forma gratuita y con todo gusto. Siempre insisto que no es lo mismo subir a una que no esté calibrada, que a una que sí esté. El andar es diferente, la posición del cuerpo, los dolores de pierna, de espalda, de muñecas, hombros, desaparecen de acuerdo a la posición que se tenga arriba. Siempre recalco que el deporte debería ser algo placentero y no doloroso, que cree algún obstáculo en el cuerpo”.
Subrayó que el beneficio físico “es demasiado importante, creo que todos debemos hacerlo, más aun, cuando tenemos cierta edad. Es sumamente necesario”.
Insistió con que, “se tenga la edad que se tenga, hay deportes que se pueden hacer. Si no se puede caminar, se puede andar en una bicicleta fija; si no es posible en una fija, se podrá hacer natación. Tenga la edad que tenga, si la persona no posee algún impedimento físico grave, tiene que hacerlo. El deporte tiene que formar parte de la dieta diaria de las personas. Esa es la finalidad. Lo digo como deportista, pero todos los médicos en todo el mundo, establecen que esa es la premisa”.
Haurech continúa enamorado del ciclismo, aunque lo practica con menos intensidad que antes ya que “por cuestiones de carrera tuve una caída muy grande en la que me fisuré tres vértebras, estoy operado de la columna, eso me limita un poco pero no me impide seguir pedaleando. Lo hago más de forma recreativa, haciendo 60 o 70 kilómetros por semana, que en realidad es poco. Pero es una manera de despuntar el vicio y otra, de tratar de mantenerse, que es lo más importante”.
Quien tiene en su haber 23 viajes en bicicleta a la Basílica de Itatí, en Corrientes, entiende que, de esta manera, “uno está con más energía, con más capacidad para hacer las cosas, duerme mejor, tiene la mente despejada, tiene un buen sistema cardiológico, pulmonar, todo eso es parte y favorece la actividad física”.
Campeón, a pesar de todo. En esta foto se puede apreciar a Haurech después de una caída que sufrió en una competencia que se inició en Apóstoles. “Había llovido y vino gente de todas partes para competir. Siempre que se compite, uno está al borde de la caída en cualquier momento. Me tocaron y me tiraron hacia la banquina, lo que motivó que me cayera al barro. Mientras me incorporo, el pelotón se había ido muy lejos, estaba a unos 600 metros, pero con dedicación y esfuerzo logro alcanzarlos. En la llegada a Posadas, ya en el envión final, pude ganar la carrera. Sólo tuve raspones, no fue una cuestión que me impidiera seguir pedaleando, y a la bicicleta no le pasó nada. El ciclista lo primero que mira es lo que le pasó a su ‘compañera’”.
Contó que, en ocasiones, “dimos charlas en algunos colegios sobre todo el tema ciclismo. Cuando acá se inicia el complejo que está en el Parque de la Ciudad, a instancias de su presidente, Magno Ibáñez, empezamos a dar charlas en los colegios, para que aprendan lo que era el ciclismo, para formar el semillero, y así, incentivando. Recorrimos varias escuelas. Hoy no estoy seguro que se haga en los colegios algo similar sobre los diversos deportes, las actividades de los colegios están limitadas a los profesores de educación física, que harán correctamente su actividad, pero no sé si se ilustra a todos los chicos sobre la variedad de deportes que tenemos y los beneficios de todos ellos”.
Mirando atrás
Para Haurech, “uno de los objetivos de todo lo que hice es la escuela, creo que me queda enseñar. Es lo que hago habitualmente, todo el conocimiento que tengo de uno u otro deporte lo comparto totalmente, y lo hago con entera satisfacción porque me escuchan. Y después vienen y me comentan: mirá cómo cambió mi andar, cómo se modificó mi físico, haciendo las cosas como hay que hacerlas. Por eso digo, que en esta etapa me queda enseñar, dar un poco de contagio”.
Escucha que suele decir la gente: “tengo 65 años ¿cómo voy a pedalear? Y ese es el error. Tenemos que hacer algo. Ver a un adulto pedaleando, contagia, promueve, incentiva a los demás. En esa tónica estoy. Además de la charla técnica. Como soy entrenador de ciclismo y comisario deportivo de ciclismo porque hice los cursos correspondientes, tengo el conocimiento, y hacemos el asesoramiento integral”, agregó para quien la bicicleta es un mundo. “Uno la ve que tiene dos ruedas, un hierro, parece tan sencillo, pero es tan complejo”.
