La actividad económica cerró en 2021 con un crecimiento “en torno al 10%”, según estimó el ministro de Economía, Martín Guzmán, lo que implica recuperar la caída de 9,9% que registró el Producto Bruto Interno en 2020 por el impacto de la pandemia.
Para el mentor del ministro y premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, se trata de “una recuperación sorprendente”, según expresó en una columna publicada hace unos días atrás en Project Syndicate.
En ese artículo, Stiglitz juzgó que “dado el lío que heredó el gobierno del presidente Alberto Fernández a fines de 2019 parece haber logrado un milagro económico”.
Al respecto, la consultora EconViews retrucó: “La recuperación fue ciertamente más fuerte de lo que esperábamos los economistas privados y el propio Gobierno, pero sólo un provocador puede pensar que el 10% de crecimiento del PBI estimado para 2021 es un milagro”.
El análisis subrayó que “la mayoría de los países recuperó las pérdidas del COVID en este año” por lo que “no hay nada milagroso en ello, desde Estados Unidos hasta Chile, que incluso pasó por un proceso electoral cargado de incertidumbre y en plena reforma constitucional, mostraron un fuerte rebote”.
“Celebramos que se haya recuperado el empleo, la industria y las exportaciones, pero eso no es milagroso, ni tampoco alcanza. El milagro sería que la Argentina pueda seguir creciendo con esta inflación, este riesgo país, esta brecha cambiaria, este cepo importador y, sobre todo, esta escasa credibilidad tanto de propios como extraños”, replicaron desde EconViews.
Guzmán proyectó para este año en el rechazado proyecto de ley de Presupuesto 2022 que el Producto Bruto Interno (PBI) un crecimiento de 4%, aunque los analistas pronostican un repunte más magro por un contexto internacional menos favorable que el de 2021 donde se registró un ‘boom’ en el precio de las commodities que empujó el valor de la soja y le dio un alivio al Banco Central (BCRA) en materia de ingreso de divisas.
Pero el 2022 no arrancó bien y trajo condimentos extras. Un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario encendió la luz amarilla al alertar que la sequía “ya hizo caer la proyección de cosecha de soja y maíz en 9 y 8 millones de toneladas, respectivamente” por lo que calculó que “el impacto sobre la economía argentina será de u$s 4.800 millones o un 1% del PBI.
Por el efecto negativo sobre la actividad y la oferta de dólares que causa la ola de calor y la sequía, algunas consultoras ya recortaron sus proyecciones de PBI para 2022, otras lo están evaluando, en tanto que para algunas aún es “prematuro” para recalcular.
Escenario
La consultora Eco Go es una de las primeras en revisar a la baja sus números. “Estimamos que la caída adicional en el agro y su impacto sobre la oferta de dólares genera una retracción adicional a la que teníamos contemplada en nuestras proyecciones. En ese contexto, aún con un acuerdo con el FMI contra las cuerdas que evite entremos en atrasos en marzo/abril, nuestra previsión de crecimiento del PBI para 2022 pasa de una suba de 0,5% a un retroceso de 0,7%”, planteó.
Esa corrección a la baja es “por el impacto de la sequía y los efectos de segunda ronda sobre las importaciones”, explicó a iProfesional el director de Eco Go Sebastián Menescaldi.
“Este año tenés complicada la cuenta de dólares, y no tenés reservas. Si tenés un dólar menos de exportación, el único lugar de donde lo vas a poder sacar es de las importaciones a diferencia de lo que pasó en otras sequía, y eso va a restringir también la actividad”, fundamentó el economista.
Menescaldi aclaró que la caída de 0,7% del PBI para este año es una “cifra provisoria, va a depender de cómo evolucione la cosecha, ahora está lloviendo, hay que ver que salvaste y que no, en principio estamos esperando eso, pero puede ser peor”.
En este marco, el economista recordó que durante la fuerte sequía registrada en 2018 “el PBI agrícola en el segundo trimestre -estacionalmente es el de mayor ingreso de divisas por la cosecha gruesa- había registrado una retracción del 32% interanual, y en el año había caído 15,6%”.
