En el contexto del ajedrez político que buscó desarrollar el presidente Alberto Fernández ayer en su presentación ante el Congreso, intentando acercar posiciones con el kirchnerismo y abriendo una brecha con la oposición, casi que pasaron desapercibidas dos cuestiones demasiado importantes y de real interés para los argentinos.
El mandatario descartó ayer que busque impulsar una reforma previsional y otra laboral, por entender que los derechos de quienes trabajan y de los jubilados “no pueden ser alterados en su perjuicio”.
Ambas cuestiones vienen siendo parte de la agenda de preocupaciones de los argentinos dada la cruda realidad y la poca proyección que puede hacerse en el mediano y largo plazo. En este sentido el presidente fue tácito al afirmar que “no habrá una reforma previsional. La edad jubilatoria no será alterada. Jubilarse es un derecho y se debe respetar a rajatabla”.
Y al advertir que “los derechos de quienes trabajan no pueden ser alterados en su perjuicio. La justicia social jamás puede ser objeto de una negociación”.
Claro está, a estas alturas de la historia, que entre el discurso político y la práctica suele haber una distancia amplia. Pero contar con dos precisiones discursivas en medio de un mensaje destinado a calmar grietas internas cuenta como dato positivo.