El yaguareté es el félido más grande de América y el tercero en tamaño del mundo, pues es más pequeño que sus parientes cercanos el tigre asiático y el león pero más grande que el leopardo.
En efecto, es un animal poderoso que mide desde la nariz hasta la base de la cola entre 150 y 180 cm, a lo que hay que agregarle los 70 a 90 cm de esta última. En los hombros alcanza una altura de entre 65 a 80 cm y su peso, por otra parte, ronda entre 40-75 kg para las hembras y los 80-110 kg para los machos y aún más: sabemos que se han registrado ejemplares mucho mayores, alguno de ellos alcanzó… ¡los 148 kg!
Su tamaño varía de acuerdo a las distintas regiones; en México y Centroamérica es raro que superen los 70 kilos los machos, en Misiones no se han pesado ejemplares de más de 100 kg hasta ahora, mientras que en los Llanos venezolanos y en el Pantanal (Mato Grosso) suelen superar este peso.
Aspecto
Su aspecto general hace recordar al leopardo, pero es más grande, robusto y macizo, con la cabeza ancha y grande, el cuello grueso, el cuerpo fuerte, las garras delanteras más grandes, las patas proporcionalmente cortas y potentes y la cola relativamente corta, de apenas un tercio de largo de la longitud de la cabeza y el cuerpo.
Es llamativo su pelaje, corto, espeso y brillante, de un color de fondo variable entre el amarillo y el bayo fuerte, que se vuelve más pálido en los flancos y las extremidades; mientras que las partes inferiores, la garganta y el contorno de la boca son blancos.
Sobre esta tonalidad destacan manchas en forma de rosetas formadas por varios trazos negros (las más grandes rodean un centro de color más oscuro y tienen uno o más puntos negros) que en el lomo forman una banda irregular y en los hombros y las patas se dispersan en forma de pintas y manchas aisladas.
Sus manchas
Las manchas y la distribución de las mismas son únicas para cada individuo, no hay dos yaguaretés con el mismo patrón de manchas, son como nuestras huellas digitales y es precisamente esta particularidad la que nos permite identificar a los distintos ejemplares.
Muchísimo más raros, también existen yaguaretés totalmente negros (conocidos popularmente como “panteras negras”) de los que hablaremos en otra entrega, pero no hay evidencia comprobada de ellos en territorio argentino por el momento.
El más fuerte felino
De cráneo muy robusto y relativamente corto, posee una dentadura fuertísima compuesta por 30 piezas, con los “colmillos” y los músculos de la mandíbula tan desarrollados que se los considera proporcionalmente como los más fuertes entre los grandes felinos.
Esto le permite cazar perforando el cráneo de presas como chanchos de monte, carpinchos e incluso los grandes tapires (mboreví).
La amplitud de su boca así como los músculos aductores maxilares, ayudan a distribuir uniformemente la fuerza durante la mordedura.
Ello le permite atacar directamente la cabeza de su víctima entre las orejas y/o la nuca para asestar un mordisco letal que atraviesa el cráneo con sus colmillos alcanzando al cerebro o fracturando huesos.
Como todos los felinos, el yaguareté no mastica la carne de sus presas, sino que la desgarra y traga entera gracias a que sus “muelas” (premolares y molares), que están modificadas en forma de navaja con tres cúspides que se cierran como tijeras, cortan la piel y los músculos de su presa.
Para compensar la falta de molares masticadores, su lengua es rasposa, pues está cubierta por “pelos” (en realidad son papilas córneas y puntiagudas) dirigidos hacia atrás que le sirven para roer y aprovechar toda la carne pegada al hueso.
Súper sentidos
El oído es el sentido que tiene más desarrollado, le permite escuchar hasta el más ligero sonido cuando está de cacería y, además, mantenerse continuamente alerta.
La vista también está bien desarrollada: sus ojos son relativamente grandes de pupila redonda (que se contrae en un punto) e iris variable entre dorado y amarillo rojizo.
Están situados en el frente de la cara y brindan visión binocular (es decir, que su campo de visión permite que se superpongan las imágenes de ambos ojos para crear una sola imagen tridimensional) lo que les permite juzgar mejor las distancias, algo especialmente útil para acechar, perseguir y atacar a sus presas.
También es notable su visión en la oscuridad, debido a una membrana reflectante que actúa como un espejo, reflejando la luz en el campo focal de la retina: esa es la razón por la cual de noche, cuando sus pupilas están muy dilatadas y se las ilumina, parece que sus ojos “relumbran”.
Su olfato, aunque de menor importancia durante la cacería, es vital para la delimitación de su territorio que se basa -mayormente- en señales olfativas pues lo marcan con orina y deposiciones.
Otras características
Tenemos que mencionar también a los bigotes, que en realidad son “vibrisas”, que se ubican sobre las cejas, los belfos y otras partes de la cara y cuerpo.
Son largas, duras y muy sensitivas, pues poseen terminaciones nerviosas en la raíz y cumplen funciones táctiles y al entrar en contacto con los objetos del entorno, ayudan a percibir las distancias de los obstáculos en plena oscuridad.
Tiene cuatro dedos en las patas traseras y cinco en las delanteras, de los cuales sólo marca cuatro al caminar, pues el pulgar está ubicado más alto en la pata y no toca el suelo.
Pueden retraer las afiladas garras durante el reposo, pues quedan ocultas en bolsas cutáneas especiales (excepto la del pulgar de la pata delantera que es no retráctil) para, cuando son necesarias, salir al exterior gracias a una contracción muscular.
Esto hace que sus uñas no estén marcadas en las huellas, diferenciándolas de las huellas de los cánidos, que sí las dejan.
En la próxima entrega, veremos en detalle dónde podemos encontrar a los yaguaretés en Misiones.
Agudeza auditiva
El oído es el sentido que tiene más desarrollado, le permite escuchar hasta el más ligero sonido cuando está de cacería y mantenerse continuamente alerta. La vista también está bien desarrollada.
110
son los kilos que pueden alcanzar los machos y las hembras, entre 40 y 75 kilogramos.
Únicos e irrepetibles
Las manchas y la distribución de las mismas son únicas para cada individuo, no hay dos yaguaretés con el mismo patrón de manchas, lo que permite identificar a los distintos ejemplares existentes.
Por Norberto Ángel Nigro y Nicolás Lodeiro Ocampo, de la Red Yaguareté