Rutinas. Estudiar. Trabajar. Cumplir con una agenda social y los estándares que la “generalidad” demanda… A veces dejar de vivir en un eterno “The Truman Show” y encontrarse significa armarse de valentía y hurgar, en uno mismo y, casi como una penitencia, en el sistema. Luego, estar dispuesto a perder. Hacer a un lado la “aceptación”, incluso de la familia, para vivir. Sí, vivir, no subsistir, coexistir, respirar, sobrevivir o existir. Hay quienes lo logran. Pocos. Y sus historias se convierten en “fuentes de inspiración”. La de Sebastián es una de ellas.
Sebastián es licenciado en Antropología Social. Tiene 44 años recién cumplidos. Pasó casi cuatro décadas “encerrado” en una vida que no era la que deseaba, por el solo hecho de haber nacido en un sexo con el que no se identificaba.
“Crecí escuchando que el travesti era un hombre que se vestía de mujer para ejercer la prostitución. Tenemos una cultura machista, por la que los gays sufren muchísimo más, es una sociedad en la que se premia a lo masculino. Por eso para mí es súper importante remarcar que soy profesional, que tengo familia, que tengo una vida digna”.
Recordó que “quería hacer el secundario en el Industrial, porque me gustaba todo lo que tenía que ver con la construcción, a los ocho o nueve años yo sabía que en ese mundo quería estar, que iba a ser arquitecto. Y no me dejaron, era una nena. Y en aquella época no estaba bien visto que una señorita vaya a una técnica. Entonces fui a un colegio de monjas. Aprendí a bordar, a coser… Traumático. Pero en ese entonces no entendía que era por mi identidad. Yo quería la ropa de grafa, no un guardapolvo con tablas. Pero no se sabía, no existía, no se hablaba de la identidad de género. No pude estudiar arquitectura, porque no había en Posadas, tenía que elegir una carrera en la ciudad, comencé a cursar dos, Diseño Gráfico, en el Montoya, y Antropología Social, en Humanidades. Me iba bien en las dos, las llevaba paralelamente, luego me incliné por Antropología, era más completa”.
Ingresó en la UNaM en 1998. Se recibió en 2006. “Al principio iba rápido, luego me puse en pareja y me costó más. En 2005 nació mi bebé, mi primer bebé, y ya fue más difícil, terminé la tesis a la madrugada, amamantando a mi hijo”, añadió e insistió en que incluso con semejante título en sus manos, no consiguió trabajo, “perdí la cuenta de la cantidad de currículum que hice, y no me tomaban en ningún lado, no me daban trabajo ni para barrer el piso. Entonces aprendí a hacer una huerta, me hice una en el fondo de mi casa, después nos fuimos con quien era mi pareja y mi bebé a la chacra, viviendo allá, en 2009, me embaracé de mi hija”.
En 2016 se separó y regresó a Posadas. “No conseguía trabajo en nada que tenga que ver con mi profesión, sólo ad honórem en un proyecto de investigación en la facultad, empecé como para meterme mientras hacía trabajos de costura, cerámica… hasta 2018, cuando conseguí mi primer puesto como profesional, doce años después de haber egresado de una de las carreras más difíciles y habiendo pasado por grandes períodos depresivos. Pero la peleé dignamente”, confió Sebastián.
Y reconoció que “cuando me separé, me empoderé, fue como decir ‘ahora voy a hacer lo que yo quiero’, porque fueron años de haber pasado un montón de cosas, en los que estuve en una situación de sumisión de la que me tuve que retirar haciendo denuncias, tuve botón antipánico. Fui a terapia, mucho tiempo necesité ayuda psicológica”, pero la vida le fue mostrando el camino, “y empecé a descubrir mi identidad, me corté el pelo cortito, empecé a usar ropa de varón, ya no ropa femenina pero floja, con la que escondía mi cuerpo, que nunca me gustó. Ya había sufrido tanto que me dije ‘basta’”.
“Antropología te abre la cabeza, te muestra que según las diferentes culturas tenés diferentes costumbres, no es lo mismo una sociedad que otra, pero aun así en ese momento no sabía de mi identidad, sí me vestía como quería, pantalones y remeras flojas y no se me juzgaba, quienes cursan en Humanidades no tienen un estereotipo, se puede ser libre, eso me marcó”.
Finalmente, en 2018 consiguió trabajo como profesional y empezó a decir socialmente su nombre masculino. Para enero del año siguiente hizo la rectificación de DNI y en febrero comenzó a hormonizar su cuerpo. En julio se sometió a una mastectomía y “mi vida comenzó a mejorar”, dijo y reconoció que “mi familia se fue acostumbrando, también tienen que ir haciendo ese pasaje, esa transición, de a poquito, fueron acostumbrándose al nombre y al tipo de personas con las que me relaciono”.
“Lo que yo era”
Sebastián explicó que “una cosa es la orientación sexual y otra la identidad de género, conceptos que yo también fui aprendiendo en la militancia, estuve varios años en el Colectivo 108, conocí a varones trans y me di cuenta lo que era, lo que yo era”. E hizo hincapié en que “el concepto más conocido es el de sexo, el sexo biológico, mujer, varón. Luego, en los años 80, el feminismo anglosajón empezó a incluir el concepto de género, como para hablar de las diferencias que impone la sociedad a una persona según si se identifica de forma femenina o masculina, entonces socialmente te dicen que las mujeres deben usar pollera y los varones pantalón, todas las mujeres usan pollera. Si la sociedad te dice ahora sí las mujeres pueden usar pantalones, todas usan pantalón. Es la cultura la que va marcando lo que puede o no hacer un género”.
Diferencia que, aseguró, se ve incluso entre las personas trans, entonces las mujeres trans se comportan como dice la sociedad y los varones trans igual. Por eso la mujer trans es como obligada a ser un objeto sexual y el varón tiende a ser muy masculino, violento, proveedor. Extremos de los que también es bueno salir y se logra permitiéndose ser sin tener en cuenta lo que van a decir los demás, buscando lo que uno siente, lo que uno es”.
Además, admitió que “cuando descubrí mi identidad no tenía el acompañamiento de nadie, estaba muy mal económica y emocionalmente, estaba destruido y me di cuenta de mi identidad, no tenía absolutamente nada a favor y, para completar, ya era re grande. Pero averigüé, lo quería y cuando uno quiere tiene que encontrar la forma” y la encontró. Hoy está en el lugar que buscó, aunque siempre “remarco ciertas cosas, sabiendo que es necesario, por ejemplo, mostrar que soy profesional, que tengo familia, que tengo una vida digna, es súper importante”, enfatizó Sebastián.
Precedente
Sebastián se vio en la necesidad de rectificar la partida de nacimiento de sus hijos, porque con su nuevo nombre esta queda inválida. “Cuando fui al registro, llamaron a Buenos Aires porque no sabían cómo se tenía que hacer, concluyeron en que debía tener la autorización de un juez, para lo que necesitaba un abogado, era todo un proceso judicial durante el cual mis hijos estarían sin partida de nacimiento. Finalmente, un día me llamaron al Registro de las Personas a una audiencia con la directora, quien me pidió disculpas y me dijo que lo iba a hacer expeditivo, sin necesidad de un juez. Y en una semana tuve la documentación rectificada”, contó Sebastián.