Un electricista fue condenado ayer a veinte años de prisión efectiva por el Tribunal Penal 2 de Posadas, que lo juzgó durante dos días por delitos contra la integridad sexual que tuvieron como víctima a su hija desde muy niña y hasta que cumplió 15 años.
La menor fue abusada sexualmente con acceso carnal en al menos tres ocasiones por su progenitor entre 2007 y 2011 en dos viviendas de distintos barrios posadeños.
La investigación y expediente se inició en 2012 en el Juzgado de Instrucción 2 de la Primera Circunscripción Judicial. La causa fue elevada a juicio en 2015 y la resolución se concretó ayer con el acusado en libertad antes de las audiencias y retirándose esposado por efectivos del Servicio Penitenciario Provincial con destino a la Unidad Penal I en Loreto.
Fue condenado por los jueces Gregorio Augusto Busse, Carlos Jorge Giménez y Ángel Dejesús Cardozo. La acusación correspondió al fiscal Vladimir Glinka y la defensa fue particular y encabezada por Mónica Olivera.
La sentencia fue leída a las 16.30 de ayer y tras más ocho horas de jornada de últimos testigos, incorporación de pruebas por lectura y alegatos. PRIMERA EDICIÓN fue el único medio presente y autorizado para la instancia por unanimidad por los camaristas tras la queja respectiva de la defensa.
El TP-2 determinó la culpa del encartado por los delitos de: “Abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo, tres hechos en concurso real, abuso sexual simple agravado por el vínculo, también en tres casos y concurso real y corrupción de menores agravada”.
“Para que aprendiera”
La decisión fue analizada tras el alegato de Glinka y la defensa. El fiscal solicitó 25 años de cárcel efectiva por la misma calificación y tras un relato con precisiones del padecimiento que atravesó al víctima.
Contextualizó: “Cierta predilección por la pornografía podría considerarse una práctica irrelevante si no afecta a tercero. De todas maneras no puede excluirse del análisis en este caso porque concurrió para la idealización de la pornografía en una niña”.
Señaló a su vez que tanto en la casa de la madre del acusado, como en la propia (se omiten direcciones y barrios para preservar a la víctima) fueron secuestrados “catálogos de pornografía, cinco computadoras, cientos y cientos de imágenes incestuosas”.
“Todas esas imágenes, toda esa porquería aberrante están grabadas en la memoria de la víctima, desde que era una niña”, remarcó el fiscal.
“Forzó y logró la sexualización de una menor, de una criatura, desde muy niña y entre 2007 y 2011, entre los 12 y 15 años abusó tres veces con acceso carnal, incluso en la casa de su abuela. Los abusos simples sucedían cada vez que podía, pasaba y ocurrían. Era una pequeña y la sentaba en su regazo a mirar películas pornográficas, después se masturbaba delante de ella, la obligaba a hacer lo mismo frente a un espejo (…) La violaba y después le enseñaba el semen ‘para que aprendiera desde chica’”.
Estos crímenes los cometió, según la acusación, “porque la corrompió de todas las maneras que pudo. Esta corrupción con pornografía es como un globo que contiene todos estos hechos y que incluso provocaron un intento de quitarse la vida”.
Glinka insistió a los camaristas para que tuvieran en cuenta estos “efectos del delito, en este caso las formas más feas y atroces escuchadas durante el debate”.
“Un testimonio no es prueba”
La defensa apuntó su alegato al beneficio de la duda para el encartado, planteó que merecía la absolución ya que no habría informes de lesiones correspondientes a abuso sexual en la menor y manifestó que en el relato de la denunciante “hay muchas contradicciones y mentiras”, que las intentó enmarcar en que “muchas veces inventamos para salir del lugar donde estamos”. “Un testimonio no es prueba de violación y la pornografía es un tema privado”.
Solicitó también que en el caso de ser hallado culpable no se lo detenga a su defendido porque iba a recurrir la sentencia y no quedaría firme, por lo que al tener domicilio y arraigo y haber cumplido con las citaciones durante el proceso, debería aguardar con la misma condición a la que llegó al juicio.
El acusado, durante las últimas palabras al Tribunal apuntó que “tener pornografía no es de una persona perversa”. A su vez deslizó: “Muchas veces uno baja un archivo sin saber qué contiene, de qué se trata. Y eso pudo haberse bajado en esas computadoras secuestradas. Yo tenía bien guardadas mis películas porno”.