Filas interminables bajo el sol, en tiempos de ola de calor extremo como la que se vive en la zona. Así se vive el cruce de regreso entre Encarnación y Posadas durante largas horas.
Primero culparon al centro de testeos de Salud Pública de la provincia por la espera que significaba hacerse la prueba contra el COVID-19 antes de ingresar a territorio misionero. Se levantó. Después fue por las exigencias que había de la Argentina a los extranjeros y que, su control, fortalecían las colas de espera. Se flexibilizaron.
Sin embargo, con todo ello, la tediosa e inhumana espera para ingresar desde Itapúa a Misiones sigue siendo la misma o peor porque resulta cada vez más evidente que existen funcionarios de ambos lados del río Paraná a los que les conviene que se formen filas, que haga mucho calor, que la gente se desborde y acceda a pagar el cruce VIP.
Ni siquiera con la denuncia pública que hizo el cónsul paraguayo en Posadas, Rolando Goiburú, las autoridades del vecino país tomaron cartas en el asunto. Ahora fue una periodista a la que casi atropellan cuando filmó y puso en evidencia que una cola paralela a la que ella hacía sin pagar las coimas, avanzaba y fluía mientras otros que no cedían a “alimentar” los “cruces SA”, debían bancarse la espera por largo tiempo.
Así funciona la frontera, donde muchos siguen mirando hacia un costado, donde otros sacan jugosas ganancias aprovechándose de la gente que por diferentes necesidades o razones, traspone el puente internacional San Roque González de Santa Cruz.
No te venden como ocurría antes la ropa interior, preservativos musicales o elementos que le ponían color a la cola en el puente. Ahora te venden un cruce para tener un trato vecinal más digno.