En Carol Pamela Favero (37) los síntomas comenzaron de la nada, mientras iba caminando junto a su esposo Aldo y a su hija Priscila (14). Tropezaba cada vez más seguido, y se preguntaba ¿qué está pasando? El viernes 4 de mayo de 2012 quedó prácticamente inmóvil mientras daba clases en la Escuela de Comercio N° 10, de Santa Ana. “No podía girar hacia el lado izquierdo. Me asusté, y al comentar a la directora, me dijo: ‘esto no es normal’, y lo primero que hizo fue a llamar al esposo de una profesora que es médico clínico. Me quedé tranquila, sentada, quietita y suspendí las clases cuando faltaba más de una hora para retirarme”. El profesional la mandó a un traumatólogo, aunque “después nos enteramos que era algo más complicado”.
Cuando fue a ver al neurólogo, habían pasado unos quince días del episodio. “Me revisó y me tuvo una hora haciendo una serie de exámenes en el consultorio. Cuando estaba por salir me dijo, vamos a esperar los resultados de la resonancia, pero lo que me indica tu pie izquierdo no es bueno. Me fui con eso. Con una cantidad de dudas, inquietudes. No me gustó la cara que puso el médico, no entendía lo que me dijo. Cuando llegué a casa le conté a mi esposo y acordamos que teníamos que estar tranquilos y esperar el resultado de la resonancia”. A la semana, el profesional citó a su esposo y le explicó todo acerca de la esclerosis múltiple y en qué consistía, pero pidió que mantuviera silencio, que no comente nada. “Lo que hizo Aldo al volver fue contarme todo porque yo era la paciente. A mi hija, que tenía cuatro años, le contamos que mamá tiene esto, esto y esto. Él trabajaba, ella iba a la escuela, entonces yo cocinaba, pero mi esposo me recomendó que no entrara más a la cocina, como una forma de resguardarme”, agregó.
Cuando llevaron el informe al neurólogo, “nos dijo: ah, esclerosis múltiple, ya sabía. Tienen que hacer todos los estudios, pero acá no se hacen. Es necesario viajar a Buenos Aires. Consiguen ustedes la derivación o decido yo. Fue tajante. A mucha gente le choca, pero nosotros agradecemos que nos haya dicho de esa manera porque no conocíamos la enfermedad”.
Favero es profesora de letras, licenciada, que conoce, que lee, que sabe de mucha terminología, “pero nunca había escuchado sobre esclerosis múltiple. Eran palabras nuevas. ¿Qué significaba? Decía el médico, la falta de mielina en el cerebro. Es una enfermedad que no tiene cura. Y yo tenía 27 años. Es común entre las mujeres de entre 20 y 40 años, así que estás en ese rango”.
Para que se entienda, “es como que una neurona se da vuelta y comienza a cumplir la función inversa a la que tiene que cumplir. No hay una causa, un motivo, que se pueda decir, proviene de tal cosa”, explicó, al recordar lo desalentador que era escuchar los comentarios que se generaban al respecto en los pasillos de la clínica.
Indicó que la gente “se desanima, no sabe cómo salir adelante, se deprime. ¿Cómo le decís a esa persona que hay motivos para salir adelante? ¿Cómo sigue? Gracias a Dios, lo tomé bien. Y lo que me llevó a escribir el primer libro fue pensar ¿cuáles son los motivos por los cuales tengo que estar bien? Tengo a mi hija, a mi esposo, a Dios de por medio, y a pesar de que me dieron semejante diagnóstico, ahora estoy bien, gracias a Él. Me levanto. Porque hubo momentos, al principio, allá por 2012, que le decía a mi esposo, hoy no tengo fuerzas para levantarme de la cama. ¿Me ayudás? Era mucha la fatiga que sentía. Los síntomas se van manifestando por períodos. Y vas viendo cómo los superas”.
Actualmente no está medicada. “La última medicación que recibí fue en diciembre de 2018. Es un tratamiento que se divide en dos etapas. Consiste en una inyección intravenosa por cinco días, y en la segunda etapa, por tres días. La obra social debía comprar toda la medicación, pero resulta que para la segunda etapa no la tenía, y empezó la burocracia (volver a hacer los papeles, volver a pedir, vueltas y vueltas), y dije no me suministro más. Y si venimos haciendo las cosas como venimos haciendo, me voy a recuperar. El síntoma que siento que está activo es el de la debilidad, sobre todo en la pierna izquierda”.
