Luego de 16 años los alemanes votarán hoy en unas elecciones generales sin que el nombre de Angela Merkel figure en una de la listas. Luego de poco más de tres lustros en el poder, la canciller, como se conoce al jefe del gobierno en Alemania, dejará el cargo tras un período que mantuvo con estabilidad mientras la inestabilidad marcaba la política mundial.
La alemana dejará con su partida una huella intacta en el sinuoso camino de las democracias europeas.
Y es que ninguno de sus antecesores, ya sea de Alemania o el resto de la Unión, estuvo al frente del Gobierno por más tiempo ni debió sortear la saga de crisis políticas, sociales y económicas con las que lidió Merkel al frente de su país y de la UE.
Su protagonismo es tal que con el tiempo se convirtió una de las figuras políticas más relevantes de la escena global.
La primera mujer canciller de Alemania
En 1999, Merkel era una joven dirigente política de segunda fila en la Unión Cristiano Demócrata (CDU, por sus siglas en alemán).
La conservadora CDU vivía horas bajas después de haber perdido las elecciones el año anterior y el excanciller Hemut Kohl se veía salpicado por un escándalo de financiación irregular del partido.
En 2005 y 51 años, Merkel hizo historia al convertirse en la primera mujer y en la primera persona procedente de la antigua Alemania del Este que ocupa la cancillería. “Tenemos un gran potencial en nuestro país. Alemania está llena de oportunidades”, dijo en su primer discurso ante el Parlamento.
Se ubicó al frente de su primera “gran coalición” con los socialdemócratas. Cinco años antes, había sido elegida presidenta de la CDU, un cargo al que llegó tras llamar públicamente al partido a emanciparse del que había sido su mentor, el excanciller Kohl, hundido en aquel escándalo.
Kohl lo era realmente todo en la política alemana. Había sido el artífice de la unificación tras la caída del nefasto Muro de Berlín y una especie de mentor para Merkel, a la que había designado ministra de Mujer y Juventud primero, y Medio Ambiente y Seguridad Nuclear después.
Cuando pocos contaban con ella, Merkel dio un paso inesperado contra Kohl. Publicó en el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) una tribuna en la que aseguraba que le “había hecho daño al partido” y pedía su relevo.
A ese primer mandato de Merkel le siguieron tres más: 2009, 2013 y 2018.
Salvar al euro
En 2010 los efectos en Europa de la gran crisis financiera global pusieron en peligro la supervivencia del euro, la moneda compartida por 19 estados de la Unión Europea.
Los problemas de solvencia de Grecia obligaron a sucesivos paquetes de rescate internacional a este país, en medio de duras negociaciones, pánico en los mercados y dudas sobre la viabilidad de la moneda europea.
Merkel tuvo que lidiar con los sectores de su país que exigían recortes y sacrificios a los griegos y otros estados de la Europa mediterránea, y con el gobierno izquierdista de Alexis Tsipras en Atenas, que llegó al poder con la promesa de acabar con la austeridad impulsada desde Berlín y otras capitales del norte.
Qvortrup indica que “el ministro de Finanzas, Wolfgang Schauble, quería sacar a Grecia del euro y ella no, por lo que de alguna manera merece que se le reconozca haber salvado la permanencia de Grecia en la eurozona”.
Para Franco Delle Donne, analista político argentino afincado en Alemania, aquella época de tensas negociaciones en Bruselas permitió a la canciller desplegar el llamado “método Merkel”, consistente en “forjar consensos a través del pragmatismo”.
El euro finalmente se salvó, aunque muchos aseguraron entonces y lo siguen haciendo ahora que la política de austeridad impulsada fue contraproducente y causó un gran daño a las sociedades del sur de Europa.
“Esa política pudo manejarse mejor”, reconoce Qvortrup. De hecho, cuando la Unión Europea tuvo que decidir su respuesta a la pandemia de coronavirus en la primavera de 2020, Alemania aceptó una inyección masiva de fondos para los países más golpeados e incluso la emisión de deuda común europea, durante años un anatema para Berlín.
Para Delle Donne, es un ejemplo de que “Merkel es una mujer pragmática que no tiene inconveniente en cambiar de opinión para solucionar los problemas”.
Fukushima, un giro de 180 grados
En 2011 las imágenes del desastre nuclear de Fukushima, Japón comenzaron el derrumbe de los pilares de la política energética de Alemania. Tres días después de la catástrofe, Merkel anunció que suspendería la extensión recientemente aprobada de la vida de las centrales nucleares.
