Si alguien te miente, te estafa o te traiciona, te sientes como una víctima. Esa es tu verdad y entonces empiezas a medir con ella todo lo que te ocurre.
Es peor si le cuentas esta “verdad” a los demás porque harán causa común contigo.
Dirán: “¿Pero cómo te pueden hacer daño, si eres una persona tan buena?”. Eso es un gran error, porque recibirás los efectos de las causas que has generado.
Tus miedos a la crítica, a no ser lo suficientemente bueno y a no ser merecedor te harán sentir rechazo y abandono.
Así, todas las acciones de la gente a tu alrededor aumentan en ti la sensación de ser víctima de los acontecimientos.
Es muy normal que los seres que están a tu lado sean los que más generan en ti estas emociones negativas.
Estás midiendo la “verdad” a partir de los efectos que sientes y no a partir de las causas que has generado. Esa no es la verdad. Esa “verdad” medida desde los efectos te hace sentir una gran decepción. Sientes que vives una vida injusta y empiezas a cuestionarlo todo.
Sin embargo, recuerda que debes abandonar el papel de víctima. Nunca conocerás del todo lo que ha llevado a tal o cual persona a actuar de determinada forma.
Así pues, deja de pelear por tu “verdad”. No tomes decisiones, adoptes actitudes o dirijas palabras hirientes pretextando que “soy honesto conmigo mismo”, o que “siempre digo lo que pienso”.
Todo eso no es hablar con la verdad, porque al hacerlo casi siempre estás siendo llevado por emociones negativas.
Y esas emociones se generan cuando crees que te han engañado o que no se cumplieron tus expectativas.
Podrías preguntarte: “Entonces, si no puedo decir lo que siento ¿dónde está la verdad?”. La honestidad no está ligada al resentimiento.
No olvides que defender tu verdad no equivale a decir la verdad.
No caigas en el desequilibrio o la desesperanza. Algunos llegan al punto de ya no creer en la existencia de algo superior.
Lo más irónico es que dejas de creerlo justo en el momento en que se planta delante de ti.
Y lo hace para que esas causas que has generado se equilibren y dejen de hacerte daño.
Debes descubrir este entramado, porque no te conviene volverte ateo en el preciso momento en que tienes a Dios delante.
Para verlo, debes dejar de culparte y de culpar a los demás sin ver el equilibrio en cada acto de tu vida.
Un ser humano en estado de ascensión ya no mide el bien o el mal que le hacen; solo vive.
Y cuando logras vivir sin medir y sin juzgar, las cosas simplemente suceden.