Luego de seis décadas de vanguardista trayectoria, en la que con permanentes giros musicales marcó el camino a seguir dentro del jazz y de la música contemporánea en general, además de crear una ineludible escuela sonora aplicable a todos los estilos, el 28 de septiembre de 1991 moría a los 65 años Miles Davis, uno de los artistas más influyentes de la era moderna, incluso para aquellos artistas que tal vez no conozcan demasiado su obra.
En su extenso y rico derrotero, y a través de diversas formaciones, el genial artista incursionó, alteró y fue artífice de distintas variantes del jazz, como el bebop, el cool, el hard bop, el jazz modal y el jazz fusión, entre otros, en su cruce con corrientes que provenían desde otros estilos, como el rock, la psicodelia, el flamenco, la electrónica y el hip-hop, por citar apenas algunos ejemplos.
Pero también creó un estilo propio de interpretación en el que dejó de lado la exhibición de virtuosismos comunes en el género a través de veloces solos, para poner el foco en la elección precisa de unas pocas notas, con grandes espacios de silencios, que creaban una simbiosis perfecta con la armonía; siempre desde el sonido “asordinado” y aterciopelado, pero a la vez potente de su trompeta.
“El slogan de la Gestalt que dice que el todo es más que la suma de las partes se aplica a Miles, en el sentido que vivió un montón de vidas musicales. Muchos artistas con solo haber hecho una mínima parte de lo que él hizo ya se habrían ganado un lugar en la historia. Miles atravesó un montón de períodos, pero además, los fue marcando. Sin dudas, es muy difícil contar una historia del jazz y de la música popular del Siglo XX omitiendo a Miles Davis”, definió a pedido de Télam el periodista especializado Humphrey Inzillo.
Por su parte, el trompetista local Mariano Loiácono, uno de los más destacados en la escena del jazz argentino, opinó ante esta agencia que “el principal aporte” de Miles Davis en la historia “ha sido la cantidad de veces que le ha dado un giro a su música”, y destacó que cada uno de sus emprendimientos “le salió bien, fue acertado”.
El músico Miguel Tallarita, reconocido por su aporte a artistas tan disímiles como El Indio Solari, Palito Ortega, Nonpalidece, Moris o La Beriso, por citar apenas algunos, coincidió en destacar el aspecto “vanguardista” de Davis, “siempre un paso adelante, innovador, fresco, con nuevas ideas”, pero a la vez rescató también esa característica en lo referente a su estética.
“Miles es un músico que siempre fue vanguardista en cuando a su estilo de tocar, que fue variando con los años, y a su estética: su color de trompeta, su forma de vestir. Le gustaba pintar, así que desde el punto de vista estético me parece uno de los mayores exponentes del Siglo XX”, apuntó el versátil trompetista argentino.
A la hora de marcar hitos en la carrera de Davis, tanto Inzillo como Loiácono aludieron a sus inicios en el bop, en donde compartió grupo con Charlie Parker; su etapa con el noneto que registró el disco “Birth of the Cool”, con arreglos de Gil Evans; la fundación del jazz modal que supuso el insuperable “Kind of Blue”, frente a un quinteto que incluía a Bill Evans y John Coltrane; y el impacto que el rock y la psicodelia tuvieron en él, presente en “Bitches Brew”, que impulsó al llamado jazz-rock.
También destacaron sus coqueteos con el flamenco en “Sketches of Spain” y su cruce en los `80 con la emergente escena del hip-hop, entre otros.
“Es muy difícil decir cuál es el principal aporte musical, porque fue muchísimo, fue revolucionando permanentemente su música, y cuando me refiero a su música, me refiero también al jazz en general. Todas sus etapas son formidables”, manifestó el periodista especializado.
Pero más allá de estilos, indudablemente fue su modo de abordar la trompeta lo que también marcó una gran diferencia respecto del resto de sus colegas, con un sonido que se convirtió en marca registrada, fundamentalmente por el uso de la sordina; y un certero minimalismo en el uso de notas, que dejaba grandes espacios de silencios.
“Si bien tocaba muy bien no era un trompetista que demostraba el virtuosismo como hacían otros trompetistas de la época. Él iba por otro lado, con esa capacidad que tenía de tocar menos, de no ir por esos lugares más transitados. Eso es súper importante, porque les ha dado a muchos trompetistas la posibilidad de saber que no hace falta tener los recursos técnicos que por ahí tenían otros, como tocar a otras velocidades o sobreagudos”, explicó Loiácono.
“Eso lo diferencia de otros trompetistas, esa búsqueda particular de encontrar esos momentos justos donde tocar y, sobre todo, donde no tocar, la capacidad de liderazgo, de tener claro siempre a dónde ir con la música y llevar al grupo a ese lugar. Esos son los aspectos que para mí lo hacen especial”, acotó.
Tallarita rescató el hecho de “tocar dos notas que eran las elegidas, las perfectas”, lo cual “daba muchos espacios” y le permitía “crear climas, sobre todo en los solos”.
“Si bien no era un virtuoso en cuanto a técnica del instrumento, como podría serlo Arturo Sandoval, tenía una técnica impresionante y la usaba siempre en función de hacer linda música, de la estética musical. No tocaba notas de más. Hacía lo correcto”, apuntó.
