Hace 110 años, el 14 de abril de 1912, se hundió el Titanic, llevándose al abismo a más de 1.500 personas. Aquella noche tan fatídica como fría y espectacularmente estrellada, que tanto supo de heroísmo y de cobardía, alumbró también una obsesión: rescatar al coloso desde los 4.000 metros de oscura profundidad atlántica, donde dormía.
“Si me pregunta, no sé por qué me tocó a mí encontrarlo y por qué no a las expediciones que lo intentaron antes. No tengo más explicación salvo pensar que los dioses y el destino lo preservaron para mí”, contó hace unos años el norteamericano Robert Ballard, el hombre que encontró al Titanic, en septiembre de 1985.
Ballard fue el primero que volvió a ver aquel casco, antes tan arrogante, peinado de algas y de corrosión, el destino al que lo condenó el fatal choque con el iceberg que no vio a tiempo y que, luego, no pudo esquivar.
El hielo y el acero se encontraron a las 23.40 del 14 de abril de 1912. Tres horas después, al despuntar el 15, el barco ya estaba hundido.
Casi 73 años después, la expedición de Ballard llevaba nueve días navegando y el tiempo se le agotaba cuando, de pronto, uno de los equipos detectó algo que bien podía haber sido la caldera de un barco. Ese fue el comienzo.
“Todas las expediciones partimos con una misma área donde creíamos que podía estar el barco”, explicó el arqueólogo marino. Ballard define esa geografía como una “cuadrícula” de más o menos 120 millas marinas, unos 600 kilómetros al sur de Terranova.
Admitió que sus predecesores empezaron muy bien. Entre ellos, el también norteamericano Jack Gimm, que con el dinero que sacaba del petróleo llegó a financiar tres expediciones -una de ellas pasó tan cerca que casi acaricia el barco- y que murió insistiendo en que él lo había visto antes que nadie.
Por alguna razón, todos aquellos intentos se fueron desviando. Ballard, en cambio, eligió otro abordaje: no buscaba un barco sino su rastro. “Creí lo que dijeron algunos sobrevivientes: que el Titanic se había partido en dos antes de ser
tragado por el agua. Me dije que una fractura de ese tipo tenía que haber producido una intensa lluvia de escombros y un campo muy, pero muy amplio de restos”.
Y fue ese delgado y travieso hilo, hecho de basura y de escombros del transatlántico quebrado, el que lo llevó a su premio. En este caso, la pista fue un objeto de metal con forma de caldera. “Una vez que lo encontré, sabía que tenía que moverme hacia el Sur, siguiendo la línea de la corriente del Labrador. Lo hice y así llegué al Titanic”, cuenta.
La expedición, que contó con financiamiento de la Marina norteamericana, interesada en realidad en encontrar dos submarinos nucleares que se le habían ido a pique en plena Guerra Fría, dio con los submarinos y fue en el tiempo restante que encontró el Titanic.
Puede que para él no haya sido una obsesión, pero haber encontrado el barco contribuyó a que sí se convirtiera en eso para millones de personas que no dejan de recordar el drama de aquel barco “inhundible” que se fue a pique antes de cumplir una semana.
¿Por qué cien años después el Titanic sigue siendo tan atractivo? Su teoría es que el barco ofrece un espejo en el que mirar las grandezas y las bajezas de cada uno, sin terminar de descubrir qué pesa más. Un ejercicio para imaginar qué habríamos hecho en aquella noche terrible, sin correr el riesgo de quienes la padecieron.
“En el barco navegaba una muestra encapsulada de la humanidad de ese tiempo. Cuando se hundía, algunas de esas personas actuaron con heroísmo y otras, no. Es imposible mirar la historia del barco sin preguntarse qué hubiéramos hecho cada uno de nosotros de haber estado allí”.
La historia se cuenta una y otra vez, aunque ya no queda nadie que viviera aquella noche terrible. La última sobreviviente, Millvina Dean, que tenía entonces 10 semanas, falleció en 2009.
Han pasado 110 años, pero “cada generación vuelve a descubrir el Titanic”, aseguró Ballard. Algo que se repite aunque la historia haya cumplido un siglo en ese abismo oscuro, donde no llega la música de Céline Dion ni, mucho menos, el brillo de los 11 Oscar que ganó la última versión en cine de su drama.
Fuente: diario La Nación