La líder alemana, defensora hasta entonces del uso de la energía atómica y exministra de Medioambiente en los 90, había cambiado de opinión repentinamente. “Fukushima nos ha enseñado que los riesgos que se consideraban absolutamente improbables todavía no son imposibles”, dijo a los periodistas.
Es un giro de 180 grados. El Gobierno de Merkel venía de revertir en 2010 la decisión del último gobierno de coalición entre socialdemócratas y verdes de eliminar gradualmente la energía nuclear.
Matt Qvortrup, autor de la biografía Angela Merkel: Europe’s Most Influential Leader [Angela Merkel: la líder más influyente de Europa] coincide en que la decisión también fue fruto de un cálculo político.
“Los Verdes eran vistos como un potencial socio de coalición. Hace tiempo que exigen el abandono progresivo de la energía nuclear. Así que era una decisión políticamente comprensible. Sin embargo, no se pensó bien en las implicaciones”.
Merkel cambió de postura en varias ocasiones a lo largo de su carrera: pasó con Fukushima, pero también en otras cuestiones, por ejemplo, con las cuotas obligatorias para mujeres en los consejos de administración. Según sus críticos, el coste de su éxito ha sido una erosión del panorama político: al apropiarse de las políticas de otras formaciones, ha hecho que los partidos tradicionales de Alemania sean cada vez más indistinguibles.
En junio de 2011, el Bundestag le dio el espaldarazo definitivo al “apagón” nuclear para 2022. Aún quedan seis centrales nucleares en Alemania. Para finales del año próximo, no habrá ninguna. Según la revista Nature, la decisión ha hecho que la descarbonización sea aún más difícil de lograr, pero los partidarios argumentan que el plan impulsó un auge de las fuentes de energía renovables que no se habría producido de otro modo.
Crisis migratoria
Sucedió en 2015. La adolescente palestina Reem Sahwil rompía a llorar en un encuentro con Merkel. Tras decir que no sabe si será deportada a Líbano tras varios años de Alemania, la canciller acababa de decirle que Alemania no puede acoger a todas los refugiados “y algunos tendrán que regresar”. Merkel se acercó a consolarla. El video se volvió viral y muchos la acusaron de frialdad y falta de empatía.
Aquel año, más de un millón de migrantes y refugiados, la mayoría de los cuales habían huido de la persecución y los conflictos en Siria, Afganistán o Irak, llegaron a Europa. El foco se desplazaba hacia la tragedia de quienes trataban de llegar a las costas europeas, la llamada “crisis de los refugiados” copaba titulares y provocaba turbulentos debates políticos en el continente.
Merkel decidió no cerrar las fronteras: 890.000 solicitantes de asilo lograron cruzar al país ese año. Promovió políticas basadas en la necesidad moral de atender a quienes huyen de la guerra y pronuncia otra frase para la posteridad: “Wir schaffen Das”, algo así como “podemos hacerlo” o “lo conseguiremos”. “Si tenemos que disculparnos por mostrar una cara amable en situaciones de emergencia, entonces este no es mi país”, dijo en otra ocasión.
Esa cara amable, que contrastaba con otras posturas más duras y de rechazo, despertó admiración en todo el mundo.
La revista Time la nombró personaje del año 2015. Pero en Europa se abrió una brecha, particularmente con los países del este.
En Alemania, las deportaciones se endurecieron. Berlín impulsó el polémico acuerdo con Turquía para frenar la llegada de refugiados que hizo saltar todas las alarmas. El flujo se desploma. El sistema de reparto acordado en la UE fracasaría dos años después.
Fue la primera vez que Merkel se quedó sola en su intento de liderar el compromiso europeo con la recepción de refugiados de la guerra siria. El “podemos hacerlo” de la canciller se convirtió en una nueva conciencia de los límites de su poder. Sus socios europeos no la siguieron.
Karl Kopp, director de Asuntos Europeos de Pro Asyl, la mayor organización de defensa de los migrantes en Alemania recuerda que el historial de Merkel en materia migratoria es desigual.