“En esta oportunidad estamos calculando una caída de 9% en el año del PBI agrícola”, puntualizó. Eso significaría a su vez menor comercialización y menor transporte de mercaderías.
Es que el informe de Eco Go prevé que si se confirman las caídas en la producción estimadas por la Bolsa de Comercio de Rosario, “ello implicaría un retroceso de la oferta en el ciclo 2021/22 cercana al 5% en los principales granos”.
“Este ajuste en las cantidades por sí sólo explica un deterioro de las exportaciones proyectadas de u$s4.000 millones”, detalló.
No obstante, la consultora señaló que a esta retracción “debe adicionarse el deterioro de los precios medios esperados, producto de una normalización de la demanda y un cambio en el contexto monetario, con una suba prevista de tasas y apreciación del dólar que tiran a la baja los precios de las materias primas”.
“Discusión esotérica”
De acuerdo a sus estimaciones, la suma de la sequía y de la baja de los precios internacionales esperados causarían “un descenso de las exportaciones de u$s6.700 millones a lo largo del año”.
En este contexto, Eco Go explicó que esta situación “afecta las expectativas de la economía por una doble vía: por un lado, reduce la oferta de divisas y determina la necesidad de reducir las importaciones (ya sea restringiendo cantidades o elevando su precio) y por otro reduce la actividad económica por las menores cantidades exportadas, transportadas y comercializadas”.
Según el análisis, la caída de la oferta de divisas, sosteniendo sin cambios la acumulación de reservas (la meta pautada por Guzmán para este año de un crecimiento de entre u$s3.000 y u$s4.000 millones) “implicaría que debería reducirse la demanda para importaciones en tal cuantía; así, los pagos de las compras externas deberían retroceder por encima del 10% en el año, sí sólo se afectaría ese ítem y no se consiguieran fuentes adicionales de divisas”.
“La contracara del menor volumen de la cosecha y de la mayor restricción sobre las importaciones será que no se va a poder sostener el nivel de actividad de diciembre (que es el que dejaría el arrastre de 2,5% para 2022)”, argumentó.
Eco Go aseguró que “el mayor impacto viene por la dificultad para financiar las importaciones en un contexto de escasez de dólares”.
De esta manera, Eco Go proyectó que “con la nueva valorización de la cosecha, las importaciones deberían caer 12% respecto a 2021 y 17% respecto al nivel de diciembre”.
“Sin dólares, la promesa de que el ajuste se hace vía crecimiento, o el argumento de que hay que evitar que el FMI ahogue el ‘milagro económico’ que menciona Stiglitz y aplauden los gobernadores y parte de los sectores favorecidos por la brecha, nos mete en una discusión esotérica que a esta altura sólo pareciera poder ordenarse tras una mayor presión sobre la brecha coordinada por la caída adicional en los precios de los activos financieros”, evaluó.
Ausentismos
El economista Fernando Marull, que dirige la consultora FMyA indicó a iProfesional que redujo 0,5 puntos porcentuales su previsión de crecimiento económico para este año por el efecto de la sequía, al recortar de la suba proyectada originalmente en 3% a un 2,5%.
“Se materializó un riesgo que veníamos comentando. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y la Bolsa de Rosario recortaron la cosecha de soja y maíz, por la sequía. Si asumimos precios actuales y niveles de 40 millones de toneladas de soja y 48 millones en maíz, las exportaciones para 2022 serían u$s34.000 millones, casi u$s5.000 millones menos que antes de la sequía. Seguirá siendo alta (por precios altos) pero puede empeorar si no llueve lo necesario en próximos meses”, previno.
El último informe FMyA también resaltó que el avance de la variante Ómicron en el país, arriba de los 100.000 casos diarios y con una positividad sobre el 60% provocó una ola de aislados, “por lo que la movilidad (según Google Mobility) volvió a niveles de hace 6 meses y empezó a generar problemas serios de ausentismo laboral, que pone en riesgo la actividad”.
