La única salida es la vía diplomática… no hay alternativa posible sin que se ponga en riesgo la integridad y la vida de millones de personas cuando las que confrontan son las principales potencias nucleares del sistema internacional, nada menos.
De hecho, la posibilidad misma de una escalada y enfrentamiento nuclear es el principal factor disuasorio para terminar con esta guerra convencional que tiene en vilo al mundo.
El problema en este caso es la cuestión de fondo, el añejo dilema que al día de hoy Estados Unidos y Rusia no lograron dirimir y que tuvo su punto más álgido en la Guerra Fría.
Las duras posturas hacen que hoy se advierta imposible en el corto plazo la reinstauración de la paz en Ucrania.
Es ultra evidente la responsabilidad del Kremlin en la invasión, los daños y las muertes en pos de lo que alega ser el “reconocimiento de la soberanía de las dos repúblicas de lengua rusa del este de Ucrania”, un argumento flaco y desmontable en lo inmediato.
Pero también lo es que desde hace años las diferencias de las principales potencias mundiales se dirimen por diversas vías, pero siempre fuera de sus propios territorios llenando de tensiones el sistema internacional.
Con todo, la urgencia se vuelve sobre los ucranianos, acorralados en sus casas o escapando hacia la frontera por una guerra que se pelea en su geografía y que pone en peligro la integridad del pueblo.
Las posiciones parecen ser infranqueables en el inicio de una contienda que se viene estructurando desde hace varios años, sin embargo no cabe otra posibilidad más que recurrir a la única vía posible, la diplomática.
La vitalidad y salvaguarda de un pueblo (y del sistema internacional) depende de ello.