“Antes de 2015, no se preocupaba por los solicitantes de asilo. En septiembre de 2015, Merkel dio una respuesta correcta y humana. Pero ya desde octubre, fue la arquitecta europea del cínico acuerdo con Erdogan. También fue decisiva en el cruento acuerdo con Libia en 2017. En resumen, en el círculo de Estados de la UE predominantemente reacios a aceptar refugiados en Europa, el Gobierno de Merkel es uno de los más receptivos. Pero Merkel se equivoca al llevar el título internacional de ‘canciller de los refugiados’”.
La crisis política en Alemania fue enorme, también dentro de su partido, y Merkel salió muy debilitada. Los círculos de ultraderecha se radicalizaron aún más, con ataques a los refugios en los años siguientes. En 2019, un neonazi asesinó al político conservador Walter Lübcke, amenazado por defender la acogida de refugiados.
El partido antiinmigración Alternativa para Alemania (AfD) avanzó. En las elecciones de 2017, la ultraderecha entró por primera vez en el Parlamento desde la Segunda Guerra Mundial como tercera fuerza política.
“Sola” frente a Trump
Las diferencias entre Merkel y Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, se hicieron patentes más de una vez.
Quizá el episodio más recordado fue el de la cumbre del G7 de 2018, en la que Trump se negó a suscribir el comunicado final y una fotografía lo captó en actitud defensiva frente a Merkel y otros líderes mundiales.
También se comentó mucho el encuentro entre ambos en el que él ignoró la propuesta de estrecharle la mano ante los fotógrafos.
Merkel es doctora en Física y se le atribuye haber basado sus políticas en la evidencia disponible, mientras Trump cuestionó en muchas ocasiones el conocimiento científico, como cuando pronosticó que el coronavirus “desaparecería” o cuando decidió retirar a su país del acuerdo de París para frenar el cambio climático.
Franco Delle Donne, analista político argentino afincado en Alemania, recuerda que “Merkel siempre ha huido de la polarización” que representaba una figura como la de Trump.
“Merkel veía a Trump con desprecio”, coincide Qvortrup. “Sabía que iba a ser la portadora de la bandera del internacionalismo liberal mientras él estuviera en el poder en Estados Unidos”, añade.
Según contó en un libro Ben Rhodes, el que fuera asesor de Barack Obama, Merkel le confió al entonces presidente estadounidense en su último encuentro que la inminente llegada de Trump a la Casa Blanca la había animado a presentarse a la reelección para canciller en 2017. Según Rhodes, Obama dijo entonces: “Ahora está totalmente sola”.
¿Consiguió Merkel su propósito de mantener en pie el orden internacional? “Aún hay un acuerdo sobre el clima y algunas otras cosas que Trump no logró destruir”, responde Qvortrup.
Una científica al frente
En 2018 Merkel anunció que esta será su última legislatura como canciller de Alemania. Su partido se ha visto debilitado tras las recientes derrotas en elecciones regionales. Parecía el ocaso de Merkel, pero su reto más difícil en 16 años estaba por venir.
Quedaba apenas año y medio para las elecciones que pondrán fin a su mandato. Es marzo de 2020 cuando la canciller se dirigía a los ciudadanos por televisión. La lucha contra el coronavirus, dice, es el mayor desafío de Alemania desde el final de la Segunda Guerra Mundial: “La situación es grave”.
Alemania fue alabada por su gestión durante la primera ola, cuando las medidas mantuvieron las tasas de infección y el número de muertos relativamente bajo en comparación con los países vecinos. Merkel, que estudió Física antes de dar el salto a la política, volvió a brillar y sobresalió por sus explicaciones.
“En sus últimos años en el poder, Merkel ha sabido humanizarse. Ha hecho esfuerzos para conectar con sus ciudadanos y empatizar en un momento de incertidumbre máxima como es la pandemia”, dice Carme Colomina, investigadora principal del Barcelona Centre for International Affairs.
Con la llegada de la segunda ola, el virus expuso las debilidades y las fortalezas del sistema federal. Merkel presionó por medidas más estrictas, pero hubo diferencias con los líderes regionales.
“No puede ser que ahora antes de navidades tengamos muchos contactos y después sean las últimas navidades con los abuelos”, dijo en otro discurso inusualmente emocional en el Bundestag.
“Alemania lo ha hecho bien en comparación con otros países. En este caso, tener una científica al frente es positivo. Sin embargo, ha tenido dificultades, ya que muchas decisiones deben ser tomadas por los estados federados”, dice Qvortrup.
