El próximo domingo, la iglesia celebrar la “Fiesta de Corpus Christi”, una nueva oportunidad para reconocer la importancia de la presencia Eucarística de Cristo en nuestra vida. La Eucaristía es un don de Dios, que nos centra como comunidad, dándonos esperanza y fortaleza. Es una gran ocasión para proclamar a Cristo, como Señor y Rey de nuestra vida.
La celebración de Corpus Christi, nos invita a reflexionar sobre nuestra verdadera identidad como seres humanos, y reconocer que somos un solo cuerpo.
Estamos vinculados más allá de nuestras diferencias culturales, nacionales o etnicas. Somos un solo cuerpo como creación de Dios… llamados a cuidar y sostener todo lo que el mismo Dios nos ha regalado gracias a su inmenso amor y bondad. Somos llamados a ser este cuerpo de Cristo, viviendo una gran fraternidad y amor como nos enseña el mismo Jesús.
Cuando contemplamos el cuerpo de Cristo, que no solamente se trata de los seres humanos, sino que incluye todo lo que atañe a la vida de esta tierra. En este mes de junio en el que celebramos el “Día mundial del medioambiente” y el “Día mundial de los océanos”, la fiesta de “Corpus Christi”, nos invita a tomar consciencia de todos los problemas que afectan al gran cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, en todas sus dimensiones.
Es una oportunidad para tomar consciencia de los problemas del medio ambiente que afectan a nuestra casa común: los incendios forestales, la contaminación, el cambio climático, el cuidado de los recursos naturales con que Dios nos ha bendecido.
En su encíclica “Laudato Si” que nos habla del cuidado de la casa común, el papa Francisco nos invita a ser protagonistas, y nos dice: “Cuidar de nuestros hermanos y hermanas significa cuidar del hogar que compartimos. Esta responsabilidad “es parte esencial de una existencia virtuosa” (LS 217). Este llamado de nuestro querido papa Francisco, nos invita a apostar al desarrollo integral de la humanidad, para juntos obtener un espacio, en el cual las instituciones, las comunidades y las familias puedan aprender y crecer juntas.
Son tantos los desafíos que nos interpela el actual contexto mundial, que está amenazada por la crisis económica, crisis bélica y la consecuente crisis alimentaria y nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con el medio ambiente, entre el hombre y la creación. Hoy la persona humana está en grave peligro y nos urge pensar en una ecología humana que sostenga el equilibrio de toda la creación.
Tenemos el ineludible compromiso de respetar y proteger la creación. Justamente en las lecturas de la fiesta del Corpus Christi, leeremos la historia del milagro de los panes: Jesús da de comer a la multitud con cinco panes y dos peces. Y la conclusión del pasaje es importante: “Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas” (Lc 9:17) ¡Jesús pide a sus discípulos que no se pierda nada: que no haya desperdicios! Los doce canastos que representan a los doce tribus de Israel, nos ilumina sobre la dimensión de la totalidad.
Y esto nos explica que cuando la comida se comparte de manera justa, solidaria, no se priva a nadie de lo necesario, cada comunidad puede satisfacer las necesidades de los más pobres. La ecología humana y la ecología ambiental caminan juntas.
La próxima celebración de la fiesta de Corpus Cristi, nos compromete a respetar y proteger la creación, a estar atentos a todas las personas, a contrarrestar la cultura de los desperdicios y los descartes, para promover la cultura de la solidaridad y del encuentro.
Pidamos a Dios para unirnos con nuestro esfuerzo personal y comunitario y así mitigar el impacto que se genera en nuestro medio-ambiente por la falta de una consciencia ecológica y una gran fraternidad que va más allá de los intereses personales.