Así es el título de una canción que por casualidad escuché, un cantante desconocido para mí y una letra que enseguida me invitó a sentarme a escribir.
Hablaba del buen amor, de esa persona que aparece cuando ya él no esperaba encontrar a nadie, cuando imaginaba que su vida sería estar solo.
Pensé, lleva un tiempo entender que nadie te cura las heridas sino que uno toma la decisión de curarse, de volver a confiar, de abrir el corazón, de darse la oportunidad de volver a amar.
Pero todo es un proceso que se va dando de a poco, y esto es cuando empezamos a entender que no necesitamos de alguien para sentirnos completos o para ser felices, y aprendemos a disfrutar nuestro tiempo solos, y también en compañía.
Valoramos las muchas veces que caídos nos levantamos y sentimos un gran amor por nosotros, la decisión de que si alguien va a formar parte de nuestra vida es para compartir lo que cada uno ya es, nadie completa a nadie, se comparten y se potencian.
Ese buen amor, si aparece, está al final del camino, luego de recorrer un proceso que tiene varias estaciones, y la primera es amarse a uno mismo.
Cuando aprendemos a amarnos a nosotros, solo aceptaremos relaciones que nos hagan sentir amados, la siguiente estación es entender que nadie tiene la responsabilidad de hacernos felices, esa es una elección personal, de cada día, y somos nosotros los únicos que podemos tomarla y hacerla realidad.
La siguiente estación es sentirnos que somos merecedores de un buen amor y por tanto no queremos nada que sea menos que eso.
Y siguiendo en este camino imaginario, la próxima estación es creer que ese amor es posible, no es algo sólo de las novelas. Se puede encontrar una persona con la cual compartir, reír, llorar, afrontar riesgos, abrir el corazón y sentir toda la pasión. Creer que es posible lo acerca aún más.
Entender que el buen amor llega solo, no es algo que uno sale a buscarlo, son energías que se atraen cuando es el momento adecuado, pero para que un encuentro mágico se produzca, internamente primero, tuvimos que habernos dado el permiso para volver a amar, o para amar por primera vez, o para conocer una forma de amor que hasta el momento nunca lo habíamos experimentado.
Finalmente es también aceptar que el buen amor puede nunca llegar y desprenderse de la necesidad que llegue, cuando ya no estamos ni buscando, ni necesitando, cuando aprendimos a amarnos y valorarnos, entendimos que somos nosotros los únicos responsables de nuestra felicidad, nos sentimos merecedores de ser amados y creemos que el amor completo es posible, el terreno para que el buen amor llegue, está preparado.