Favero tiene un nene de cuatro años que nació en marzo de 2018. La misma doctora que le confirmó el diagnóstico en 2012, en Buenos Aires, “me dijo: disfrutá de tu nena porque embarazada no vas a poder quedar. Cuando quedé embarazada, en 2017, el neurólogo que me atendía, quedó más contento que yo. Y ese mismo neurólogo que alguna vez dijo, mirá Pamela, lo tuyo es como tener en la mano, una novela con dos capítulos diferentes, uno dice una cosa y el otro, otra. Miro tus estudios y están todos menos 10, y te miro a vos y estás siempre sonriente. Es como que sabés qué dicen los estudios, pero lo tomás con alegría. Me pongo re contento cada vez que sé que vas a venir a verme porque me contagiás tu alegría y me da fuerzas para seguir atendiendo. Es increíble”.
Nacida en Oberá pero criada en Campo Grande, con 37 años está jubilada. Lamentó que a partir del diagnóstico, “no me dejaron entrar a las aulas. Y en 2018 me jubilaron. Siempre digo, algo tengo que hacer, si yo me siento bien. Aunque hay momentos en los que no puedo caminar sola, sino que tengo que estar apoyada en alguien, pero en lo demás estoy perfecta, muevo las manos, los pies, hablo bien, gracias a Dios”.
En unos años espero que la esclerosis quede en el pasado, un recuerdo, del que pueda hablar. Así como en 2002 cuando me cayó un árbol en la cabeza. Así como salí de esa, que me pasó cuando tenía 18 y recién empezaba la carrera en la Facultad de Humanidades, creo que con la esclerosis múltiple va a pasar lo mismo”.
Letras de aliento
Su primer libro “Un legado sin apreciar”, fue catalogado como “reflexivo” por la Cámara del Libro. “Lo que hago es dejar un mensaje inspirador para aquellas personas que reciben o recibieron un mal diagnóstico y no saben qué hacer. La pregunta es ¿qué hay de positivo alrededor nuestro? ¿qué les alienta a seguir adelante? Lo miraba a mi esposo, la tenía a mi hija, y tenía que estar bien por mí misma y por ellos. Mi nena tenía cuatro años y qué iba a hacer si la mamá está mal. Tengo que estar bien para atenderla, decía. Creo mucho en Dios y eso me da la fuerza para seguir adelante”, manifestó, quien comenzó a ejercer la docencia en Santo Pipó, cubriendo una licencia, después en Jardín América, San Ignacio, Santa Ana y en Posadas.
“Que sirva que para que aquella persona que tenga un episodio que le llame la atención, consulte al médico, que no se deje estar. Hay muchas otras enfermedades que se pueden tratar con una detección temprana”.
Para su primer escrito, buscaba editorial y no conseguía. Entonces envió mails a cinco, y sugirió a su esposo: “Vamos a hacer con la que me responda. Pasaron dos días y, de manera muy profesional, me respondió Editorial Utopías, de Tierra del Fuego. El segundo libro, “Amor tripartito”, que en este momento está a la venta, fue con la Editorial Autores de Argentina.
“Amor tripartito” es una novela que relata la historia de un amor, que comienza en el primer capítulo pero que se desencadena en el tercero. Es la historia de un amor desde distintos puntos de vista. De “Legado sin apreciar”, no quedan ejemplares. Salió en edición bilingüe. La primera en español y la segunda en portugués, con hojas espejo. Ambos tuvieron buena repercusión, aunque son estilos diferentes. En la cabeza de Favero hay, al menos, dos proyectos más. El primero es una historieta, que será contando la historia de su esposo, al que le dicen “yerba man”, que elaboró la primera pizza de yerba mate del mundo, y el vodka a base de la Ilex paraguariensis.
Su esposo, Aldo Benítez, comentó que Favero “fue pasando por muchos episodios, que son los pequeños brotes. Ella tiene 70 lesiones, y muchas veces con diez o quince están hemipléjicos, cuadripléjicos, en silla de ruedas. Es una enfermedad invisible, y si no tenés fuerza de voluntad, te liquida. Hay fatigas extremas que no te dejan levantar de la cama”.
Describió la situación como “muy difícil” donde el apoyo familiar es fundamental. “Fuimos y venimos de Buenos Aires una infinidad de veces y vimos millones de cosas. En 2012 gastábamos 50 mil pesos cada cuatro semanas, después hicimos tratamiento de células madre, de vitaminas D. Soy entrenador y con ella probamos muchas cosas. Ahora estamos trabajando la parte física, y ella se siente bien, tiene nuestro apoyo y nos manejamos en equipo. Aprendimos a vivir diferente, bajo la tormenta, y estamos más firmes que nunca”.