Sufrir el abandono nos boicotea a la hora establecer relaciones estables, desconfiamos, nos sentimos vulnerables y se nos hace tan difícil gestionar nuestras emociones, siempre a flor de piel, siempre en carne viva.
¿Te das cuenta? Nos estamos comiendo vivos, como esos bichos que se nos meten dentro de la piel cuando vamos al campo y anidan hasta que salen afuera para ver qué onda.Tal vez el secreto sea detenernos. Stop. Ver que en este abandono tenemos que buscar lo que nos falta.
¿Amor? ¿Amistad? ¿Lealtad? ¿Honestidad? Cada uno verá su abandono y quizás, sea hora de pedir ese abrazo. De recostarnos en la cama y pedir que nos rasquen la espalda, apoyarnos en las rodillas de mamá o en el hombro de papá o ese beso dulce tan buscado. Porque no hay peor abandono que el que se hace a uno mismo. Suele decirse que para entender lo que supone ser abandonado, “uno tiene que ser abandonado”. No obstante es algo que nadie merece, porque con cada ausencia perdemos una parte de nosotros mismos y ninguna persona debe padecer dicho sufrimiento.
Tenemos que aprender a convivir con esta batalla íntima y personal que muchas personas están viviendo en estos mismos momentos. El hecho de sufrir algún tipo de abandono es algo que nos determina, nos marca. Tanto, que los expertos comentan que es como un segundo nacimiento. Si el primero fue doloroso pero esperanzador, el segundo supone tener que “renacer” en mundo donde no nos sentimos amados, donde hemos de aprender a valernos por nosotros mismos sufriendo la ruptura de ese cordón umbilical que nos unía a un corazón, a unas emociones, a unas necesidades que debían ser satisfechas.
El aprendizaje es aprender a cuidarnos, priorizarnos cada día para desconectarnos poco a poco de la ira y del resentimiento, lo que nos ayudará a dejar de ser cautivos de las heridas del ayer.
La memoria no puede borrar las tristezas del pasado, pero puede darles calma y sosiego como quien se sienta a mirar el río un atardecer de verano.
Todo pasa y aunque las piedras más frías y oscuras permanezcan en el fondo, el agua discurre clara y pura sobre ellas. Podemos empezar de nuevo.