El país sufrió en los primeros momentos de la campaña de inmunización. Merkel defendió la compra conjunta de vacunas de la UE para todo el bloque. Su gobierno también recibió críticas por oponerse a suspender temporalmente las patentes de las vacunas tras el giro de Estados Unidos.
Merkel respaldó el endeudamiento común decidido por la UE en su plan de reconstrucción contra la pandemia. “Va en contra de la postura alemana de siempre, apoyada por el hecho de que ya no se tiene que presentar a las elecciones. Explica que es una pandemia no vista en 100 años, que hay que invertir”, dice Miguel Otero, investigador principal del Real Instituto Elcano.
“Con la negociación de los fondos europeos, ha demostrado haber aprendido de los errores cometidos en la crisis financiera, donde la dilación, las dudas y la infravaloración de la capacidad de contagio de la crisis recrudecieron la duración y los costes económicos y políticos de la austeridad. Con la crisis del coronavirus, Merkel lideró en la UE una negociación económica sin precedentes”, dice Colomina.
El liderazgo de Merkel, recuerda la experta, está inevitablemente ligado a “las crisis existenciales que han azotado el proyecto europeo” en los últimos quince años. “Ningún otro país tiene tanta capacidad de influencia en la UE como Alemania. Pero, a la vez, cada una de las crisis refleja también la propia evolución de Merkel, de su liderazgo, y de su aproximación a la UE”.
Contra el odio
En 2019 Merkel, conocida por su personalidad hierática, pronunció un apasionado discurso ante el Bundestag alertando del peligro del discurso extremista.
“La libertad de expresión tiene sus límites. Esos límites comienzan cuando se propaga el odio. Empiezan cuando se viola la dignidad de otra persona”. Un año antes, dijo que Alemania seguía sufriendo el “extremismo de derechas” más de siete décadas después de la derrota del nazismo, y alertó de que el discurso de odio político “juega con fuego, porque quien siembra violencia con palabras corre el riesgo de cosechar violencia”.
Merkel fue entonces blanco de los abucheos furiosos de la ultraderecha.
La canciller mantiene hasta el final de sus mandatos un estricto cordón sanitario a la ultraderechista AfD. Pactar con ella no entra en las posibles coaliciones tras las elecciones de hoy.
Merkel, vista por otros líderes mundiales
Vladimir Putin, presidente de Rusia
“Le tengo confianza, es una persona muy abierta”, dijo en una entrevista al diario Bild en 2016, asegurando que la canciller “hacía realmente un esfuerzo honesto para resolver las crisis”.
Emmanuel Macron, presidente de Francia
En el último consejo de ministros francoalemán organizado en París a finales de 2021, Macron tuteó a Merkel y le agradeció su trabajo. “Este último consejo me permite decir todo lo que la relación francoalemana debe a tu compromiso, tu voluntad, a veces tu paciencia con nosotros, y tu capacidad de escucha. Gracias infinitas por ello”, le dijo.
Barack Obama, expresidente de Estados Unidos
“Su aspecto impasible refleja su sentido de análisis. Era conocida por desconfiar de los estallidos emocionales o la retórica excesiva, y su equipo reconoció más tarde que ella era escéptica respecto a mí precisamente por mi talento oratorio. No me ofendió, pensé que en un dirigente alemán, una aversión por una eventual demagogia era algo sano”, escribió en sus memorias “Una tierra prometida”.
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea
“Sabe siempre poner las cosas en su contexto, incluidos los numerosos años pasados en Europa, que ella ha contribuido a modelar. Con frases simples recuerda a la gente lo que es importante. Y a menudo, cuando estamos estancados, ella lanza una idea y arrancamos nuevamente. La echaremos de menos”, declaró en un foro sobre política europea en mayo de 2021.
Viktor Orban, primer ministro de Hungría
Durante una visita a Baviera, criticó la generosa política de acogida de refugiados lanzada por Merkel en la crisis migratoria de 2015.
“La cosa más importante que no puede haber es imperialismo moral. No dudo del derecho de Alemania de definir sus obligaciones morales para ella misma. Ellos pueden decidir si aceptan cada refugiado o no, pero eso no debe ser obligatorio más que para ellos”, aseguró.
