“Recuerdos de familia” es el libro que Hugo “Coco” Dalcolmo (65) busca reeditar para agregar más testimonios y fotografías recogidas a lo largo de su vida, que transcurrió entre Apóstoles, Gobernador Virasoro y Colonia Liebig, y que hacen alusión a sus parientes, pero, indirectamente, a los primeros colonos que poblaron la Zona Sur de Misiones y a sus descendientes.
“Siempre me interesé en escribir ese libro porque soy descendiente de los primeros, entre los que estaba mi abuelo, Juan Dalcolmo, que incluso llegó antes del establecimiento de los primeros inmigrantes ucranianos y polacos en la colonia Apóstoles. Siempre tuve esa inquietud, sobre esa parte de la historia que nadie escribió o de la que muy pocos se acuerdan. Escribir sobre sus alegrías y sobre lo mal que pasaron. Vinieron con lo puesto, trabajaron de sol a sol, lucharon por sobrevivir, formaron sus familias, y de esos hogares salieron docentes, abogados y un sinnúmero de profesionales”, manifestó, mientras exhibe un ejemplar, en cuya tapa sobresale la bandera de Italia, y en la contra, la de España, en honor a sus abuelos maternos y paternos.
Juan Dalcolmo pisó tierra colorada en 1891, proveniente de Brasil hasta donde llegó con un grupo de italianos y españoles. Se afincaron en Azara, primero, y después vinieron a Apóstoles.
Recordó que contaban que “las Ruinas Jesuíticas tenían techo y ellos se acomodaron debajo de ese refugio porque no había nada. Después el gobernador Lanusse dispuso el loteo y se fueron ubicando en las chacras para dar vida a la colonia de Apóstoles. Mi abuelo, como muchos otros, edificó con las piedras de las reducciones, y así apostó a la crianza de sus once hijos -eran de la primera camada de niños que nacieron en la zona- con mi abuela Avelina Larenti. Era lindo, porque todo lo hicieron con mucho amor, con mucha alegría”.
Agregó que la de entonces, “era gente de trabajo, gente de paz. Era gente buenísima, de un corazón extraordinario, de servicio, porque ellos se ayudaban. Hacían las puchereadas y como no había tantos caballos, bueyes y arados, todos iban a la chacra de uno, y sembraban en un día lo que era necesario. Al finalizar allí la tarea, se dirigían a la propiedad de otro para hacer lo mismo. Se ayudaban y compartían el trabajo. Se cuidaban entre ellos. Por eso ahora veo la guerra y me duele mucho porque conocí la madera de la que estaban hechos los colonos ucranianos. Veo esas injusticias, por parte de un país poderoso, rico, cobarde. Como argentino me duele porque crecí con gente de la colectividad y comparto totalmente la verdad que ellos están defendiendo”.
Nacido en Colonia Liebig, Corrientes, “Coco” Dalcolmo quisiera recordar a los jóvenes que lean la historia. “Quisiera dejar un legado a los chicos, a los jóvenes, para que sepan como se gestó la ciudad de Apóstoles, y cómo eran los colonos. Es un orgullo para nosotros, los argentinos y sus descendientes. Que aprendan que ellos sembraron la mejor semilla, que es la semilla del amor, de la decencia y el respeto, que se está perdiendo, y que sería fabuloso que se pueda revertir”.
Confió que su abuelo Juan Dalcolmo era el primer plantador de arroz de la zona. El gobierno le facilitó una chacra que no llegaba hasta el arroyo Chimiray, entonces un representante, también italiano, actuó de mediador y solicitó a las autoridades la posibilidad de “atajar” el cauce para que cubriera de agua a la plantación y así pudiera obtener una buena cosecha. “Era un trabajo muy sacrificado. Pero gracias a esa intervención, lograron que el agua subiera y regara la arrocera de manera natural. Contaban mis padres que los últimos días, el abuelo, que era un trabajador de sol a sol, fue hasta la chacra para apreciar cómo estaba el arrozal preparándose para la cosecha. Esa fue su ultima caminata por la arrocera”.
Dijo que Lanusse le había entregado un diploma por ser el primer plantador de arroz. En ese entonces, había una especie de delegado o administrador cuyo apellido no recuerda, que había sido designado por los funcionarios, que se encargaba de facilitarles las semillas y de asistirlos con provistas y, a cambio, vendía todo lo que producían los colonos porque ellos no sabían cómo ni adónde comercializar.
“El abuelo vino antes de los inmigrantes, con otros italianos. Fueron a Brasil porque el comentario era que en ese país había desaparecido la esclavitud, pero las cosas no resultaron tan así y los metieron en barracas, de las que lograron escapar. Eso fue lo mejor que les pasó porque sino yo no estaría aquí. Finalmente se afincaron en apóstoles, y allí murieron”, comentó. La abuela de “Coco”, en tanto, fue la única partera de la colonia.
Avelina Larenti “acudía a las casas en su carrito, que era como la ambulancia de estos tiempos, pero nunca se la recordó. Me contaba una de las mujeres, poco antes de morir, que una de sus hijas no podía nacer y que tuvieron que pedir ayuda a la abuela. La señora le dijo al esposo que se sentía mal, que estaba al borde de la muerte. Era de noche y el marido tuvo que cruzar por el arroyo a través de una ´pinguela´ -así se denomina la madera que colocaban sobre el arroyo cuando el cauce estaba crecido- para buscar a la partera, que vino con todos los elementos utilizados para la atención en ese momento”.
De acuerdo a lo relatado por la protagonista, “la criatura no iba a nacer en las condiciones que se encontraba porque estaba al revés. Ella preparó ungüentos de yuyos y mediante masajes logró revertir la situación. La señora me contaba emocionada. Tu abuela me salvo, me decía, y es muy lindo escuchar eso. Esa señora para mi valía oro, me repetía”.
El autor del libro sostuvo que su vida transcurrió entre Apóstoles, Gobernador Virasoro y colonia Liebig, porque trabajaba en el campo junto a sus hermanos: Américo, Héctor, Rubén, Luis y Nelson, mientras sus hermanas: Elsa, Gloria, Blanca Mirta, Graciela Aidee, Genoveva y Avelina, dedicaron mucho de su tiempo a la educación en las zonas rurales. “Esos lugares son los más lindo, porque ahí me regalaron la vida, ahí tengo el cimiento como ser humano, los cimientos de nuestra familia. Ahí están enterrados mis abuelos, me trae recuerdos y me llena de orgullo. Me siento feliz de pertenecer a esa familia”, aseguró.