El antiguo mito del “Viejo de la Bolsa”
Nacido en Italia en 1854, Grossi se casó allá con Rosa Ursomarso y tuvo dos hijos, pero en 1878 viajó a Buenos Aires, donde tuvo diversos trabajos: como botellero, vendedor ambulante, mozo de cordel. Se ponía en los lugares públicos con un cordel al hombro a fin de que cualquiera pudiera contratarlo para llevar cosas de carga o para hacer algún mandado.
Posteriormente, trabajó en la Oficina de Inmigración hasta 1888, cuando arrancó como carrero. Su primer roce con la Policía lo tuvo en 1879 cuando protagonizó un altercado con el dueño de la casa en la que vivía – integrada por una familia de delincuentes- en la calle Río Bambas (hoy Riobamba) entre la Avenida Corrientes y Lavalle.
En octubre de ese año Grossi hirió a Carlos Terrani y eso le provocó permanecer siete siete meses preso en la Penitenciaría Nacional. Posteriormente, formó pareja con Rosa Ponce de Nicola, nacida en 1858, era argentina y lavandera de oficio, pero no sabía leer ni escribir.
Esta mujer se había casado en 1875 con Juan Nicola en la Iglesia de La Merced, con quien tuvo tres hijas: Catalina, Clara y María. Sin embargo, el hombre murió antes de nacer María y cuando esta chica tenía solo ocho meses de vida, Rosa se fue a vivir con Grossi, con quien tuvo tres hijos: Carlos, Teresa y Lorenzo.
Primero vivieron en el Paseo de Julio (lo que hoy es Avenida Del Libertador) y Pasaje Seaver, pero luego, se mudaron al corralón de la calle Artes (Ahora es Carlos Pellegrini) 1438, en el barrio porteño de Retiro. El 29 de mayo de 1896 la Policía encontró cerca de una fábrica de grasa, una bolsa con el brazo de una criatura recién nacida.
El comisario de la seccional 12 informó el hallazgo, ordenó una inspección ocular del lugar y encontraron entre la basura un cráneo destrozado, piernas, y el brazo restante, dejando bajo vigilancia el sitio. Ese mismo día cuando uno de los carros recolectores descargó residuos apareció el tronco, completándose así, el cadáver del bebé.
La autopsia llevada a cabo determinó que el niño había muerto por la fractura de cráneo, pero la investigación no arrojó resultados positivos, quedando el crimen sin resolución. El 5 de mayo de 1898, dos años después, el asesino volvió a atacar, ya que apareció en el mismo lugar, un nuevo cadáver de un recién nacido con el cráneo destrozado y en avanzado estado de descomposición.
En brazos y manos había signos de quemaduras de primer y segundo grado, mientras que el cuerpo, según las pericias forenses efectuadas, tenía cuatro días de vida y su muerte se había producido por compresión violenta de la parte anterior del cuello. Ese segundo cuerpo estaba envuelto en arpillera y trozos de chaqueta masculina, de casimir negro, bastante usada y en la que se podían ver muchas composturas y arreglos.
Por algunas direcciones postales que entre los desperdicios rodeaban el cuerpo, pudieron establecer qué carro había recogido esa basura y los restos humanos. El carretero fue demorado y después de ser interrogado, confesó que había visto los restos, pero que por temor a verse involucrado, había decidido no decir nada a la Policía. Los efectivos revisaron en forma exhaustiva los objetos recogidos en la escena crimen y allí notaron que el pedazo de saco con numerosos remiendos hechos con género de luto, tenían un notable desgaste en las espalderas, como si lo hubiera usado un vendedor ambulante portando canastas con correas y que en sus bolsillos, había restos de cigarrillos y granos de anís.
Este detalle no era menor, porque los pesquisas consideraron la chance de que el dueño fuese español o calabrés, ya que éstos solían tener el hábito de las semillas de anís. Las demás prendas, por su calidad y estado, sugerían la pobreza de su dueño. Fue así que los policías rastrillaron la zona que coincidía con la recorrida del carro de la basura y buscaban gente de escasos recursos para poder encontrar al criminal.
