Bailarines de Misiones y Encarnación disfrutaron de una experiencia superadora durante toda la semana, ya que se dieron el lujo de participar de los seminarios y masterclass que brindaron los maestros Myriam Barroso y Maximiliano Guerra en Posadas.
Ambas figuras vienen trabajando hace tiempo junto al estudio de danza Lorena Silvero, de la capital misionera. En una primera instancia mediante Zoom, por la pandemia, y desde el año pasado con clases presenciales. En ese sentido, el pasado viernes 18 llegaron nuevamente a la tierra colorada para continuar con la formación de los estudiantes de las danzas.
Este fue el primero de cuatro encuentros que están previsto para este 2022, ya que retornarán en los meses de julio, septiembre, y finalmente en diciembre, cuando tomarán los correspondientes exámenes.
Acerca de este programa, que los trae por Posadas, Maximiliano Guerra señaló: “Se trata de venir tres veces al año a hacer seminarios, repertorios, enseñar los clásicos, transmitir todas las bases, y a fin de año tomar los exámenes. Estos sirven para seguir formando a nuestros futuros bailarines, darles las herramientas para que tengan en su mochila y puedan utilizarlas a partir del trabajo que hacemos”.
“En nuestro país tenemos distancias muy grandes, entonces para mí siempre fue importante llevar mi arte cerca de la casa de la gente. Ahora lo estoy haciendo con la docencia, recorriendo el país junto a Myriam Barroso, enseñando y llevando estos conocimientos que les van a servir para el futuro”, dijo a PRIMERA EDICIÓN.
Por otra parte, destacó el hecho de que asistieran diferentes academias, para ver cómo es el trabajo en cada una de ellas y poder ir equiparando los niveles. “Está bueno hacer este tipo de seminarios porque vamos unificando y apuntando todos hacia un mismo lugar, para el día de mañana tener bailarines que sean homogéneos, y que puedan bailar en cualquier compañía del país”, explicó.
En ese sentido, Guerra resaltó que en la provincia hay una muy buena base entre los jóvenes bailarines. “Siempre digo que somos como árboles, no solamente en lo físico de como trabajamos, sino porque lo hacemos con mucha fuerza en los pies como si fueran las raíces, un tronco bien sólido y fuerte, y unas ramas que puedan volar con el viento y bailar. Esa base está muy bien, ahora hay que construir todo el resto”.
El rol del docente
Ya retirado del baile profesional, Guerra se ha dedicado en los últimos años a recorrer el país junto a Myriam Barroso y su fundación, para transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones.
Con la docencia uno tiene que pensar que el alumno es como un niño que tiene hambre, ¿qué hacés con un chico que tiene hambre? le das de comer. Una persona que quiere bailar tiene hambre de baile, y vos como docente le tenés que dar herramientas para que lo pueda hacer”.
“Esa es la importancia que tiene la enseñanza, no sólo de Myriam y mía que venimos viajando por todos lados, sino de los profesores locales que se encargan de que esto suceda, que se organizan y que se preocupan por sus alumnos, pero que también llaman a otras escuelas solidariamente para que todos tengan la oportunidad”.
Guerra es uno de los máximos exponentes de la danza clásica mundial. Fue el primer bailarín en los teatros más importantes como el Bolshoi de Moscú, el Royal Albert Hall de Londres, el Metropolitan Opera House de Nueva York y la Ópera de París, entre otros.
Sobre la fama y la actividad, Guerra dijo a quienes quieren dedicarse a la danza, “nunca bajen los brazos, hay lugar para todos en la danza, no se dejen amedrentar por los no. Hay muchas negativas en la vida, pero siempre vamos a encontrar un lugar. Así que nunca dejen de caminar, la danza no traiciona, es un arte que mientras mejor lo hagamos y lo desarrollemos, mejor nos vamos a sentir”.
Y agregó: “No es importante ser el primer bailarín, ni estrella, ni famoso, lo realmente valioso es que disfrutemos lo que hacemos, para que la gente que nos vea, en el lugar donde estemos, pueda disfrutar con nosotros”.
