En este mundo VICA (Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad), los cambios no sólo se dan en mayor cantidad, sino también con más frecuencia. Se trata de una constante en nuestras vidas.
Hay cambios que hacemos que sucedan y otros que simplemente acontecen.
El compromiso es la base para cualquier tipo de cambio intencional. Cuando nos comprometemos estamos haciéndonos cargo de algo. A veces nos comprometemos conscientemente, otras no tanto, lo cierto es que ambos generan consecuencias.
La reflexión que hoy quiero compartir es acerca de la potencialidad del compromiso consciente para diseñar futuro.
En el camino trazado hacia algún objetivo o resultado que queremos cambiar, surgen cambios inesperados y nos tuercen el rumbo. A veces logramos re diseñar, mezclar y dar de nuevo y otras nos dejamos llevar por lo que sea que haya sucedido sin demasiada planificación.
¿Con cuál te identificás? ¿Ponés el compromiso en el resultado u objetivo perseguido inicialmente? O ¿te comprometes con la emoción dejándote llevar?.
Esta distinción es clave para saber como nos paramos en el mundo.
La emoción tiene una predisposición asociada siempre. Algunos estados emocionales abren espacios de posibilidad -confianza, alegría, bienestar, etc.- y otros lo cierran -enojo, angustia, miedo, etc.-.
Si tu compromiso está puesto en la emoción eso significa que tus resultados van a variar en función de ella. Si, en cambio tu compromiso está puesto en tus objetivos, más allá de la emocionalidad del momento, la emoción que surja se irá adaptando a lo planificado.
El tema es que, como la emoción define dominios de acción, debemos tener mucho cuidado porque existe la posibilidad que, aún sin advertirlo, vayamos cambiando nuestros compromisos según la emoción en la que estemos.
Esto genera una identidad diferente según el valor que elijamos en los espacios en que nos desarrollemos.
Días pasados me consultaba una persona de una organización manifestándome su dificultad al trabajar con una socia quien ponía constantemente el compromiso en la emocionalidad. Según me contaba, esto le significaba inconstancia, falta de rumbo en la toma de decisiones, dificultades en cumplir la planificación, y mucho desgaste emocional y tiempo que debía destinar a gestionar conflictos escalados.
Otro ejemplo puede ser la “queja”, cuando te quejás por algo que no te gusta, ¿generás compromiso fijando objetivos para cambiarlo o te quedás comprometido con ese emoción y solo la reproducís hasta que alguien la escuche?
Te invito a que mires con qué estas comprometido, ¿hay alguna emoción que te está obstruyendo el camino? Cuando el compromiso con los objetivos es constante la emoción se acomoda según la planificación, esto permite mayor fluidez y armonía para potenciar tus resultados.