“Mamá resuelve, mamá acompaña, mamá va y viene, mamá cuida, mamá abraza, mamá se posterga, mamá reta, mamá cocina, mamá mima, mamá comparte todo, mamá espera, mamá se reorganiza a último momento si es necesario, mamá corre, mamá lleva, mamá trae, mamá consigue lo que piden en el colegio, mamá escucha críticas, mamá aguanta, mamá perdona, mamá comprende, mamá duerme poco, mamá come frío, mamá hace malabares para que nada falte, mamá lleva al médico, mamá ordena, mamá educa, mamá está. Mamá siempre está”.
No sé a quién pertenece el texto, me gustó, me sentí identificada con un montón de esas situaciones que disfruto, porque ser la mamá de Juan Pedro y Marcos es de las cosas más lindas de mi vida.
Pero también advierto los riesgos de los modelos hegemónicos y los estereotipos, sobre todo en una cultura de tanta madre italiana, judía y española, esa sobreprotectora y madraza que nos transmite una impronta “sacrificada” para ser “buena madre”, atravesándonos.
Muchas veces a la mujer se nos exige el sacrificio y acá es importante distinguir esfuerzo de sacrificio, porque en éste último corre sangre, en los sacrificios hay víctimas, se exige lo sobrehumano.
¿Qué pasa cuando no podemos? ¿Qué se le exige a la madre?
Validemos la maternidad y sus rastros, validemos las ambivalencias, validemos el no puedo, porque a veces, queremos con todo el alma pero no se puede y no llegamos a la reunión de padres ni presencial ni por zoom.
No validarlo y manejarnos en base a estereotipos de Instagram en el que todos son felices y perfectos y van de fiesta en fiesta, nos llena de culpa o nos hace sentir raras cuando no encajamos.
La maternidad atraviesa a la mujer en toda su historia. Desde que nuestros hijos llegan a nuestra vida, así como abren espacios maravillosos, ocupan otros. Espacios que no se pierden aunque momentáneamente tengamos que suspender y reconstruir identidades.
Y si bien, puedo asegurar ahora que JuanPe y Marcos están más grandes, que he recuperado muchos espacios. Lo cierto es que aparecen nuevos desafíos por ejemplo, cómo construir el vínculo desde un espacio de no necesidad, de adulto a adulto, cómo acompañar sin invadir y mostrar ese amor incondicional que siempre sentiremos.
¿Hay una mamá correcta?
Creo que la mejor mamá es esa que pueda abrazar todas las emociones, trabajarlas y transitarlas, dando la bienvenida a este proceso que implica reconstruirnos y repensarnos cada vez que viene un hijo. Sé que no es fácil, a veces molesta cuando veo a algunas madres que con liviandad me confiesan que no van a la reunión de padres acordada porque son un embole -y muchas veces lo son-, aparecen los juicios propios de encontrarnos con alguien que resuelve diferente.
Las invito a revisar juicios, creencias, validar acompañamientos, porque si bien es cierto que mamá puede mucho, también es cierto que otras veces no llegamos. Hoy, por ejemplo, día de la madre, me encuentro cursando una especialización. Salgamos de las polaridades, validemos las mil y una maneras de ser madres y disfrutemos de éste día, amando a lo más preciado de nuestra vida.