Uno de los errores más frecuentes que cometemos como líderes o tutores es atribuir características y cualidades humanas al cachorro que traemos a casa.
Esta forma, la de “humanizar”, consiste en verlos como si se tratasen de personas, intentando identificar en ellos actitudes y preferencias que pertenecen a la naturaleza humana. Al imponer a nuestros perros formas de vida que no pertenecen a las expectativas del reino animal, desnaturalizamos sus preferencias y sus instintos animales. como consecuencia, a la larga, tendremos un perro desestabilizado y con problemas de comportamiento.
El 1º lugar, nuestro perro no entiende el lenguaje humano y sólo comprende unas cuantas palabras porque las asocia con nuestro tono de voz y nuestros gestos. Por esa razón, no le des explicaciones porque no te entiende.
En 2º lugar, cuando hace algo que no corresponde o que está mal, no lo hace para fastidiarte lo hace porque no le enseñaste a hacerlo de otra manera.
Entonces, ¿Cómo le enseñamos lo que está bien o lo que está mal?
Cuando hace algo bien lo premiamos, con efusivas caricias o trocitos de su comida favorita, en el momento en el que está haciendo lo que queremos premiar. Cuando comete errores, lo corregimos con un leve tirón de la correa o con un “NO!” bien terminante, en el momento en el que está haciendo lo que queremos corregir.
Tejer vínculos saludables con nuestros perros no es imposible, pero si es una tarea que incluye responsabilidad, conciencia y compromiso.