No existe en la provincia camino que un carro polaco no haya surcado. Varias fueron las generaciones que encontraron en ellos un medio de transporte. Aún hoy, para muchos colonos es una herramienta de trabajo. Y sí, es difícil dejar pasar la ocasión de lucirlos en algún desfile, después de todo son parte de la historia de esta tierra colorada. Y aquel 9 de julio de 1995 esa fue la premisa. Desfile que hoy despierta sonrisas en quienes lo recuerdan, pero que pudo ser una tragedia. Jornada que la escritora Alicia Segovia recuerda a la perfección.
“Por iniciativa de un grupo de escritores de Puerto Iguazú, dos toros de 500 kilogramos cada uno desfilarían tirando una carreta. Era una buena idea. La carroza representaba a los colonos que con su trabajo en las chacras lograron desarrollar y fortalecer la economía de la provincia de Misiones. La carreta era bastante grande. Arriba del carro iban sentados dos escritores. Caminando a sus costados iban otros, vestidos muy elegantes, de traje, y con libros en sus manos.
“Desde el palco instalado frente a la oficina de Aerolíneas Argentinas, un locutor anunciaba el paso de: ¡El Carro Polaco Cultural! Todos aplaudían. Los toros enormes daban miedo con sus gruesas cabezas coronadas por grandes y vigorosos cuernos.
“La avenida Victoria Aguirre lucía totalmente embanderada, en el palco estaba el intendente municipal, los jefes de las fuerzas de seguridad, autoridades militares y civiles. También el cura del pueblo, con su larga sotana oscura y una especie de estola de color lila en el cuello. La banda ejecutaba una marcha militar haciendo sonar sus instrumentos, el director musical los dirigía de manera solemne. Y los escritores, muy ceremoniosos, sonreían y saludaban a las autoridades.
“Pero justo en el momento que hacían su paso ante el palco principal, uno de los toros se desprendió del arnés y salió a toda carrera por la avenida Victoria Aguirre como alma que lleva el diablo. La gente aterrada se desparramó por todos los costados. Las madres con sus niños en brazos, los alumnos de las escuelas y el público en general corrían despavoridos.
“El toro bravo llegó hasta el semáforo del Banco Nación y tomó la calle Bonpland (frente a la Escuela 462), a toda carrera giró por la calle Gustavo Eppens y por allí volvió al lugar de partida… ¡El palco con las autoridades!
“El animal daba grandes saltos y coces con sus patas traseras, la baba de su furia se desprendía en cantidad y brillaba con el sol de la mañana. Todas las madres que estábamos presentes rogábamos que no atropellara a ninguno de nuestros niños.
Hasta que de entre la multitud aparecieron dos hombres, baqueanos, que de manera arriesgada y temeraria lograron enlazar al toro y atarlo al poste de una farola de luz. Nadie se lastimó.
“Al día siguiente, éramos noticia en todos los diarios provinciales, nacionales y hasta un medio gráfico de España. ‘Puerto Iguazú: Toro se escapa en pleno acto patrio y produce pánico entre el público’.
“Cuentan que una estola de color lila había quedado enganchada a unos cuatro metros de altura en un árbol de mango. Con la brisa del mediodía hojas de libros volaban por todos lados. Parece que el toro no gustaba para nada de las poesías”, recordó Alicia Segovia.