El equilibrio de poder interno del Frente de Todos se complejiza a medida que avanza el acuerdo con el FMI. Mientras La Cámpora enfatiza sus diferencias con el nuevo programa económico, los grupos y partidos vinculados a Alberto Fernández empiezan a responder cada vez con mayor vehemencia y se organizan para “defender” al Presidente, mientras diseñan la estrategia para su reelección.
Sin embargo, en paralelo a la convulsión política y las cada vez más virulentas peleas, en ambos espacios hay voces que buscan dar señales proclives a mantener la unidad en atención al delicado contexto social y económico. Quieren estirar en el tiempo, lo más posible, el estallido de la interna del oficialismo, que muchos consideran inevitable, en especial a medida en se acerquen las elecciones de 2023.
En La Cámpora aseguran que Máximo Kirchner está decidido a romper, pero que aún no dio instrucciones a los diputados que responden a su órbita sobre qué postura adoptar el próximo jueves, cuando está previsto el debate y la votación del proyecto con el FMI en el recinto -si el camino legislativo de los primeros días de la semana así lo permite-.
En la Casa Rosada y en la presidencia de la Cámara baja, que conduce Sergio Massa, aspiran a que, como mínimo, contribuyan al quorum -una condición que exige la oposición- y que, en lugar de votar en contra, se abstengan.
Hay incertidumbre sobre la forma en que se posicionará el kirchnerismo de paladar negro, pero las señales son contundentemente negativas para la Casa Rosada. Entre el jueves y el viernes, la organización de Máximo Kirchner publicó dos tuits muy duros contra el pacto que acababa de terminar de cerrar el ministro de Economía, Martín Guzmán, con el Fondo, y que fue girado en las últimas horas de la semana hábil después de repetidas demoras derivadas de los ajustes en la letra jurídica del proyecto de ley para que cumpliera con las exigencias técnicas de la oposición.
Sin embargo, al mismo tiempo que La Cámpora embestía con cada vez mayor dureza, un hombre muy cercano a Kirchner, Andrés “El Cuervo” Larroque, funcionario del gobierno bonaerense de Axel Kicillof, accedía a una invitación a la Casa Rosada para firmar un convenio millonario con fondos para la gestión provincial. No asistió sólo por las erogaciones monetarias.
El “Cuervo”, a pesar de que responde al jefe de La Cámpora, se ubica en el ala de la organización más proclive a mantener las aguas relativamente tranquilas y alejarse de una ruptura definitiva. Estuvo con Alberto Fernández en su despacho y después habló con periodistas, codo a codo, con uno de los alfiles presidenciales, su par nacional, el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta.
Por su parte, en una línea similar, el sábado el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, que en septiembre había presentado su renuncia, sorprendió al defender el acuerdo con el FMI. Lo hizo en diálogo con el diario El País durante la gira por España de la que eligió participar a pesar de que coincidía con la Asamblea Legislativa y el discurso de Alberto Fernández.
Más allá del faltazo, buscó dar señales de sintonía con el Presidente, que son mutuas. De hecho, desde la Casa Rosada compartieron la nota del medio, en formato digital, y la calificaron como “interesante”.
En las filas de Máximo Kirchner, quien dio una nueva señal de descontento el martes pasado, al faltar a la Asamblea Legislativa, admiten que hay distintas líneas en la organización, todas críticas del acuerdo, pero algunas moderadas en relación a Alberto Fernández. Creen que hay que mantener cierta cohesión en el frente político, no solamente de cara a las elecciones del año que viene, sino por la grave situación social.
“El Gobierno le erró a la ruta, pero ahora hay que ponerle onda. No podemos estar en una guerra abierta, es una locura total en la situación catastrófica de pobreza que estamos viviendo. Si rompemos enfrentamos un escenario parecido al de 2001”, dijo, categórico, un hombre de La Cámpora, que se vio sorprendido por los tuits que emitió la cuenta oficial de la agrupación apenas después de que se hubiera anunciado la letra chica del polémico acuerdo con el FMI.
