Ser viajero es tener la mente abierta para conocer, conocer lugares, ya sean cercanos, desde un barrio de nuestra ciudad del cual no sabemos nada hasta destinos en otros países.
Viajar significa movernos. Un viajero llega a un lugar y se nota: no importa si es chico o chica, joven o no tanto, alta o baja, rubia o morena; la persona viajera desprende algo, un magnetismo irresistible.
Quizá la veas despreocupada contando historias increíbles o cosas sencillas; quizá escuchando atentamente anécdotas del personaje más extravagante del lugar (en Posadas tuvimos y tenemos varios). De cualquier modo, sabrás al segundo que no estás ante un ser humano común y cuando descubras por qué, estarás muy maravillado: cualquier otra conquista pasada o futura, te sabrá a poco.
He aquí las razones:
1. Porque no los oirás quejarse por tonterías.
Viajar es adaptarse continuamente: a un nuevo lugar, a nuevas costumbres, a distintos horarios, a cambios de planes y a distintos colores y situaciones.
No saben de rutinas, la rutina ofrece unas comodidades insólitas para el viajero, y ellos lo saben. Porque durante el viaje y la aventura que significan interesarse por otras costumbres y personas, el viajero no se queja por pasar la noche en estaciones de tren o de colectivos y no se van a volver locos porque no hayan cambiado las sábanas del hostal.
2. Porque no se enzarzarán en discusiones estúpidas
¿Por qué estar quince minutos discutiendo sobre por qué se eligió ese destino u otro, si no había río, mar, montaña o cerros y selva? El viajero no se enreda en pavadas: su único afán es aprovechar el tiempo y conocer su gente, cómo piensan y sienten.
3. Porque tendrá una historia interesante que contar
Te hablará de la noche que se quedó sin nafta; o perdió un tren o se perdió y se tuvo que quedar a dormir en la ruta o en un pueblo en ruinas. De la vez que lo paró la policía para decirles que esa ruta no estaba terminada; de cómo tuvo que comer en el suelo en la casa de aquella familia tan simpática con la que vivió. Su anecdotario es infinito, ¡y muy divertido!
4. Porque siempre estarán dispuestos para la aventura
Puede ser, como dijimos, ir a buscar una cerveza a las tres de la mañana o agarrar el coche un martes, conducir sin rumbo hasta la madrugada y faltar al trabajo al día siguiente. No tienen que ser grandes cosas: el verdadero viajero crea la aventura allá donde va.
5. Porque saben mucho de muchos temas distintos
Si leer un libro es como hacer un viaje, hacer un viaje es como leer un montón de libros. Por eso, tu objeto de deseo (el lugar que elijas) albergará muchos datos en su inquieto cerebrito.
Si la compañía resulta divertida, la mejor aventura de tu vida puede estar ¡a un kilómetro de distancia!
6. Porque viajan también con la mente
Y eso significa que les gustará la música, el cine, la lectura, el arte, la naturaleza, una puesta de sol o el cantar de los pájaros… ¿entiendes ya por qué son tan entretenidos?
7. Porque nunca se aburren
Gente que ha pasado muchas horas manejando, en un avión, en cole o en tren y ha vuelto enriquecida, maravillada o decepcionada. Todo sirve para evolucionar, crecer y volver un poco más cuerdo y sabio: de regreso en casa ven el mundo como un parque temático de opciones infinitas.
8. Porque no te necesitarán para nada
Estarán contigo porque quieren no porque hayan construido su existencia en base a ti. Han caminado a lo largo y ancho de este país o el mundo, enfrentándose a sus miedos y a sus “no puedo” hasta aprender que lo único que necesitan en la vida son ganas. Eso no lo pueden dejar en manos de nadie: sólo puede nacer en su interior.
9. Porque lo mirarán todo con ojos de recién nacido.
Para estas personas curiosas, con poco o mucho capital, la vida se asemeja a un viaje y sienten la misma fascinación por la nueva tienda de su barrio que por la calle más cool de París.
Diremos que los buenos viajeros no pierden la capacidad de asombro y los hace estar ilusionados, en un ademán que recuerda a los niños. ¿Qué hay más encantador que un niño que, además, se vale por sí mismo?
10. Porque son una fuente inagotable de planes.
Como todo les asombra, querrán formar parte de cada mini-cosa que les llame la atención. ¿Un curso de serigrafía? ¡Adelante! ¿Una banda de música que sólo se dedica a improvisar? ¡¿Por qué no?! ¿Un recorrido por el apasionante museo municipal? ¡Vamos!
11. Porque siempre encontrarán la palabra exacta
Vamos a ver, estamos hablando de personas que han logrado entenderse por señas con un habitante originario o con funcionario canadiense, por ejemplo.. ¿decirte exactamente por qué estaban enfadados anoche? Jamás!!! Han trascendido el enojo sin sentido.
12. Porque son generosos
Un verdadero viajero recoge a esos dos muchachos que están haciendo auto-stop, pierden un tiempito de su excursión para decirle al grupo de chicos dónde se comen los mejores churros de la ciudad; ayuda a otro huésped a evitar esa habitación en la que hay tanto ruido (aunque él mismo esté a punto de perder el tren).
13. No son materialistas
Incluso el típico nómade de hotel de lujo sabe que las mejores experiencias no se pueden comprar: abrir los brazos y respirar profundamente en las alturas impresionantes del Machu Picchu o de nuestras montañas andinas o del Kala Pattar en los Himalayas. Escuchar a mil personas aplaudir a la vez ante un artista callejero que canta en Río de Janeiro.