Familiares, amigos y personas destacadas de San Ignacio, pusieron de manifiesto en las alocuciones realizadas en el acto de despedida, la prolífica labor desempeñada por la docente Susana Elba Dostal (63), como directora de la Escuela 719, como vecina, y como actor social y político del municipio.
Después de más de 40 años de docencia, se acogió al beneficio de la jubilación, pero aseguró que “no pienso quedarme de brazos cruzados. Hoy mismo acompañé a dos jóvenes discapacitados a realizar un trámite bancario”, manifestó en una comunicación telefónica con Ko´ape.
Por circunstancias de la vida, nació en Posadas, pero su familia residía en Corpus. Cuando tenía dos años, se trasladaron a la colonia de General Urquiza, al fondo de Santo Pipó. Se radicó en San Ignacio cuando comenzó a estudiar magisterio, “porque en esa época eran muy pocas las posibilidades de estudiar. Vivíamos en la chacra, alejados de todo. Quería seguir lengua y literatura, que se podía solamente en Posadas, donde ya existía el Instituto Montoya, pero la situación económica de mi familia no era favorable en ese momento. Entonces quedé aquí. Increíblemente, me recibí, y al otro día empecé a trabajar”.
El primer destino fue la Escuela Nº 50, de Corpus, en la que habían hecho la primaria sus padres, Francisco Dostal y Ana Barrios. “Fue muy emotivo para mí porque en los libros históricos de ese establecimiento encontré las firmas de mis abuelos, y fotografías suyas de cuando iban a los actos. Ellos habían venido desde Hungría junto a toda la colectividad que se radicó en la zona de Corpus”, recordó.
Después de cinco años en esa escuela tuvo que renunciar porque paralelamente, a los dos años de estar trabajando allí, “me salió un doble turno en el paraje Santa Rosa, en el último distrito del municipio de Gobernador Roca. Así fue que me quedé con los dos cargos de la Escuela 259. Me titularicé por concurso en el año 1985, y trabajé ahí hasta 1989 porque, como estaba esperando a mi segundo hijo, pedí mi traslado a San Ignacio”.
“Siempre digo que fui una persona muy favorecida por Dios porque justo se creó la Escuela 719, que es donde pude realizar toda mi carrera docente, donde fui muy feliz en el desempeño de mi tarea, porque conocí a gente maravillosa de la comunidad y a mis colegas. Pude realizar muchas actividades sociales”, comentó, quien se define como “una persona muy inquieta”. Es que, “nunca pude quedarme de brazos cruzados cuando veía las necesidades de la gente. En la zona se fueron formando barrios periféricos producto de desalojos y de reubicación de familias a causa del avance de las obras de la represa de Yacyretá. Así se fueron armando los barrios donde a mí me tocó trabajar, donde había muchas necesidades, me tocó trabajar al lado de gente maravillosa, de colegas que acompañaron ese trabajo social tan importante en estos asentamientos”, agregó. Debido a que su cuñada desempeñaba tareas en la ANSeS, posibilitó a que “pudiera tramitar muchísimas pensiones, jubilaciones, ayudaba a hacer trámites, a sacar los turnos, porque a veces la gente no entiende, conseguíamos sillas de rueda para los chicos con capacidades diferentes, todo esto, al margen de la tarea docente”.
Con más de 40 docentes, la escuela era exitosa. Comenzó en 1989 con dos “aulitas” de madera que parecían un “pañuelo” en medio de la nada porque no había muros perimetrales, ni tejido, carecía de agua y de electricidad, pero “fue creciendo, increíblemente, en la medida que crecía el barrio, con el esfuerzo de los docentes y de los padres”. Los fines de semana “ayudábamos a construir las aulas, a levantar las paredes, a pintar. Fue una experiencia muy linda. Después la escuela entró a los distintos programas de mejoramiento, de construcción de aulas, y actualmente es una escuela muy moderna, muy linda. Está a dos cuadras de la ruta, pero del otro lado del pueblo. Es una escuela suburbana, pero es la única del municipio que tiene jornada extendida”, celebró Dostal.
El establecimiento se ubica en el barrio “El Solar”, que es pequeño -tiene 16 manzanas- y se encuentra a 800 metros del barrio “Evita”, que es muy populoso y alberga a unas dos mil familias, además del barrio San Sebastián, donde existen muchas necesidades. Desde todos ellos, envían los chicos a la 719, que fue la única escuela del municipio que tuvo la modalidad EGB3. “Fuimos aprendiendo, acomodándonos a lo que significa el avance de la educación, de las nuevas leyes, los nuevos programas”, acotó.
Según Dostal, para la despedida “me estaba preparando desde hace mucho tiempo, porque digo que viví mi vida en la escuela, desde los seis años que empecé primer grado en la Escuela 365 de Tungoil, en Santo Pipó, nunca más dejé de ir. Tuve grandes maestros que fueron mis musas inspiradoras para que decida ser docente”, agregó.
“Creo que me llegaron profundamente las enseñanzas de los maestros que tuve en la primaria. Nunca me saqué de la cabeza a la señora Irma Storti de Pigerl, la mamá de los médicos, ella fue mi maestra y es un ser muy especial en mi vida porque me inculcó el amor a la educación por la forma en que ella nos enseñaba y nos leía los cuentos. Era increíble”, aseguró la madre de Pablo y Hernán Herrera, que residen en San Ignacio, y de Leandro Ezequiel, ingeniero agrónomo, que vive en Irlanda.
