Fueron más de diez años de dolor. Desde niña hasta convertirse en madre por los abusos sexuales constantes, fue el padecimiento de la víctima por parte de su padrastro. El martes y tras intenso debate oral, el Tribunal Penal 2 de Posadas puso un punto final a esta larga historia para una mujer, que se inició cuando era menor de edad en una precaria vivienda a orillas del arroyo Vicario en el barrio Villa Urquiza y se prolongó bajo amenazas de muerte si quebraba el silencio en condiciones similares pero en el complejo habitacional A4 en la zona sur posadeña.
Los jueces Carlos Jorge Giménez, Gregorio Augusto Busse y Ángel Dejesús Cardozo condenaron a un hombre de 57 años a pasar los próximos doce años en prisión por hallarlo autor de los delitos de “abuso sexual con acceso carnal y corrupción de menores” (artículos 119 y 125 del Código Penal Argentino).
El fallo fue leído tras la intensa jornada de debate en la sala de audiencias del Tribunal Penal 2, en el que ofició de acusador el fiscal Vladimir Glinka y como defensor oficial, Mario Ramírez.
De acuerdo a fuentes consultadas por PRIMERA EDICIÓN, el acusado llegó al juicio en libertad supeditada y durante la audiencia se desplegaron las pericias y voces, principalmente de la víctima directa, del extenso calvario que protagonizó el sospechoso.
La joven desde que era una niña (entre los 8 y 10 años) comenzó a escuchar las órdenes del concubino de su progenitora: “Yo te voy a enseñar, yo te voy a cuidar”.
“Las clases” cuando cumplió 12 se transformaron ya no en simple insinuaciones sino en manoseos de genitales directos. A los 14 los ultrajes ya fueron carnales y a los 18 el embarazo no fue interrumpido y la víctima era obligada a callar bajo expresa amenaza de muerte.
El silencio sin embargo se quebró, y la joven lo denunció ante el Juzgado de Instrucción 2 poco después de haber dado a luz. La causa llegó a juicio y el encartado tuvo garantizado su derecho de defensa.
Su relato, tanto en la denuncia como el ratificado durante el debate tuvo la misma contundencia. Fue “seducida” desde niña y luego atemorizada por quien debía cuidarla mientras su madre salía trabajar cada mañana.
En cuanto al acusado, los informes psiquiátricos y psicológicos lo definieron con buena salud, que comprendía la gravedad de sus actos. De todas maneras entabló un “régimen de seducción” y amenazas hacia la menor, hasta naturalizar la situación, forzarla a callar porque se había convertido en la figura paterna para la víctima.
Para los camaristas el desenlace fue unánime, abusó y corrompió a una menor e incluso no se frenó cuando ella quedó embarazada.