Expresó que una bicicleta de calidad “no se hace mirando de lejos con una soldadura, eso va a una mesa de reglaje, los ángulos están determinados por milímetro, las distancias, las alturas de los asientos respecto al manubrio, el pedal respecto al asiento, a la pierna, tiene un conjunto de cuestiones que es lo que debe ser y lo que trato de pregonar. Que el que se suba a una bicicleta lo haga con alegría, satisfacción, que cuando vuelva de pedalear diga, ¡qué bien me siento! y no, estoy hecho bolsa. Ese es un poco el fin del de porte. No es para matarse, sino para tener beneficios”.
La música también es parte
En forma paralela ejecuta el acordeón (tiene un Hohner de tres hileras), la guitarra y hace artesanías en cuchillo. “A ejecutar la guitarra aprendí de chico porque tenía un vecino -Miguel Mottola, que tenía un conjunto con su hermano Alfonso- que tocaba y me enseñó. Hasta ahora lo hago. Al acordeón le agarré la mano hace unos diez años. Siempre decía no me voy a morir sin aprender a tocarlo. Fui con varios profesores, tuve unas clases con “Moni” Encina, y hoy me manejo muy bien en la música”. Con esto graficó que su actividad “no se limita sólo a esto, sino a otras cuestiones. A veces digo que me faltan horas en el día para hacer las cosas que tengo pensadas. Con la música me luzco a nivel familiar, en reuniones, cumpleaños, amigos. Cuando viajo a Buenos Aires me reúno con mis amigos se promoción y se arma la gran musiqueada. Es una cuestión de satisfacción personal”.
Indicó que “tenemos muchas cosas por hacer, y perder tiempo es una utopía. La vida pasa tan rápido que debemos dedicarnos a hacer cosas. Por lo general, la gente que se jubila, lo hace del trabajo, pero no de la vida, pero va a casa y no hace nada, y el sedentarismo nunca conduce a nada bueno. Por eso recomiendo que el jubilado no debe jubilarse de la vida, que pesque, que haga deportes, que ande en bici, que haga crucigramas, que juegue al ajedrez, que ocupe su tiempo en alguna actividad que lo mueva física y mentalmente. Eso le va a ayudar a una longevidad más sana y buena”. Celebró que los compañeros de su edad “casi todos hacen deporte. No deberíamos quedarnos quietos nunca. El deporte, practicándolo sanamente y metódicamente, es sumamente beneficioso. Lo pueden decir los deportólogos, los médicos del mundo. En algún momento nos tocará irnos, pero podemos llegar a una situación de adultez en buenas condiciones físicas, sobre todo evitando el Alzheimer, que es un poco la parte del sedentarismo, o Parkinson. El deporte facilita que eso no se produzca”.
Materia pendiente
Haurech empezó a remar en 1966, cuando ingresó a Prefectura Naval. Medía 1,87 metros. Hubo una selección previa, y el entrenador era Ernesto “Tito” Scandone, campeón argentino de remo.
“Para remero, se buscaba a personas de una altura determinada, por la trayectoria en el remo, largo de pierna, largo de brazo. Eso permite que las remadas sean más largas y, por supuesto, el camino de bote rinde mucho más. Después de esa selección, se fueron sacando los ocho mejores remeros y eso motivó que con un entrenamiento diario de cuatro horas, de lunes a lunes, ese bote empezara a ganar prestigio. Con el tiempo, se convirtió primero en campeón de la categoría cadetes, que es la primaria, después en categoría juniors y, la seniors, que es la última”.
“Tengo la suerte que mis tres hijos mayores tengan historias deportivas. Son chicos de mucha dedicación, aprendieron mucho porque de chiquitos los llevaba a las carreras y tomaron como norma la actividad. Carmen Elizabeth fue campeona argentina de fitness en cuatro ocasiones y dos veces en Chile. Daniel es profesor de artes marciales. Y Rosario Soledad es profesora de educación física y de danzas folclóricas”.
Sostuvo que en la historia de la Escuela de Prefectura nunca hubo un bote de estas características. “Los hubo, pero nunca alcanzaron esa dimensión. Tal es así que ese bote compitió para el Panamericano que se hacía en Brasil, en 1968. Eran dos botes, el Club San Fernando y la Escuela de Prefectura. En esa oportunidad, ganó San Fernando, por lo que tuvo la posibilidad de ir a correr a Brasil y con la suerte que ganó el Sudamericano. Fue una carrera espectacular porque se ganó por lo que se llama una tela. La tela se considera en un bote, un metro desde la bolita de la proa hacia la popa. O sea que esa carrera se gana por un metro. Eso fue un poco la historia del remo”, rememoró quien, tras el deceso de su primera esposa, Carmen Catalina Mascardi -madre de Carmen, Daniel y Rosario-, contrajo matrimonio con Mirian Mabel Ferreira, con quien tiene dos hijos: Alan Agustín y Santiago Nicolás.