Del otro lado, en el entorno de Alberto Fernández, la respuesta a La Cámpora fue inusual en comparación con otras ocasiones. En general, el “albertismo” elige responder con la otra mejilla a las provocaciones del kirchnerismo, y, en cambio, convocar a volver a dialogar, una y otra vez.
Pero esta vez, un hombre y una mujer de alta relevancia del círculo de Alberto Fernández -la secretaria de Relaciones Económicas de la Cancillería, cercana a Cafiero, Cecilia Todesca Bocco; y el asesor de la Presidencia y miembro de la mesa chica del Presidente, Juan Manuel Olmos- salieron a marcar la cancha a las críticas flagrantes del camporismo y hasta los acusaron de desligarse de las responsabilidades de gestión, a pesar de que forman parte del mismo Gobierno.
“Tenemos una responsabilidad de gobernar, estamos en el gobierno, no somos comentaristas de la realidad”, disparó la vicecanciller, en diálogo con Radio 10.
“El primer (video) creo que está equivocado. No estamos en el tiempo donde Néstor Kirchner dice lo que dice del Fondo, a lo cual suscribimos todos. Cuando dio ese discurso, al lado estaba Alberto Fernández, que comparte lo que dijo”, agregó el referente porteño en el mismo medio. Sus respectivas palabras, en sendas entrevistas, llamaron la atención, también, por el hecho de que ambos habitualmente mantienen el perfil bajo.
Al mismo tiempo, Alberto Fernández empezó a impulsar a los propios para empezar a generar un espacio que impulse su precandidatura presidencial. Y no lo oculta.
Con el visto bueno del jefe de Estado, ayer se celebró, en la sede del PJ nacional, un plenario de las 22 agrupaciones que integran el colectivo de intelectuales Agenda Argentina, donde la organización central es el Grupo Callao, liderada por el funcionario más cercano al Presidente, el canciller Santiago Cafiero.
Según pudo reconstruir Infobae, tras la extensa reunión se decidió pasar del plano de la discusión “intelectual” a “la acción política” en torno al “proyecto de Alberto Fernández”, con aspiraciones a imprimirle carácter federal a las organizaciones. “Todo aquel que milite por él, está adentro. El que no, está afuera”, dijo, tajante, uno de los miembros del Callao.
En la misma línea, el Partido de la Equidad y el Progreso (Parte), que conduce el jefe del bloque del Frente de Todos en la Legislatura de la Ciudad y amigo de Alberto Fernández, Claudio Ferreño -donde se autorreivindican como “albertismo puro”-, empezó hace semanas a trabajar para normalizar y constituir el partido en todas las provincias.
El jefe de los legisladores porteños recibe prácticamente a diario con los referentes que se designan y les da instrucciones para llevar las acciones en torno al proyecto de reelección presidencial en sus territorios.
Sin embargo, en el confuso escenario interno del Frente de Todos, Alberto Fernández continúa, en paralelo, con los intentos para “contribuir a la unidad en las diferencias”.
Las dos facciones principales del Frente de Todos, representadas por La Cámpora y Cristina Fernández de Kirchner, de un lado; y por Alberto Fernández y sus ministros y diputados, del otro, coquetean, respectivamente, con la idea de romper. Pero en ambos grupos hay dirigentes que ponen el freno a un quiebre definitivo, al igual que ocurrió el año pasado después de la sorpresiva derrota en las elecciones legislativas primarias.
Lo que subyace a las posturas rupturistas, aventuraba un dirigente camporista, es la mirada a mediano plazo. Es decir, a las próximas elecciones presidenciales. “Máximo quiere decir dentro de unos meses: ‘¿Vieron? Lo que votaron llevó a este desastre. Nosotros no lo acompañamos”. Pero aseguran que es la propia Cristina la que da la orden de mantener en pie el Frente de todos, al menos por el momento.
De la misma forma, en simultáneo, Alberto Fernández construye su proyecto político en torno a su propia administración. De hecho, el colectivo de agrupaciones que lo respalda definió que sus próximas movidas no sean tanto de manifestaciones en la calle sino de difusión de los “logros de gestión” de los próximos meses.