A la hora de hablar de su sonido, Inzillo lo definió como “asordinado, aterciopelado, como un susurro y, a la vez, en algunos casos potente, aunque siempre personal”; en tanto que Tallarita rescató “su articulación tan particular, su calidez” y el toque “sin vibrato, imponente y fuerte”.
Acaso todas esas virtudes son las que derivaron en una postura sonora “calma, de sensación de tener todo bajo control”, tal como remarcó Loiácono, quien advirtió que es lo que personalmente él trata de copiar a la hora de subirse a un escenario.
En definitiva, a 30 años de su muerte, la obra artística de este verdadero mito generó una influencia que no se limita a los trompetistas de jazz, sino que hace sentir su omnipresente influjo en diversos músicos, que tal vez ni siquiera saben de manera consciente cuál es su origen.
“Cuando toco en sección pienso en otros músicos, pero cuando toco un solo pienso qué nota quedaría más linda, cómo elegir la mejor, la ideal para ese acorde o momento. Eso es lo que aprendí de Miles”, dijo Tallarita.
“La influencia de Miles, como la de todos los grandes músicos de la historia, está siempre presente y se siente en cualquier momento. Cualquier grupo o trompetista tiene algo de Miles. Uno no repara en hablar en presente de alguien que no está y esa es la inmortalidad. Podés decir a un amigo: `Ayer estaba escuchando tal disco de Miles y cómo toca, cómo suena ese grupo´. Eso es Miles. El hecho de quedar en el presente para siempre”, remató Loiácono.
Riesgos
El permanente riesgo artístico que lo convirtió en un artista vanguardista y una tormentosa vida personal fueron los dos grandes ejes que hicieron de Miles Davis una personalidad única, no solo en el mundillo del jazz o de la música contemporánea, sino del arte en general.
Excéntrico, irascible, mujeriego, amante de los excesos y el uso de armas de fuego y, por momentos, abusivo, Davis fue un producto de la violencia doméstica que vivió desde pequeño y de las diferencias raciales que, en muchas ocasiones, sintió en carne propia de manera brutal de parte de la policía.
Pero también era un artista con un gran sentido de la estética, que nunca tuvo miedo de ponerse a la vanguardia de las modas y que no dudó en tomar elementos de otros géneros emergentes para enriquecer el lenguaje del jazz.
Nacido en Santa Mónica, California, el 26 de mayo de 1926, en el seno de una familia de buen pasar económico aunque signada por la violencia que su padre ejercía sobre su madre, Davis optó desde pequeño por la música y comenzó a tomar clases de trompeta a los 12 en Saint Louis, en donde se crió.
Tras un paso por una orquesta local, con tan solo 17 años se unió a la formación comandada por Billy Eckstine, que en sus filas contaba con Charlie Parker y Dizzie Gillespie, figuras claves en el surgimiento del bebop.
La necesidad de codearse con la electrizante escena del jazz lo llevó a Nueva York, en donde continuó una temporada junto a Charlie Parker, para luego formar su propio noneto, en una etapa en la que interactuó con figuras como Gil Evans y Gerry Mulligan, entre otros, que dio origen el álbum “Birth of the Cool”, grito primigenio del cool jazz.
Fueron también tiempos de adicción a la heroína, aunque logró sobrellevarla y no le impidió un resonado paso por Francia, en los ´50, en donde tomó contacto con la corriente europea del género y protagonizó hitos como la creación de la banda de sonido de la película “Ascensor para el cadalso”, de Louis Malle. Su estadía allí incluyo tórridos romances con Jeanne Moreau y Juliette Gréco.
A su regreso a Estados Unidos volvió a conmover la escena musical con la edición de “Kind of Blue”, en 1959, junto a un quinteto que incluía a Bill Evans y John Coltrane, entre otros, y que dio origen a una nueva corriente conocida como jazz modal.
En los años siguientes, Davis continuó buscando influencias en otros géneros, tal como ocurrió con el flamenco, con “Sketches of Spain”; para que a fines de los `60 tomara elementos de la escena rockera y se metiera de lleno en nuevos sonidos y estéticas, que significaron el abandono de los tradicionales trajes por ropas coloridas.
A la par de sus geniales creaciones, la figura del músico continuó alimentando leyendas en torno a sus excesos, sus extravagancias y su violento comportamiento con las mujeres.
Tras una memorable etapa ligada al jazz rock y el free jazz, en la que desfilaron bajo su tutela figuras como Herbie Hancock, Dave Holland, John McLaughlin, Chick Corea, Joe Zawinul y George Benson, entre tantos, Miles Davis se retiró de la escena a mediados de los `70 alegando “falta de ideas”.
En realidad, se trató de uno de sus períodos más oscuros ligados al exceso en el consumo de cocaína, con diversos incidentes que incluyeron un accidente de tránsito que le dejó varias secuelas corporales.
En la década del `80, retomó la actividad nuevamente con sonidos vanguardistas en el que se entremezclaron la música pop, la electrónica y el hip-hop, junto a nuevos artistas como Marcus Miller, Mike Stern, Darryl Jones y John Scofield, entre otros.
Pero a medida que avanzaba la década, los problemas de salud de Miles Davis se fueron acrecentando, hasta que finalmente en 1991 se produjo su muerte. Para ese entonces, su música ya había esparcido esquirlas en las distintas formaciones encaradas por los artistas que lo habían acompañado a lo largo de los años.
Fuente: Agencia de Noticias Télam