La historia de Fabiana Tatarinoff representa a un gran porcentaje de mujeres trans que luchan por ser incluidas en el mundo laboral aún teniendo estudios universitarios y la voluntad de aceptar cualquier trabajo que le garantice el derecho a una obra social y aportes para su jubilación.
Así fue como lo relató esta obereña de 41 años en diálogo con PRIMERA EDICIÓN quien, aparte de ser Profesora en Ciencias Políticas, es Técnica en Administración Gubernamental hace más de cinco años.
Recibida en 2017 con uno de los mejores promedios de su promoción, confesó “nunca en mi vida tuve un trabajo formal, sería algo muy importante, quiero un trabajo genuino donde pueda desarrollarme al menos en alguno de los ámbitos para los que estudié”,
Su preocupación no sólo tiene que ver con que es una mujer trans, lo que reduce sus posibilidades de conseguir un trabajo estable, sino que “aparte estoy pasando los 40, eso influye ya que partir de esa edad se nos excluye del sistema laboral”, expresó.
Por otro lado, se manifestó consciente que en el ámbito docente hay un gran porcentaje de personas que al igual que ella, no consigue horas cátedra, por lo cual no descartó la posibilidad de aceptar cualquier oportunidad laboral, aunque no tenga que ver exclusivamente con su área, “yo no quiero que me acomoden políticamente, yo quiero trabajar, tener mi aporte y mi obra social, sólo pido algo donde pueda tener la dignidad de trabajar”.
Fue así, a causa de la falta de oportunidades, que tocó muchas puertas en Oberá y cercanías sin éxito, lo que la condujo a este momento de su vida, en el cual vive de la producción de miel en la chacra de sus padres y también gracias una ayuda económica que recibe a través de Asociación de Travestis Transexuales y Transgénero Argentina (ATTTA), “estoy en un programa donde se me ayuda económicamente a cambio de una prestación social por la cual inicié un merendero. No desmerezco los programas sociales, porque es algo que ayuda muchísimo, pero no quiero eso, quiero trabajar”, expresó.
Falta de oportunidades
A pesar de la desesperación de no tener un trabajo con el cual desarrollarse profesional y económicamente, Fabiana destacó “lo que rescato de la sociedad es que, si bien tuve situaciones de discriminación años antes, las veces que presenté currículum no sentí un rechazo. Sí me han dicho ‘te llamo’ y me fuí sabiendo que no me iban a llamar, pero siempre en tono cordial protocolar. Pero siempre sin esperanza”.
No obstante algo que, según su experiencia, cambió de forma radical la situación del colectivo trans es la ley de Identidad de Género sancionada en 2012, “cuando salí del colegio quise empezar una carrera, pero en esa época era diferente, costaba mucho ir a una institución, estudiar y prepararse porque la discriminación estaba a flor de piel, incluso de parte de los mismos docentes en ese entonces. No había contención para nosotras en el secundario y menos en el nivel superior terciario”, explicó. Sin embargo, con dicha ley, que permite que las personas trans sean tratadas bajo su identidad autopercibida, “entendí que había una legislación que me amparaba y que me daba una identidad, entonces decidí retomar los estudios” indicó, “fue un cambio de 180 grados en la sociedad, una apertura de la institución, que me impulsó a recibirme”.
A pesar de la inclusión en todos los niveles que significó la ley, “sigo sin trabajo, a nivel provincial seguimos distando mucho de otras provincias, donde tienen muchas compañeras dentro de instituciones públicas. Nosotros todavía estamos lejos y en el interior peor”, cerró.