Acá, en algunas oportunidades, “tuve charlas sobre la actividad, pero, como no hay botes, no hay elementos como para practicar, se torna un poco difícil. Ese es el tema del remo acá en Misiones”.
Porqué el desconocimiento
Contó que, en alguna época, el remo tenía en Posadas alguna trayectoria menor en el Club Rowing, en la desembocadura del arroyo El Zaimán. “Eran botes donados, creo que por la Marina -estoy hablando de hace más de 40 años-, y nunca habían sido ocupados, quizás porque no había personal técnico para enseñar. Como eran botes antiguos, se fueron deteriorando. Actualmente, no hay botes acá. Existe una nueva comisión de remo que se está gestando, de la que soy socio honorario, que tiene intenciones extraordinariamente buenas, a la que Yacyretá estaba por ceder un predio de 400 metros sobre la margen oeste el arroyo Mártires. Es incipiente, y hay algunos botes particulares, nada más. No es como la piragua o el kayak, que están vigente desde hace mucho tiempo”.
Pero el remo olímpico, que es el que le toca de cerca, “está en pañales en esta ciudad, donde tenemos un río estupendo. Las carreras más próximas se hacen en Corrientes, Paraná, Santa Fe, y el pulmón más grande está en Capital Federal, en el Tigre. Es donde corríamos. En ese entonces, todas las carreras de niveles altos se hacían allí”.
Pedro, su papá, nació en Azara en 1911 y fue Granadero a Caballo. Un hermano suyo había ido a Buenos Aires a estudiar al colegio Don Bosco, y lo invitó a sumarse para que terminara allá la escuela secundaria. Siguió sus consejos y, con 18 años, Pedro se incorporó como granadero. “Estuvo unos años y después vio la posibilidad de ingresar a Prefectura Naval, ya que había unas vacantes en Corrientes capital. Se incorporó y terminó su carrera como personal de esa fuerza”, dijo, quien tiene de su padre, recuerdos extraordinarios. Es que, además de ser un referente de lo que fue el Ejército de San Martín, tenía unas cualidades estupendas, extraordinarias. Era un padre excelente, de quien tengo excelentes recuerdos y referencias”.
Reiteró que “tenemos acá, algo que pocas provincias tienen, como lo es el río. Hay provincias mediterráneas que no tienen un solo curso de agua que les permita hacer lo que nosotros podemos hacer acá. Lo que más hay es el kayak, canotaje, pero no remo olímpico. Tenemos un espejo de agua extraordinario para eso como lo es el arroyo Mártires. Reúne tres kilómetros de largo desde la desembocadura en el Paraná hasta su naciente. Tiene barrancas altas que permiten contener el viento, y es un espejo de agua prácticamente estancado, lo que facilita totalmente la navegación a remo. Siempre comento y lamento que con las cualidades que tenemos, desperdiciar el agua, es una barbaridad”.
“Tenemos una juventud muy sana, muy buenos deportistas. Si se volcara esas personas hacia la actividad del remo, tendríamos un éxito tremendo. Tenemos mucha influencia extranjera, gente fuerte, alta, que creo que puede andar muy bien para conformar equipos de remo en Posadas”, subrayó.
Haurech entiende que tuvo demasiada suerte con el deporte, porque “más allá de la dedicación a veces hay una cuota de suerte en esto. No siempre se gana. Requiere no solamente tiempo en cuanto al entrenamiento sino un conjunto de cuestiones como el sueño, la alimentación, el control médico, cardíacos, pulmonares, cuestiones físicas en general como la parte ósea. Siempre estuvo con seguimiento médico”. Un deporte de gran capacidad, como el remo, “es un deporte muy violento, porque se corre una competencia de dos kilómetros en un sprint, se sale a full y se llega a full. Se hace una cancha de dos kilómetros en seis minutos en un bote de ocho. Para agarrar esa velocidad, el remero sale a cien por hora y llega a cien por hora. Requiere un control médico demasiado estricto, es muy violento, muy duro, el ciclismo es un poco más leve porque, si bien las trayectorias son mucho más largas, lo que tiene es que hay períodos de armonía, de descanso, y después se produce el sprint final, que como todas las cosas se define en las carreras”.