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo
“Tiene un dinamismo y una resistencia extraordinarios, así como una fuerza interior increíble que le permite seguir en la mesa de negociación y hacerla avanzar. Su objetivo es siempre llegar a ese compromiso tan importante que, por definición, dejará a todo el mundo un poco frustrado y un poco enfadado, y este espíritu la ayudó a remodelar nuestro mundo”, dijo durante la entrega de un diploma honorífico en septiembre de 2019.
Mark Rutte, primer ministro de Holanda
“Aporta juicio y decencia a la política. Cuando empieza a hablar en el Consejo Europeo, muchos todavía están con sus iPhones. Pero, enseguida, todos los dejan. Los bolígrafos también. Y escuchamos. Tiene una autoridad enorme”, afirmó en mayo de 2021.
Jean-Claude Juncker, expresidente de la Comisión Europea
“Siempre se dice que Merkel no es una persona que se deje llevar por las emociones o la empatía. Esto no corresponde con las múltiples observaciones que yo puedo hacer (…) En la crisis de refugiados, la escuché decir que podía ponerse en la piel de los refugiados por razones filosóficas, de religión o de color”, dijo en una entrevista al periódico belga Le Soir en agosto de 2021.
Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas de Grecia
“Merkel enterró la idea de los eurobonos y cerró el ataúd (…) La señora Merkel ha sido fiel a sí misma, pero de una manera extraordinariamente negativa y destructiva para la Unión Europea”, declaró en una entrevista a la cadena pública alemana ZDF en 2020 quien se erigió en némesis de la austeridad europea en la anterior crisis económica.
Alemania para principiantes
Las legislativas de Alemania tienen algunas particularidades. Por un lado, los alemanes emiten dos votos. Con 299 circunscripciones, el primero es para el candidato que prefieran de su distrito, y quien obtenga más votos en cada uno se lleva ese escaño. El segundo es a una lista nacional, y los asientos se reparten de manera proporcional a esos votos obtenidos.
Sin embargo, antes de votar no se sabe cuántos diputados saldrán elegidos. La composición del Bundestag varía en cada elección, ya que el sistema electoral reequilibra los asientos para mantener la proporcionalidad. La legislatura que expira ahora tiene 709 escaños, pero la futura dependerá de los resultados.
Además los partidos deben conseguir al menos un 5% de los votos para poder entrar al Bundestag. Eso deja fuera a formaciones minoritarias o que solo tengan apoyo en zonas muy concretas. Hay seis partidos con posibilidades de entrar en el Parlamento:
• La CDU/CSU es el partido democristiano de centroderecha, al que pertenece Merkel. De los 72 años de República Federal Alemana, la CDU ha gobernado 52, con la CSU como socio en Baviera. La primera no se presenta en ese estado, donde la segunda la apoya con sus diputados.
• El SPD es socialdemócrata de centroizquierda. Fundado en 1863, es el partido más longevo, pero ha gobernado solo veinte años en la república actual.
• El FDP son los liberales. Aunque nunca han liderado el Ejecutivo, han formado parte de él durante 43 años, ya sea liderado por la CDU o el SPD. Es el ejemplo clásico de partido bisagra.
• Los Verdes son el partido ecologista, aunque con el tiempo han ido más allá de esa agenda. Ahora buscan posicionarse como un partido de centro que tiene la transición ecológica y la lucha contra el cambio climático como los puntos fuertes de su músculo electoral.
• Die Linke, ‘La Izquierda’, está más hacia ese lado que el SPD. Es el heredero del Partido Socialista de la antigua Alemania Oriental, aunque luego se sumó una escisión del propio SPD. Hoy es el partido que mantiene posturas más anticapitalistas.
• Alternativa para Alemania (AfD) es la ultraderecha. Aunque fue fundado en 2013 con una tendencia ultraliberal, giró hacia el euroescepticismo y el nacionalpopulismo. Desde entonces vive un cordón sanitario por parte del resto de partidos.
¿Qué puede pasar después?
Tras estas elecciones es casi seguro que el próximo Gobierno de Alemania será una coalición de tres partidos para la que hay distintas opciones, y los partidos pueden tardar incluso meses en ponerse de acuerdo. Hay otro factor tan relevante como simbólico: es posible que esta sea la primera vez que CDU y SPD no sumen el 50% de los escaños, lo que haría imposible el formato de la Gran Coalición, que ha gobernado en las últimas dos legislaturas.
Fuentes: BBC Mundo, elDiario.es, El Orden Mundial, agencia AFP, diario El País (España)