En septiembre celebramos el Mes de la Biblia, recordando a San Jerónimo, que tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín. Gracias a la dedicación y amor que puso al servicio de la Palabra de Dios, tenemos la oportunidad de leer en nuestros idiomas y meditarla en cada uno de los hogares. Es un tiempo en que la Iglesia, nos invita a fortalecernos espiritualmente dando un lugar primordial a la Palabra de Dios en nuestra vida. Al iniciar este mes, es oportuno reflexionar y descubrir la importancia de la Palabra de Dios en nuestra vida, la que nutre y fortalece nuestra fe.
La lectura y meditación de la Palabra de Dios, nos ayuda a significar los acontecimientos de la vida desde Dios, transcendiendo nuestros límites humanos y llenándonos de esperanza como lo hicieron los personajes bíblicos. Cada vez que meditamos la Palabra, dejamos que nuestras voluntades sean orientadas por las verdades que ella transmite.
San Pablo nos inspira sobre el gran valor que tiene la Palabra de Dios, a través de su carta a Timoteo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Tim 3:16-17) .
Todo cristiano que quiere vivir la fe, encuentra en la Palabra de Dios, la guía que orienta nuestra vida. De alguna manera nos acerca al pensamiento y a la voluntad de Dios. La palabra de Dios nos va modelando como cristianos. Es la Palabra la que abre las puertas al misterio de Dios. Cuando la leemos y meditamos nos vamos identificando con la voluntad de Dios que se manifiesta en nuestra vida.
Nos dice San Pablo: “Que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, Él nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos establecidos, así las que están en los cielos como las que están en la tierra” (Ef 1, 8-10).
La Palabra de Dios, nos lleva a la oración. En los salmos podemos descubrir una inmensa fuente de inspiración para la oración. Es allí donde encontraremos la fortaleza e inspiración para superar tantas situaciones difíciles de la cotidianeidad. Hay salmos que nos hablan de la alegría, de las dificultades y conflictos, de la esperanza, del abatimiento, del dolor, de la liberación y la justicia, de la creación, de la misma Palabra de Dios… animándonos a hacer oración de los distintos momentos que vivimos como personas y familias.
Una de las maneras más sencillas y prácticas de aprovechar la gran riqueza de la Palabra de Dios, es a través de la metodología de la lectura orante de la Palabra. Es un ejercicio sencillo que contribuye con el crecimiento de nuestra fe. Los cuatro pasos sencillos que nos ayudarán a significar la Palabra de Dios en nuestra vida son: 1- Lectura. 2- Meditación de la Palabra – qué me dice a mí la palabra. 3- Oración – qué pido a Dios para mi vida desde la Palabra meditada. 4- El compromiso – las acciones que estoy dispuesto a asumir para que la Palabra se encarne en mi vida.
Que estos cuatro pasos, de la lectura orante de la Palabra, nos impulsen a orientar nuestra vida desde las verdades del Evangelio. Que la Palabra leída y meditada nos mueva a la acción. Que toda su fuerza transformadora se relacione en forma directa e inmediata con los problemas, crisis, miedos y esperanzas…de cada día. Que recuperemos la frescura y la fuerza de la Palabra, para que sea el verdadero alimento espiritual y que reine en nuestros corazones.