Mi primer contacto formal con esta cultura y filosofía de vida fue con el Profesor Osvaldo Svanascini, de la Escuela de Bellas Artes (Buenos Aires). Escritor, crítico y poeta, premiado con la Orden del Sagrado Tesoro del Japón.
Transcurrieron años, viviendo ya en Posadas, en 1986 tuve el honor, (gracias a mi amiga Isabel, integraba un grupo que estudiaba y trabajaba con la significación de Yoga, su fundamento filosófico), de conocer a la Maestra Indra Devi, trascendente vivencia, su nombre lo significa todo.
Yo continué mi vida alternando con clases de yoga, con Ana María Chavanne en la Catedral, un corto tiempo con Gucha Solís. Quienes hemos pasado por esta experiencia que, no es solo un trabajo corporal, es un modo de vida, un saber vivir en lo espiritual y material.
En esencia es como el Teko Porá, nuestro y de toda Amerindia. Luego de casi 15 años de ausencia, vuelvo a Posadas, mi espíritu agitado busca la paz, la serenidad, que estas prácticas con profesionales del buen vivir, nos enseñan.
Busqué y la encontré. Humilde, serena, virtudes que admiro, quizás porque aún trabajo mucho por lograrlo en lo personal. Me cuenta, a muchos nos sucede, llegas a un estado de inconformismo de tu vida, ¿cuál es el sentido? Vivir y transcurrir como dice la canción y se animó, estudió, se perfeccionó y continua ahora con meditación, poco a poco, comenzó hace 11 años.
Para ella estamos en un cambio de paradigma, necesitamos herramientas de sanación, el yoga: que es un camino individual, interno, de esfuerzo, de calmar la mente y espiar por la “puerta de la motivación”, la escuché y me quedé con ella. María José: “yo sé que voy creciendo, soy respetuosa, pienso, digo, hago”.
Busquemos nosotros también una mano amiga (profesional) que nos ayude a calmar el espíritu, escuchar el corazón y mejor aún si nos ayudan a mejorar nuestra salud física.