Sorpresa y media causó entre los familiares la visita de Norberto Gabriel Enríquez (47) al llegar a la casa de sus padres, en el barrio Prosol II, después de pedalear durante más de mil kilómetros para llegar a destino. En su rostro se percibe algo de cansancio pero asegura que la felicidad que siente es enorme.
“Fue una experiencia única, la del sueño cumplido, del objetivo realizado. Llegar acá era el objetivo, y lo cumplí, junto a una compañera de viaje”, manifestó el protagonista, después de ocho días a puro pedal.
Confió que “lo veníamos pensando, diagramando. Ando en bicicleta desde que tengo cinco años así que esto me apasiona. Gradualmente, fuimos haciendo tramos largos, de 100, 200, 400 kilómetros hasta Lobos, Luján, San Vicente, Tigre, todo en provincia de Buenos Aires. Eso fue un poco la puesta a punto y después vinieron los detalles: cómo acondicionar la bicicleta, listar lo que se pudiera necesitar en el camino, hacer una buena hoja de ruta para casos eventuales que pudieran llegar a presentarse”. Salieron desde Lanús Este, el lunes 28, a las 5, e ingresaron a la provincia de Misiones el martes 8, a las 16.
La travesía implicó “enfrentarnos a todo ese reto y preguntarnos ¿qué nos puede deparar el trayecto?. Hubo cosas lindas, cosas emocionantes. En primer lugar, encontrarse con uno mismo y decir, lo puedo hacer, lo estoy haciendo, sabiendo que lo podíamos lograr porque para eso nos estuvimos preparando. Eso fue una parte. Por el camino fuimos encontrando y conociendo mucha gente buena. Entramos a pueblos cuyos nombres jamás habíamos escuchado mencionar, y nos encontramos con personas de corazones muy generosos, que se brindaron, y eso es algo único, que no vamos a olvidar jamás. Y te queda esa buena sensación y esa emoción de decir, ¡voy a volver¡”, manifestó el técnico en seguridad urbana y portuaria.
Agregó que al pueblo correntino de Bonpland, ingresaron por una necesidad mecánica. Pero es para destacar “la manera en que nos cobijaron, nos abrieron las puertas, nos ofrecieron un lugar donde quedarnos. Eso es algo que no se encuentra usualmente, más para quienes somos cicloviajeros”.
En la hoja de ruta habían establecido que el recorrido diario sería de unos 150 kilómetros, pero todo se fue dando de acuerdo a cómo se iba presentando el clima, el día, las circunstancias. En ocasiones, “hicimos entre 180 y 200 kilómetros con mucho ritmo. Eso nos ayudó a completar la travesía en ocho días”, acotó, mientras compartía una ronda de tereré junto a sus padres, Oscar Ernesto y Obdulia “Ela” Low, quienes orgullosos de su hijo disfrutaban de su sorpresiva presencia.
De acuerdo a lo señalado por Enríquez, cada bicicleta contaba con un peso extra de entre 50 y 60 kilogramos. Además, entre el peso del rodado y el de los ciclistas, totalizaba unos 120 kilogramos extras. “Pero al tener diferentes ritmos y cambios, si sabes manejar la bici, se hace más liviano. Eso ayudó mucho”, aclaró.
Y recodó que dentro de las alforjas “trajimos de todo. Esto es como montar tu casa sobre la bicicleta, desde un cepillo de dientes hasta la carpa, la colchoneta, las toallas, el anafe, el gas, y cuidar que no faltara agua porque la hidratación es lo fundamental, es algo que no tiene que faltar. Comíamos una sola vez al día, pero nos hidratábamos durante toda la jornada. Ingeríamos entre 11 y 17 litros diarios. Después, teníamos siempre a mano algo dulce para recuperar el azúcar”, comentó.
Desde el inicio lo primero que hicieron fue confeccionar una hoja de ruta y la ruta a seguir era la 14, porque era más directa que la 12. Además, “la teníamos registrada porque viajamos bastante en auto y en micro, pero el desafío era hacerla en bicicleta”, contó.
Insistió con que “queríamos tener una trayectoria fijada. La ruta fue muy buena hasta Paso de los Libres, donde nos ayudaron las banquinas, y eso aceleró bastante el viaje. Una vez que atravesamos esa ciudad, la ruta se redujo y se transformó en mano y contramano, y es donde empezó el desafío más acentuado, necesitábamos estar más concentrados para no cometer errores, sobre todo por el tránsito. Ahí es donde pusimos toda la concentración y la preparación que habíamos adquirido. Así llegamos hasta Gobernador Virasoro, y desde San José a Posadas volvimos a tomar una ruta buena, con banquina, que nos impulsó en el último tramo”.
A su entender, el calor es lo que “más se siente, pero hay un enemigo más fuerte que el calor que es el viento en contra. Si bien alivia las altas temperaturas y hace que los rayos del sol no lleguen tan potentes, te va desgastando psicológicamente. Es el momento donde tenés que decir sigo, porque te quiere tirar para atrás. Si tenés marcada la decisión y estás decidido a completar tu travesía, vas a seguir. Así lo hicimos. Pedaleamos bajo lluvia, con 40 grados, y seguimos adelante. Estoy cansado pero feliz”, dijo, y aclaró que “es un sueño, pero nunca imaginé que lo iba a lograr”.