Con las personas “que quiero”
Toda la vida de Dostal transcurrió en la escuela. Fueron 43 años de docencia. “Tramité mi jubilación sola, sin intermediarios, y el día que me dijeron que estaba jubilada, me asusté. Me largué a llorar de la emoción y no paré desde Posadas hasta San Ignacio. Mis colegas me despidieron con un acto hermoso. Estaban las personas que quiero, de la institución, y personas representativas del pueblo. Fui concejal en alguna oportunidad, me gusta mucho la política que hace cosas por la gente, siempre me involucré y siempre estuve al servicio de las autoridades locales. Trabajé en conjunto con Salud Pública, con la gente del nosocomio local, haciendo trámites para que el hospital vaya a la escuela. Las enfermeras venían todos los años a vacunar a nuestros alumnos para evitar el flujo de gente hacia el pueblo. Es que muchas veces los padres se dejan estar con las vacunas por la incomodidad que genera ir muy temprano, o el hecho de esperar. Siempre estuvimos trabajando en redes con otras instituciones para beneficiar a las familias de la comunidad. Y toda esa gente estuvo presente”, manifestó, emocionada.
Entre ellos, estuvo presente el médico David Manuel Rebatta Ovalle, que es un “gran amigo de mi familia. Cuando vivíamos en General Urquiza, era muy chica, y él tenía su centro médico en la empresa yerbatera Menocchio. Era muy próspera y tenía más de 300 familias trabajando allí. Él era el medico del lugar y como nosotros vivíamos en el entorno, él atendía a mis padres. Era muy conocido, un excelente médico, comprometido con su oficio. Era de visitar a sus pacientes en la casa, de llegar en cualquier momento para ver como estábamos”, contó. Sostuvo que tuvo la buena fortuna que “mis hijos siempre participaron y me acompañaron mucho en todo lo que hacía porque veían la pasión, ese ímpetu que ponía en mi trabajo. El más chico creció entre las maderas porque cuando íbamos a trabajar era bebé y lo llevaba. Siempre hubo una conexión muy fuerte con ellos, aun cuando estudiaban en Corrientes”.
“En junio de 2000 se hace cargo de la dirección de la Escuela 719 hasta su jubilación, dejando profundas huellas. Por su intensa labor educativa y social, se ganó el afecto de la comunidad que la despidió con una fiesta. El establecimiento, de modalidad jornada extendida, cuenta con un equipo de 42 personas, entre docentes, personal de servicio y cocineras. Y más de 400 alumnos. Es en la comunidad, un ejemplo de organización y de administración”.
Admitió que “somos una familia muy tradicionalista, éramos de sentarnos con mis padres a comer todos juntos a la mesa, no existía la tele prendida a la hora de comer. De hecho, conocí la tele cuando tenía quince años y mi papá decidía lo que íbamos a ver. No teníamos electricidad, por lo que andaba a batería. Nunca sufrimos violencia en el ámbito familiar, pero con las palabras y las miradas nos entendíamos. El respeto hacia los padres era impresionante y eso uno transmite”.
Otros desafíos
A pesar de estar jubilada, sostuvo que “no me alcanzan las horas del día porque me encanta el trabajo social. Justamente hoy fui a acompañar a dos personas discapacitadas que tenían que hacer sus trámites en el banco, que no saben leer ni interpretar lo que dice la máquina”.
Expresó que “con los ojos cerrados, volvería a ser docente porque me gusta enseñar. Además, una nunca deja de ser docente. Siempre estoy metida en algo que tiene que ver con la docencia. Tengo un excolega, que fue vicedirector -Pedro Velázquez-, con quien trabajamos muchos años y ahora está en la Biblioteca Pública de San Ignacio, que tiene más de 120 años. En cualquier momento me voy a sumar al equipo. En los pueblos como el nuestro hay que incentivar y motivar mucho a los niños a que vuelvan a la lectura de los libros, como era en nuestra infancia, y esa biblioteca tiene un caudal de libros impresionante”.
Rememoró que cuando trabajaba en la colonia, salía de San Ignacio a las 6 y viajaba en colectivo con muchas otras maestras que iban hacia el interior de la provincia. Luego tomaban un ómnibus local que las acercaba a la colonia, aunque en ocasiones iban a dedo porque la unidad no entraba cuando llovía, ya que los caminos eran de tierra. “Volvía a las 18. Era todo muy difícil, era la época del gobierno militar, la vieja de educación 1420 muy verticalista, había cosas de las que no se hablaba, como la educación sexual que no existía en la currícula docente. A eso lo fuimos aprendiendo con el tiempo, como pudimos, haciendo capacitaciones.
Como directora, Dostal desarrolló una extensa actividad social, brindando todo tipo de soluciones a las diferentes problemáticas de la comunidad, en la búsqueda constante de mejorar las condiciones de vida de las familias de los alumnos.
La primera vez que me designaron ni siquiera pregunté adonde quedaba la escuela, al otro día me presenté. Es muy distinto a lo que es ahora la docencia. El manoseo político que hay es lo que me movió a alejarme de la profesión, de los cargos y de los acomodos, las valoraciones, lo que es de público conocimiento que pasa en la Junta de Clasificación y disciplina. Soy una defensora de los derechos de los docentes. Lo que nos garantiza el trabajo es el título, y ahora no es así”, lamentó la abuela de los pequeños Julián, Joaquín y Delfina, a quienes considera “mis motores”, además porque “lo que no pudimos hacer con nuestros hijos, lo hacemos con ellos”.