Mientras tanto, el Presidente, que lidia con las resistencias internas y de la oposición, confía en que el FMI le dará un período de mora para liquidar el vencimiento del 22 de marzo por 2800 millones de dólares. Restan sólo dos semanas para la fecha límite, durante las cuales todavía resta la aprobación del endeudamiento en el Congreso, y luego, la revisión final del directorio Ejecutivo del organismo que conduce Kristalina Georgieva.
La Argentina necesita que esos pasos se cumplan a tiempo para recibir el primer desembolso de 9.800 millones de dólares que le permitirían afrontar el pago. Si no lo hiciera a tiempo, entraría en default.
En Balcarce 50 vienen advirtiendo que ese escenario sería desastroso, y la oposición de Juntos por el Cambio, coincide. Por eso la Coalición Cívica y el radicalismo ya dijeron que planean apoyar el acuerdo, luego de que la Presidencia accedió a sus exigencias y diferenció el endeudamiento y el programa económico en dos artículos separados del proyecto de ley que envió al Congreso.
De todas formas, las voluntades se verán claramente a la hora de la votación, que -se da por descontado- se llevará a cabo en un contexto de alta tensión, con discursos de explosivo voltaje en los dos campamentos. Una parte del Pro viene amenazando con no sentarse siquiera en el recinto si no está presente el kirchnerismo, y e inclusive con votar en contra.
El día clave de esta semana será el jueves, cuando el ala del oficialismo que apoya a Alberto Fernández buscará darle media sanción, a las apuradas, al proyecto de refinanciación de la deuda elevado el viernes a Diputados. Para entonces no está previsto, aún, que se realicen manifestaciones. Pero en los grupos cercanos al Presidente no lo descartan.
Algunos albertistas se adelantan y temen que La Cámpora pueda “salir” del terreno de las cartas y los mensajes en redes sociales, para marchar en contra del acuerdo. Por ahora, es un misterio cómo se verá la Plaza de los Dos Congresos ese día.
Más allá de los intentos de mostrar unidad, con la profundización de las grietas internas de los últimos días, la pregunta es si será posible que la coalición gobernante se mantenga en pie como tal durante los próximos dos años. Si escalan los cruces con mayor virulencia entre los sectores más radicalizados dentro del kirchnerismo y los alfiles más fieles del Presidente, esa posibilidad será cada vez menos probable.
Cronograma exprés para el tratamiento en Diputados
Llegó el día. Hoy, el ministro de Economía, Martín Guzmán, será quien inaugure la discusión en el marco de la comisión de Presupuesto y Hacienda, que preside el diputado oficialista Carlos Heller.
También expondrán y responderán preguntas de los legisladores el jefe de Gabinete, Juan Manzur; el presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce; y el secretario de Hacienda, Raúl Rigo, junto a otros funcionarios del equipo económico.
Los funcionarios del Gobierno del presidente Alberto Fernández intentarán contestar a las dudas que planteen los diputados y darán pormenores del plan económico acordado con el organismo internacional.
Por su parte, mañana es cuando se presentarán organizaciones de la sociedad civil, la CGT, la CTA, las cámaras empresarias y los gobernadores para que puedan expresar su posición sobre el apoyo o no al acuerdo con el FMI.
Según lo pautado, la idea del oficialismo es que el miércoles comience el debate libre en la comisión de Presupuesto.
Según la extensión que tenga esa discusión, el jueves o el viernes se convocará a una sesión especial -la primera del año- para llevar el proyecto al recinto.
Hasta el momento, el Frente de Todos no tiene asegurados los votos que le garanticen aprobar el proyecto para poder girarlo al Senado, donde -en caso de llegar a finales de esta semana- tendrá otro difícil camino.
La fecha límite que se planteó el Gobierno es el 22 de marzo, día que está previsto un vencimiento por 2.800 millones de dólares que se evitaría si se tiene el acuerdo cerrado.