Es aquello, la mano invisible que opera.
Es aquello “lo que es” quién sana y repara.
Es lo Más Grande, el alma toda que vuelve y nos toca para que podamos reconciliar y volver a unir lo que siempre estuvo junto.
Nada nos pertenece. Nada hacemos. No es nuestra obra. Sólo somos canales de amor y sanación.
Sólo podemos ser canales de unión cuando aprendemos a vaciarnos y dejamos que “eso” opere a través nuestro. Simplemente nos ofrecemos para que lo Más Grande opere a través nuestro.
No recibimos.
No canalizamos.
No interpretamos.
No buscamos resultados.
No dirigimos.
No tenemos una intención.
Simplemente sabemos que no podemos interferir ni modificar y nos corremos para que eso opere.
Entonces cuando el amor, la humildad y la compasión nos habitan podemos mirar todo con los ojos del amor sin intención, sin juzgar, sabiendo que todo es perfecto tal y como es.
Podemos poner al bueno y al malo juntos. A la víctima y el perpetrador, al excluido y al olvidado, a la oveja negra, al que estafó, al que abandonó, al que castigó.
Todos formamos parte. El lobo y la oveja. ¡Todos!
Y simplemente con la mirada integradora desde el amor sin juzgar “lo que es” pasa a través y repara.
Es la fuerza inicial de perfección, orden y amor que en algún momento se cortó o desvió su camino por un mal pensamiento, por el dolor o simplemente por un error.
Y sólo mirando lo que fue con amor y con los ojos de la aceptación todo vuelve a su lugar.
Es aquello lo que sana y opera cuando le damos la posibilidad de actuar.
Mirar con ojos de amor. Mirar con ojos de inclusión, mirar a todo y decir: “¡Sí a todo tal y como fue!”, nos permite comenzar a transitar la vía de la sanación. Ver, comprender, concluir. Instante de ver, tiempo de comprender, momento de concluir.