El 9 de mayo de 1898, en una casa de la calle Artes 1438 hallaron a una familia que vestía siempre de luto y que estaba compuesta por una mujer, llamada Rosa Ponce de Nicola, su cónyuge, Cayetano Domingo Grossi (un carrero de profesión); dos hijas mayores de Rosa, Clara y Catalina y otros tres niños menores de edad.
La Policía pudo saber por relato de vecinos que “El Hombre de la Bolsa” mantenía relaciones íntimas con sus hijastras. Asimismo, se estableció que Clara poco tiempo antes había estado embarazada y algunos días después, había sido vista en estado normal, desconociéndose que había ocurrido con el bebé. Un día después, el 10 de mayo, una comisión policial con orden de revisar la habitación ocupada por la familia, encontró debajo de una de las camas, una lata conteniendo el cadáver de un bebé, envuelto en trapos.
Las sospechas se habían confirmado, pero Grossi intento esquivar la responsabilidad al explicar que el saco que envolvía a una de las criaturas asesinadas, hallado en el depósito de basura pertenecía a su hijo Carlos y que él había matado al bebé a pedido de Clara. En tanto, sobre el otro bebé aseguró que había nacido muerto.
La esposa del acusado y su hija Clara declararon que esta última había tenido dos hijos con Grossi, pero este negó en un principio haber mantenido relaciones sexuales con sus hijastras, responsabilizando de sus embarazos a los novios de las mismas. Sin embargo, días después confesó haber matado al primer bebé hallado en 1896, al tiempo que reconoció haber incinerado a varios bebés más, pero sin asumir haberlos asesinado.
En interrogatorios siguientes, “El Hombre de la Bolsa” admitió haber tenido un hijo con Catalina y cuatro con Clara, de los cuales estranguló a tres y quemó a los dos restantes por su concubina y sus hijastras. Rosa, Clara y Catalina, aceptaron los cinco crímenes pero culparon a Grossi de las muertes de los recién nacidos. Los investigadores no podían entender el grado de sumisión que tenían las mujeres con este asesino, ya que había logrado que todas hicieran silencio sobre estos hechos aberrantes. También se conoció que en una ocasión, el asesino había intentado violar a una de las hijas menores de Rosa pero las hermanas lograron evitarlo.
Asimismo, se determinó que el propio Grossi las auxiliaba en los partos y que luego, arrojaba a los recién nacidos al fuego, siendo presenciado esto por las mujeres. La concubina de este sujeto y sus hijastras Clara y Catalina fueron consideradas “encubridoras” de los homicidios y las condenaron a 3 años de prisión efectiva a cada una y pago de costas procesales, aunque la pena de Catalina se redujo a 2 años de cárcel.
Grossi, finalmente fue hallado culpable como autor material de los asesinatos de los bebés por lo que fue condenado a pena de muerte.
El 6 de abril de 1900 “El Hombre de la Bolsa” fue ejecutado a las 8:00, como si fuera parte de un show y hasta los policías Rosa Burgos, Manuel Medrano y Calisto García, encargados del fusilamiento, posaron para las fotos de la época como si hubiesen sido parte de un elenco.
Tres horas antes de que silenciaran para siempre a Grossi, se dispuso que entren a verlo sus hijos, entre quienes se repartieron los que mostraron indiferencia, los que reflejaron terror y los que lloraron por la imagen de su padre atado a una silla.
“He tenido cinco hijos cristianados, en una sola mujer; de ellos, tres viven, dos varones y una mujer. Los otros dos, que eran mujeres, murieron aproximadamente hace quince años. Yo recibo con resignación la pena que se me ha impuesto, pero soy inocente“, había declarado el homicida antes de ser fusilado.
“Yo no soy culpable de las muertes de esas criaturas porque las culpables son esas mujeres que me han acusado asesino de sus hijos. Yo no soy el padre de las víctimas; los padres de esos niños eran los amantes de las mujeres Nicola. Si yo fuera un asesino tan feroz, yo hubiera muerto a mis hijos con la madre“, agregó.
Y enseguida finalizó: “¿Cómo es posible que una madre haya permitido que yo asesinara sus propios hijos? ¿Por qué no me acusaron ante la Policía cuando yo salía a la calle, las madres de las víctimas? No siento morir y hago esta declaración por el amor a mis hijos legítimos”.
Fuente: Agencia de Noticias Argentinas