“Hay que esperar”
Por su parte, en EconViews precisaron que “el sector ‘A’ de las cuentas nacionales compuesto por la agricultura, ganadería y forestación pesa alrededor del 8.06% en la economía argentina, la Agricultura es aproximadamente el 5.37%, es decir, una baja de producción de digamos 8% (probablemente sea menos) quitaría algo más de 0.4% del PBI argentino”.
“El problema es el efecto multiplicador. Menos granos son menos camiones, menos peajes, menos actividad en el puerto o más necesidad de importar para mantener el nivel de actividad de la molienda o en su defecto reducir el crushing. Es decir que una mala cosecha, pero no pésima como fue la de 2018, podría llevar a una caída de la actividad del 1% considerando efectos en toda la cadena de valor”, pronosticó.
En el mismo sentido, la economista de LCG, Melisa Sala comentó a iProfesional que “todavía no corregimos nada, estamos viendo, por ahora nuestra estimación es crecimiento de 2,5%”.
También, el director de Analytica, Claudio Caprarulo, manifestó que “todavía no recortamos, seguimos con 4% de crecimiento para este año, entre otras razones, porque muchas veces las proyecciones de sequía, y cosecha se van modificando con el devenir de lo que va pasando con el clima”.
“Muchas veces se recorta, y después se termina revirtiendo al alza. Entonces todavía no consideramos que es momento de modificar la proyección de crecimiento en base a eso”, añadió.
En sintonía, el director de Análisis Macroeconómico de Equilibra, Lorenzo Sigaut Gravina, dijo que aún no hicieron revisiones “porque hay que esperar las lluvias de esta semana para saber cuánto y dónde llovió, lo que es clave para estimar pérdidas de maíz y soja”.
El economista sostuvo que el rebote de 2021 deja para este año “un arrastre estadístico alto de 2%”, pero “2022 luce muy desafiante” por lo que estimó que habrá un “crecimiento chato de 1%”.
Comercio exterior
Ante el riesgo de un mayor cepo a las compras internas que vaticinan algunos economistas ante la escasez de reservas netas que se agotarían antes de marzo cuando hay que enfrentar un abultado vencimiento de deuda con el FMI, desde la Cámara Argentina de Importaciones de la República Argentina (CIRA) hicieron hincapié en que para que “la economía argentina crezca en cantidades y en calidad, deben preverse importaciones mayores”.
“El comercio exterior argentino ha exhibido en 2021 resultados más favorables que los esperados a inicios del ejercicio, números más altos que en la última década. Pero aún se encuentra por debajo de los niveles récord de hace algunos años”, aseguró un informe de la entidad.
En este sentido, prevé que “las exportaciones habrán alcanzado, cuando contemos con los números finales anuales (aún faltan los de diciembre), cifras que superarán los u$s 76.000 millones de dólares, mientras que las importaciones llegarán a algo más de u$s 62.000 millones” lo que representaría un crecimiento de “casi 50% contra 2020” pero “ocurre que ese año por la pandemia había arrojado cifras inusitadamente bajas”.
“Las importaciones argentinas fueron más altas que las de 2021 en seis de los diez años anteriores. Por lo tanto, no estamos ante un alza extraordinaria sino ante una recuperación natural”, razonó.
En este contexto, CIRA aseveró que “las importaciones aún no llegan a niveles necesarios para sostener una economía que logre niveles de actividad consistentes con un crecimiento genuino”.
La entidad subrayó que, según el último informe de la CEPAL, “las importaciones de toda Latinoamérica son, en 2021, de u$s 1.142.328 millones” y estimó que “la Argentina, si llegara a unos u$s 62.000 millones habrá generado el 5,4% de las importaciones regionales”.
“Los montos de importaciones argentinas de 2021, aún con el crecimiento, son obviamente muy menores que las de las economías mayores en la región como México (u$s492.376 millones) y Brasil (u$s241.622 millones) sino que también lo son -aún en 2021- menores que las de una economía más pequeña en PBI como es Chile, que importa -según CEPAL- en 2021, la suma de u$s77.163 millones de dólares”, concluyó.
