Por Gabriel Fernández
A pesar de que no existen recetas mágicas y que cada familia es un mundo, es notable que en varios casos la crianza de los niños puede convertirse en un problema. Al no tener disponibles tantas horas para compartir con sus hijos, que están con niñeras o a cargo de otros parientes, muchos padres se encuentran con que no saben cómo mediar para establecer reglas, límites o actuar ante una crisis con sus propios hijos.
En esta situación, no tiene nada de malo buscar ayuda profesional. Por lo tanto, cada vez más familias optan por asistir a terapia, para fortalecer los vínculos y aprender a cómo establecer límites de manera sana. Esto es algo que requiere un proceso y un compromiso por parte de los padres.
Sobre este tema, ENFOQUE dialogó con la psicóloga Natalia Pino Roldán: “Lo primero que hay que tener en cuenta es que los padres y madres no deben ser amigos de sus hijos. Eso es algo que cuesta mucho, porque una persona experimenta el rol con los niños al ser tío, tía, con los sobrinos o con hijos de amigos. La verdad es que el rol de padres es una responsabilidad inmensa y es totalmente diferente”, detalló.
Al momento de conformar una atención para mejorar la crianza de los hijos, aclaró que “cuando trabaja con niños, se trabaja también con los padres”. En general, en las familias “cuesta muchísimo poner límites”, añadió.
La psicóloga contó que “acuden a la consulta con mucha culpa, porque se están dando situaciones donde mamás y papás trabajan demasiado para darle a sus hijos lo mejor, según lo que establece esta sociedad capitalista. Esto a su vez, genera una culpa inmensa por el poco tiempo que le dedican. Entonces, al momento de estar con sus hijos, prefieren decir que si a todo, para que sea un encuentro agradable”.
Desde el punto de vista de estas relaciones entre padres e hijos, opinó que “la culpa es la principal barrera para poner límites en niños y niñas”. Asimismo, a pesar de que los niños sean más grandes o que se hayan acostumbrados a un “si a todo”, Pino Roldán sostuvo que “nunca es tarde para decir no, pero hay ciertas bases que deben consolidarse”.
En su experiencia en las sesiones compartió que “en el vínculo inamovible de los padres se pueden trabajar en la sesión la frustración de los niños, el enojo y la ira. En esto, resulta que los adultos no los podemos contener, cuando es un gran motor el que el niño pueda decir lo que no le gusta. Ahí es necesario contener y saber como adulto administrar emociones”.
Son varios los adultos que no saben qué hacer cuando aparecen los clásicos “berrinches”. En esto, “lo que pasa es que no saben porque está enojado o triste, pero nunca le preguntan el porqué. Hay una resistencia al diálogo, el saber que frustra al niño, lo cual es muy importante. Incluso en la sesión los niños se enojan, pero utilizamos herramientas para que puedan administrar la frustración”.
Al perder un juego, “un niño puede divertirse, enojarse o largarse a llorar. Es entonces donde debemos aprender a cómo gestionar esas emociones”, agregó. En la terapia, indicó que “trabajo mucho con los padres para que puedan saber cómo preguntar”.
En cuanto a la curiosidad infantil, aclaró que “los niños hacen muchas preguntas y siempre está la duda sobre a qué edad deberían saber de cierto tema. La realidad es que cuando formulan la pregunta es cuando deberían tener la respuesta. Hay preguntas que se dan mucho en niños entre 6 a 8 años, como quién es mi papá, porque algunos padres no dieron ni el apellido y se borraron”.
Con el tiempo, “empiezan las preguntas más incómodas, como respecto a la sexualidad, cuando pueden preguntar es porque pueden escuchar una respuesta”, relató. El no saber cómo responder detalló que “está relacionado con el miedo. Entonces, cuando un niño me dice en sesión que esquivan su pregunta, traigo a esa mamá para pensar por qué genera tanta angustia responder, porque algún día tendrá que hacerlo. Ahí se puede mediar en buscar la respuesta más aceptable para la conversación”.
Natalia Pino Roldán contó que como padre “uno puede fallar en su función por un extremo descuido o por un cuidado excesivo”. Por lo tanto, remarcó que “el arte de criar es buscar todos los días un equilibrio. Esto permite no asfixiar al niño para que pueda ir aprendiendo y cometiendo sus propios errores. Aunque tampoco es dejarlo a la deriva, para que los errores lo terminen dañando”.
Al momento del diálogo con estos chicos, precisó que “los niños no tienen instaurado todos los prejuicios que tenemos los adultos. Así que las conversaciones con los niños son muy naturales, sinceras y directas. En cuanto a género, hay mucha más conciencia en la adolescencia, con un conocimiento que antes no se tenía en cuanto a los abusos, malos tratos y es algo que no van a dejar pasar más”.
Acerca de los castigos físicos, que aún persisten en numerosas familias, la psicóloga fue clara en que “primero debemos evitarlos porque son un delito ante la Ley de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes. Segundo, desde lo pragmático, cada vez que se golpea al niño se está enseñando que los problemas se resuelven de esta manera. Esa violencia impartida al niño, luego va a reproducirse”.
En materia de la demanda psicológica, indicó que “se ven muchas más mamás criando a los hijos solas, porque a los papás les cuesta un montón involucrarse. Al momento de hablar en familia, en un 90% de los casos son las mamás las que consultan. Además, al menos un 50% suelen ser mamás que crían solas a sus hijos. Entonces es súper difícil manejar todo junto”.
En cuanto a roles de género, comentó que “si bien en los últimos años vemos papás que se hacen cargo de una crianza compartida, sigue impregnada en nuestra sociedad una cultura patriarcal, donde se sigue esperando que sea la mujer la que cumple con todo. El varón cuando cumple su función el hogar, sigue siendo el que ayuda en algo que le corresponde a la mujer”.
El peligro de las redes
La psicóloga Natalia Pino Roldán contó que “los especialistas en niñez hablamos de no permitir tener redes sociales por lo menos hasta los 12 años. Por supuesto, eso no sucede y por mi parte creo que debemos saber hacer un buen uso de la tecnología”.
Sobre esto, aclaró que “con la pandemia hasta la educación fue a través de la virtualidad, por tanto, es una herramienta importantísima, pero sugeriría que no tengan acceso a las redes sociales”.
En la práctica “tenemos niños de entre 6 a 8 años que usan TikTok, WhatsApp, Instagram, se hacen grupos donde pueden terminar en situaciones de acoso, el Grooming, hablando con adultos y es algo que no saben manejarlo. Así fue que terminamos con casos muy graves”, añadió.
En cuanto a los cuidados, señaló que “algunos utilizan control parental, pero vemos un falta de límites en niños que se van a dormir con el celular y están hasta las 3 de la mañana chateando. A veces los padres saben que lo hacen, pero no saben cómo quitarles el aparato porque creen que son propiedad de los niños”.
Pino Roldán advirtió que “los niños son más ávidos en el uso de la tecnología, pero lo que no tienen es madurez emocional para lo que se desarrolla socialmente en la redes, donde hablamos de vínculos con extraños. Un niño en su cuarto con su celular y en las redes, está con mil desconocidos dentro de su habitación”.