Un estilo de vida
Acerca de su relación con el mundo del baile, Guerra comentó: “Si bien yo empecé jugando al futbol en River, cuando me dediqué a la danza para mí se volvió mi modo de vida, mi lugar seguro, donde pude trabajar, construir, expresarme y contar historias. La danza, como todo arte, es un medio de comunicación, y esa comunicación es muy importante poder tenerla y construir puentes con la gente todo el tiempo”.
El coreógrafo señaló que la magia del ballet radica en la sutileza y gracia con la que los bailarines transmiten los complejos movimientos que realizan durante las presentaciones. “Hacemos cosas tremendamente difíciles, pero el encanto está en hacer ver al espectador que es algo fácil, que él lo podrías hacer”, dijo.
“Siempre digo que somos actores sin palabras, quizás es más complicado desde un punto de vista de cómo encararlo, ¿Cómo contás algo sin hablar? Pero también, al quitarle la palabra, le sacas el límite que tiene. La palabra es lo que es y lo que significa, en cambio, cuando vos lo expresas solo con tus movimientos, la historia la termina de hacer el público, y ese es el puente de comunicación de cómo nos unificamos el artista con ellos para poder terminar la historia”, reflexionó.
En ese sentido, invitó a las personas ajenas a este arte a acercase y darle una oportunidad. “Hay dos cosas principales que la gente se dice cuando va a ver ballet, ‘yo no entiendo nada porque no sé’, y la segunda es ‘no sé si me va a gustar’… pero el arte es así, si vas a observar una pintura, aún cuando no sabés pintar, te puede gustar o no, y te va a pasar lo mismo con el ballet, con la música clásica, o con la ópera”.
“Hay que sacar esa cosa represiva y autoeliminante de decir ‘no voy porque no sé, no conozco, nunca vi’. Al contrario, hay que ir a ver, porque la dificultad la pasamos nosotros, la gente que va a disfrutar”, continuó.
“Por eso digo que lo importante es que uno disfrute lo que hace, porque entonces el público disfruta con vos, y lo que tenemos que lograr es que la gente se vaya del teatro pensando que tiene ganas de bailar”, cerró.
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Próximos encuentros
Lejos de los reflectores, la profesora de danza Lorena Silvero fue la impulsora de estos enriquecedores encuentros.
“Para mí fue un orgullo enorme poder contactarme con ellos, desde muy chica siempre fue mi sueño. Maxi es uno de nuestros referentes en la danza, tanto él, como Julio Bocca o Eleonora Cassano, eran nuestras figuras cuando era más chica”, comentó.
“La verdad me pone muy contenta poder tenerlos acá en la provincia y en mi estudio, porque también nos dejan un aprendizaje a todos los maestros. Los docentes nunca se tienen que quedar sólo con sus títulos, sino que deben seguir perfeccionándose, y yo por ejemplo observo todas sus clases y después aplico esas herramientas en el día a día con mis alumnas”.
En ese sentido, la docente resaltó el tacto y el don pedagógico que muestran tanto Maximiliano Guerra como Myriam Barroso. “Hay nenas que por ahí se sentían con baja autoestima porque en tal certamen o en otros cursos les han dicho por cosas sobre el peso o que les falta algo, las puntas, y demás cuestiones. Los maestros están siempre subiéndote un poquito la autoestima, siempre manteniendo el diálogo y la comunicación constantemente. Siempre brindan esas palabras de aliento, de no bajar los brazos, ellos están para contener en todo momento a todo el alumnado y las tratan como si fueran sus hijas”.
Ambos bailarines volverán a la provincia en los meses de julio, septiembre y diciembre, momento en el que cerrarán los seminarios de este año y tomarán los exámenes correspondientes.
Todas las academias que quieran sumarse para estos próximos encuentros “tienen las puertas más que abiertas”, señaló Silvero.
Para hacerlo pueden comunicarse con la docente al teléfono 3765-108124 o escribirle a través de la cuenta de Instagram “Estudio de Danzas Lorena Silvero”.