Deisy una salchicha viejita, algo canosa pero siempre tiene un salto y un lengüetazo para regalar y es la mamá de Felipe. ÉL es el que marca el territorio y celos.
Un salchichón sin muchas pulgas al igual que su carácter.
Pila, la preferida de Fabio lleva ese nombre por la canción que dice: “tengo pilas para rato…” y como ella es de alegres rondas y ágil le quedó de diez el nombre.
Gringa es flaca y sospecho que se mantiene en línea para poder atravesar los barrotes del portón y salir a pasear. Es hermosa y saluda tomándote con las patas delanteras, cual perfecto abrazo.
Cada cual, con su manera de brindarse, ninguno con cadenas sino una cerca con un patio perruno y una cucha comunitaria (planta baja y primer piso).
Una más, la pequeña de raza pincher Maya. Mi hijo Martín pedía siempre uno de esa raza, pero como ya teníamos tantos perros y nos contaban que los de esa raza son inquietos, decidimos rotundamente un NO.
Cuando fue a la facultad volvió a pedir para su cumpleaños y justo en el barrio habían nacido un par. Fuimos a verlos, pero ya estaban reservados. Su compañera del secundario, Karen se la cedió. Feliz con su perra fue a Oberá para estudiar. La llamó Maya, simple, pero tan especial. Cuando cambió de departamento no le permitieron mascota y así llegó a casa.
Ella determinó que dormirá en casa no en cucha por eso espera gustosa el baño diario, algo de comida cocinada no sólo balanceado. Es la que diariamente encamina a los demás al patio perruno con un par de ladridos y puntualmente a las 6 hs. Fue compañera cuando hubo enfermedad e invitó con miradas y casi hablando: levántate, debes caminar, tu puedes.
Es la mano derecha para ir a la chacra y cuando descubre que me pongo la calza se alista para caminar, no importan doce o quince kilómetros. Compañera de caminatas, en días duros nos recibe moviendo su corta colita y el cuerpo entero. Así logra pintar una sonrisa en nuestras caras, disminuir nuestro estrés y colorea todo el contexto.
No podríamos vivir sin mascotas. ¡Gracias! Irene Waidelich.