En una semana hay que pagarle al FMI USD 1.100 millones
La próxima semana será decisiva para la estrategia de negociación de la Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El próximo viernes 28 vence un pago de USD 730 millones con el FMI y dos días después, el lunes 1° de febrero, otros USD 365 millones. Es decir que, en los próximos días, el Gobierno deberá decidir si se desprende (o no) de unos USD 1.095 millones, cifra que equivale a más de 60% del nivel de reservas netas con las cuenta hoy el Banco Central, según los cálculos de distintos analistas privados.
En ese contexto, la definición resultará clave para el eventual acuerdo. Si el Gobierno avanza con los pagos tal como ha hecho puntualmente hasta ahora, se quedaría ya sin ningún poder de fuego para enfrentar eventuales presiones cambiarias y, por ende, en una situación mucho más vulnerable, condicionado a la imperante necesidad de cerrar finalmente el acuerdo en marzo.
De hecho, sería ilógico desprenderse de ese monto, que puede parecer menor pero que hoy es vital en el contexto que se encuentran las arcas del BCRA, si efectivamente la decisión es no aceptar el ajuste que pide el FMI y amenazar con patear el tablero en marzo, aunque sea por algunos días.
Tal vez por eso, nada es concreto a esta hora en el Gobierno al respecto y nada garantiza el pago. En el Banco Central evitan agitar las aguas antes de tiempo. Se asegura en los pasillos de la entidad que aún no percibieron desde la Casa Rosada ningún indicio de que no se vaya a pagar.
En el Ministerio de Economía, en cambio, juegan al misterio.
“Hay que esperar”, afirman y hay quienes atribuyen al titular de la cartera, Martín Guzmán, un giro en su estrategia.
Planteo y dilema
Desde que cerró la reestructuración de la deuda con los acreedores privados, el ministro abogó por un pronto acuerdo con el Fondo Monetario, que permitiera al país ahorrarse los pagos que se efectuaron al organismo durante todo 2021.
La propia vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien dinamitó esas intenciones de Guzmán, en su última carta se quejó paradójicamente de que el Gobierno destinó el año pasado más dinero a pagarle al FMI (USD 5.160 millones, 1,1% del PBI) que a paliar las consecuencias del COVID (0,9% del PBI). De contar con el acuerdo -era el planteo desoído de Guzmán-, tales pagos no hubieran existido.
El dilema ahora es similar, pero a la inversa. Si la idea es endurecer la postura frente al FMI para forzarlo a flexibilizar las condicionalidades del programa que se discute, tal como sugirió el titular del Palacio de Hacienda al advertir que “el FMI perdería legitimidad si desestabiliza a la Argentina”, realizar el pago enviaría la señal contraria.
Claro que no realizarlo, e incurrir en un atraso técnico antes de caer en un default declarado mientras se acelera la negociación, anticiparía fuertes turbulencias en el mercado. Es el peor de los fantasmas del presidente del Banco Central, Miguel Pesce, quien ya advirtió al Presidente que no se tomaron las previsiones necesarias para llevar la negociación a ese escenario. En ese sentido, febrero es uno de los peores meses posibles para enfrentar presiones, dado el bajo nivel estacional de ingreso de divisas.
En marzo, al menos, empiezan a ingresar los dólares de la soja. Al mismo tiempo, no cumplir con esas obligaciones lleva a la inmediata contradicción de haber pagado USD 1.900 millones hace tan sólo un mes, cuando ya estaba claro para el Gobierno el apoyo de EEUU a la férrea postura del FMI, respaldo que el canciller Santiago Cafiero no logró esmerilar en su reciente viaje a Washington para reunirse con su par del Departamento de Estado, Antony Blinken.
En este marco, la dinámica de la discusión con el FMI podría acelerarse. En pocas semanas, un acuerdo que el mercado daba por descontado pasó a ser considerado mucho menos probable antes de marzo y así lo reflejó desde principios de año la caída de los títulos públicos. Ahora, la mira está puesta mucho más cerca, en apenas siete días.
Fuente: iprofesional.com