Este 21 de agosto recordamos el “Día del Catequista”, celebración que nos invita a reflexionar sobre este ministerio tan importante para el crecimiento de nuestra fe. En la celebración de esta vocación, es oportuno que podamos repasar sobre el valor de la fe en nuestras vidas y la necesidad de cultivar el don de la fe en nuestros niños y jóvenes.
Por el gran valor que representa la vocación y el servicio de miles de catequistas en el mundo entero, el papa Francisco promulgó el nuevo ministerio de catequista a través del documento Antiquum ministerium. Desde ahí el papa Francisco enfatiza la vocación del catequista confiriéndole a los laicos del mundo entero el ministerio del catequista.
El ministerios laical del catequista, se apoya en el llamado que todos hemos recibido de desde nuestro bautismo a anunciar el mensaje de la fe y lograr la transformación social. Es un llamado para escuchar la voz del Espíritu que siempre está presente en nuestras vidas.
Desde este llamado bautismal tenemos la misión de reavivar la consciencia y despertar el entusiasmo para vivir la fe en el seno de la comunidad.
En los momentos de desaliento e incertidumbres, todos necesitamos ser animados y acompañados desde la fe, para poder significar los acontecimientos de la vida y sentirnos fortalecidos por el amor de Dios. La fe en Cristo nos llena de esperanza y fortaleza ante las adversidades de la vida.
San Pablo nos enseña que “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb 11,1). Es el gran motor de nuestra vida como cristianos que caminamos hacia la vida eterna. La fuerza que nos da la fe en Dios, nos sostiene ante tantas adversidades de la vida. El día del catequista nos recuerda la misión que tenemos de animar a los otros en la fe, como nos diría San Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizara!” (1ª Cor 9,16).
La celebración del día del catequista de este año, nos invita a profundizar la dimensión misionera de nuestra fe, que desde su compromiso bautismal asumen la misión de servir animando a otros en la fe admitiendo una total “fidelidad al pasado y la responsabilidad por el presente” logrando la transformación misionera que la Iglesia ha emprendido”. El catequista tiene la misión de construir una profunda espiritualidad, centrada en la persona de Cristo.
Los catequistas tienen la misión de salir al encuentro de “los muchos que esperan conocer la belleza, la bondad y la verdad de la fe cristiana”; la verdad de la fe en Cristo transforma a la sociedad. Es este gran misterio del amor de Dios que nos hace entregar la vida en el servicio generoso, compartiendo una verdadera experiencia de amor, que se transmite con la vivencia personal y comunitaria de la fe en Dios.
La fe se educa con el testimonio. El/la catequista tienen la misión de ser luz, iluminando las oscuridades de la vida desde la fe en Cristo. El primer paso para dar testimonio de la fe, es profundizando la propia fe: con la lectura y la meditación de la Palabra de Dios; oración personal y comunitaria que nos ayuda a significar nuestras realidades; en la vivencia plena de la Eucaristía que se celebra como acción de gracias y ofrenda; en la vivencia de la caridad y la solidaridad con los más necesitados que nos hace ser testigos fieles de la gratuidad y la belleza del amor de Dios en la vida.
La vocación del catequista también realza el valor de la gratuidad en nuestra vida. El don de la fe que hemos recibido gratuitamente se comparte con amor, generosidad, alegría y esperanza. Que este día del catequista que celebramos, nos ayude a crecer en la fe, haciendo que el amor de Dios esté cerca de cada uno de los niños y jóvenes, re significando sus vidas.
¡FELIZ DÍA A TODOS LOS CATEQUISTAS!